El superviviente tranquilo
EL PERFIL · JOAQUÍN RIVERO VALCARCE
Vida y obra del jerezano autodidacta que llegó a la lista de Forbes de los 'milmillonarios' tras superar tres crisis inmobiliarias; cronología del hombre que nunca descansa: "Cuando se cumple un objetivo, uno se propone otro"
Joaquín Rivero Valcarce (Jerez, 1943) sabe tanto de crisis como de bonanzas. Y sabe perfectamente que cada época, cada coyuntura, conlleva una oportunidad. En diez años, pasó de hacerse con la participación de control de Bami, entonces en manos del antiguo Banco Central Hispano, a figurar en la exclusiva lista de Forbes de los mil hombres más ricos del mundo. Su fortuna por aquel entonces, en 2007 -apenas un año antes de la caída de Lehman Brothers y justo cuando empezaba a calar el hedor de las hipotecas subprime-, estaba cifrada en unos 1.700 millones de dólares y se situaba en el puesto número 583 de un ranking con los más poderosos del planeta. Este meteórico ascenso en apenas una década no fue ni mucho menos casual. Como tampoco lo ha sido el hecho de que, a diferencia de otros muchos, haya amortiguado de mejor o peor manera la caída después del brutal desplome inmobiliario. "Es de los pocos supervivientes", coinciden muchas voces del deprimido sector. La gran diferencia ahora estriba en que si a finales de 2006 pensaba regresar a su ciudad natal y dedicar la etapa final de su vida a dos de sus grandes pasiones, el vino y la pintura, "ahora está trabajando muchísimo para mantener todo en los tiempos que corren, que son dificilísimos, aunque siempre pensando que esta crisis antes o después terminará", relata en días pasados su hija Helena, directora y conservadora de la pinacoteca que ha ido construyendo su padre en algo más de los últimos treinta años.
Hecho a sí mismo, al más puro estilo 'self-made' de la cultura anglosajona, Rivero ha sorteado toda suerte de obstáculos hasta llegar a la cima desde que hace más de 40 años comenzara a ayudar a su padre en su empresa familiar de construcción. De cero, el ejecutivo jerezano reunió su primera pequeña gran fortuna montando a los 23 años su propia empresa de fabricación de materiales de construcción y, más tarde, con la creación de constructoras como Riobra y un grupo societario llamado Patrón Inmobiliario. Desde el paraíso de grúas de la costa del Sol, como relatan las biografías que abundan en Internet, dio rápidamente el salto a Estados Unidos y Latinoamérica, dejando tras de sí una estela de más de 25.000 viviendas construidas. En 1997 se hizo con el control de Bami, que pasó de acumular pérdidas a lanzar una OPA hostil por 290 millones de euros sobre Zabálburu, cuatro veces mayor que su modesta compradora. En tan sólo cuatro años, su nuevo reto se convirtió en la cuarta inmobiliaria del sector.
Desde entonces, su carrera se dispara, en pura lógica con el boom que vive la construcción en el país, verdadero motor del denominado milagro español de principios de este siglo. Desembarca en 2002 en Metrovacesa tras comprar el paquete accionarial del BBVA y Rivero pasa a ser presidente de la compañía, mientras su fama crece y crece gracias a una promotora a la que logró aupar al primer puesto de la zona euro y al séptimo a escala mundial. Las disputas por su control con la familia catalana de los Sanahuja, enemigos íntimos, nunca llegan a inquietarle del todo. "Cuando se cumple un objetivo, uno se propone otro", ha asegurado en más de una ocasión el empresario jerezano, siempre haciendo gala de un carácter extremadamente tranquilo pero siempre decidido y seguro de sí mismo, claves para progresar en la jungla empresarial. En pleno boom, Rivero quiere enfocar su negocio cada vez más al patrimonio antes que a la construcción. Tras dejar en el momento justo una Metrovacesa que ahora es pasto de los bancos -más del 80% de su capital es actualmente propiedad de las entidades financieras-, toma el control de Gecina, la mayor inmobiliaria patrimonialista francesa, y refunda la vieja Bami. En febrero de 2010 abandona la presidencia de Gecina y regresa a ese mercado español que tan bien conoce y en el que también se mueve, tras superar tres crisis inmobiliarias, al margen de la gran depresión actual, y enfrentarse a multitud de OPAs.
Vuelve a arremangarse. Vuelve a oler una oportunidad y sale a flote con Bami Newco que, según su página web, gestiona una cartera de proyectos patrimoniales terminados y otros en fase de ejecución, que suman 173.000 metros cuadrados en alquiler, 5.600 plazas de garaje y un valor actual cercano a 650 millones de euros con inquilinos de primera categoría. Al tiempo, Rivero también es accionista mayoritario de la inmobiliaria Básico Homes, creada para dar salida al stock de viviendas de obra nueva que están en poder de los bancos. De nuevo, el olfato para oler a kilómetros la oportunidad que representa la caída. Su fugaz paso por la lista de Forbes, en la que apenas se mantuvo en 2007, y diversos asuntos espinosos, como una querella de Anticorrupción por un supuesto delito de información privilegiada en la compra de acciones en 2005, no han impedido que su fortuna siga codeándose entre las mayores del país y que su posición dentro del establishment empresarial se mantenga a un gran nivel. Querido y odiado a partes iguales -es lo que tiene llegar a ser un 'gurú' del sector de la construcción y un ejecutivo de altísimo nivel desde el más absoluto autodidactismo-, Rivero también se embarcó en Puerto Sherry y hace unos años se propuso relanzar la marina de El Puerto como proyecto turístico de primer nivel. Por no hablar de su afición al jerez, que le llevó a comprar las Bodegas Tradición y a comercializar una suerte de caldos viejísimos (sólo vinos VOS y VORS, más de 20 y 30 años de crianza) que hacen pensar en una nueva manera de impulsar el sherry desde el producto más exclusivo y singular.
En paralelo a su auge empresarial comienza a reunir obras de arte como inversión no líquida. Empieza con dos marinas del XVII del valenciano Esteban March y llega a poseer un Greco, algo casi inalcanzable para una colección privada. Goya, Zurbarán, Valdés Leal, Gonzalo Bilbao... Su pinacoteca suma más de 300 obras y su valor empieza a ser incalculable. Pieza tras pieza, lienzo tras lienzo, adquisición tras adquisición, Rivero también se aficiona a la restauración de pinturas antiguas. Elimina un repinte tras otro y va descubriendo la pintura original, las pinceladas auténticas e indelebles del autor primigenio, el que al final sobrevive al paso del tiempo. Algo muy similar al podado que la crisis ha dado a tanta mala hierba en el negocio del 'ladrillo'. Con Jerez en su mente, aquella ciudad donde vivió los primeros 19 años de su agitada vida, el ejecutivo tranquilo, el superviviente por antonomasia de la madre de todas las crisis, decide que ahora, justo ahora, es un gran momento para hacer grandes cosas en su casa. En su tierra.
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