Los 'conquistadores' de Guadalcacín
L Un recorrido por la década de las colonizaciones
Hijos de los primeros colonos de Jerez cuentan sus recuerdos de la década de los cincuenta en la que, "pese a la mala vida que llevábamos, éramos felices y todos nos tratábamos como si fuésemos familia"
El teatro municipal de Guadalcacín acoge en estos días la exposición 'Colonos y colonizaciones en la provincia de Cádiz'. Una recopilación de imágenes de la década de los cincuenta en la que se construyeron las pedanías de Jerez con familias procedentes de la Sierra y otras provincias de Andalucía. Mercedes Gutiérrez, Miguel Lozano, Antonia Díaz, Ana Ardila y Alfonso Cárdenas son cinco descendientes de algunas de las familias que allá por el 52 llegaron a Guadalcacín, cuando la zona aún no tenía viviendas. Sus historias dan buena cuenta de las penas y alegrías de aquellos que llegaron a la zona "como ahora llegan aquí los negros, sabiendo que no estarán bien, pero con la esperanza de que estarán mejor que allí de donde vienen". Así de tajante es Antonia Díaz que recuerda, como si fuera hoy, los años de trabajo de su padre cuando en el 53 llegó procedente de Paterna a Guadalcacín. "No teníamos ni para comer, en Feria de Jerez nos juntábamos los mayores y nos íbamos a comer a una caseta donde ponían pescao frito, pero jureles con las espinas enormes, que yo ahora no lo comería, porque era más barato, o nos íbamos a la calle Arcos que allí era más barato", comenta. Ana Ardila, visiblemente emocionada, asegura que "en aquella época lo pasamos muy mal". Señala que, pese a que su padre Antonio Ardila fue el primer alcalde de Guadalcacín, "pasamos mucho, porque le tocaron tierras muy malas y yo desde pequeñita estuve con él en el campo, segando, sembrando y haciendo lo que hiciera falta".
Otro protagonista de esta historia reciente es Miguel Lozano, que en el 51 llegó con su familia desde Puerto Serrano. En su caso, "yo era ya más mayorcito", tiene frescos aún la imagen de aquellos berracones que se convirtieron en sus casas mientras el pueblo de construía: "sin tejas, ni chapas, vivíamos hasta cuatro familias con 6, 8 ó 10 hijos. Los berracones tenían dos habitaciones, una cocinita con salón comedor y chimenea, y cuando estábamos almorzando tenías que mover la silla del suelo porque se atascaba en el barro". Incluso, señala que ante la falta de agua potable para beber, utilizaban un pozo en el que bebían también los animales. "Hasta que entró el tifus, porque las vacas orinaban y se filtraba al pozo que tenía más agua por fuera que por dentro".
También Alfonso Cárdenas, que llegó desde Medina Sidonia, recuerda como apenas tuvo tiempo de ir al colegio "porque mi padre me cogió para cuidar al ganado. Quería más a los animales que a mí, porque eran los que nos daban de comer", señala entre risas. Además, apunta que "lo peor de todo es que el Instituto de Colonización se quedaba con los animales cuando una vaca paría o con cualquier otro animal". Algo que ocurría también "con lo que se sembraba, ya que ellos se llevaban casi todo y a nosotros nos quedaba una pequeña parte", asegura Antonia Díaz. La peor parte, eso sí, era el poco tiempo disponible para aprender, "porque íbamos al colegio por la noche y, claro, estábamos destrozados y nos dormíamos por mucho que nos dijese el profesor", destaca Alfonso Cárdenas.
Anécdota e historias en las que destaca el recuerdo que muchos descendientes de estos colonos tienen aún de cuando el general Francisco Franco visitó la zona. Mercedes Gutiérrez, por ejemplo, comenta que "a nosotros nos dieron la parcela en el 51, pero como no estaban los berracones terminados llegamos el 16 de septiembre del 52 desde Jerez". Al tiempo que añade que "recuerdo cuando vino Franco la primera vez que era en el 53, como había tan poquita ropa, nos la lavaron, y cuando fuimos a ponérnosla estaba mojada y tuvimos que verlo por la ventana. Yo tenía 7 años y lo vimos en el coche, no se bajó a los berracones, nos sorprendió ver tanta policía".
Tras estos años, llegaron también, otros problemas que aún colean entre los hijos de los primeros colonos. "Yo fui el que más años estuve trabajando la parcela de mi padre -explica Cárdenas- y al final mi hermano el pequeño fue el que se quedó con todos los terrenos". Una circunstancia "que se ha repetido en muchos casos, porque antes no se hacía como ahora y el hijo menor es el que se lo quedaba casi todo", comentan sus compañeros.
Aún así, pese a todo lo pasado, Antonia Díaz se muestra positiva y asegura que "la vida no ha sido fácil, pero hemos sido muy feliz. Si venía Franco, le tocábamos las palmas, porque esa era nuestra vida, no se leían los periódicos no sabíamos leer y nos apañábamos con lo que teníamos".
También te puede interesar
Lo último