El lado más femenino del 'sherry'
Recuerdos de aquellas mujeres valientes y aventureras que irrumpieron en un 'mundo de hombres'
El vino no es sólo cosa de hombres. Y no trato con ello, como es lógico, de restar importancia a la figura masculina en este singular mundo del 'sherry', pero será oportuno revisar que, a lo largo de su milenaria existencia, hubo un buen puñado de mujeres valientes y esforzadas, algunas anónimas, que lograron con su constancia hacerse un hueco en un sector tradicionalmente masculino. Otras, sin embargo, caso de Cecilia Böhl de Faber, dejó el negocio en manos más expertas.
Y hoy día, no causa extrañeza encontrar a mujeres ocupando cargos de máxima responsabilidad en las diferentes áreas de la vitivinicultura, que trasmiten la riqueza de esta zona vitícola con una sensibilidad especial. Pero, mucho, pero que mucho antes de todo esto, hubo un tiempo en que...
La jerezana Teresa Reizo, viuda de Francisco Román Mendoza, fue en 1817 una de las primeras mujeres que se encomendó a la difícil tarea de entrar en una bodega que ya estaba hecha, con un futuro nuevo pero sin tener idea de ese destino. Hasta el más tonto dará por supuesto que todas las mujeres que accedieron a la gerencia de una bodega, por lo general asesoradas por sus antiguos capataces, acometieron el negocio una vez fallecido su marido. Y se comprueba muy bien y fácilmente por la inscripción en sus botellas.
Otra viuda, esta de El Puerto, la de Vitoria e Hijos, también tuvo que coger el toro por los cuernos al perder a su marido. Y esto fue a principios del XIX. O la viuda de Richard Sheild, que también por aquella época hizo lo propio, tal como refiere a este periódico el historiador Javier Maldonado Gross. La investigadora Ana María González Díaz nos habla de otros antecedentes: Hubo sanluqueñas, como Josefa Colom, viuda de Eduardo Hidalgo, y de Aurora Ambrosy Lacave, que dirigió las bodegas Pedro Romero entre los años 1911 y 1921.
Pero en este ramillete de nombres, son casos excepcionales de la vinatería la aventura empresarial de dos mujeres: Pilar Aranda Latorre y Pilar Plá Pechovierto, ambas con los mismos problemas y trajines aunque con importantes matices que leeremos en las siguientes líneas.
De Pilar Aranda poco ya queda por descubrir. Los datos se acumulan y su última biografía ha sido muy completa y rigurosamente plasmada en líneas por la investigadora Lola Lozano, ayudándose de referencias y la impagable ayuda de Pilar Villaescusa, hija de la bodeguera, la 'niña de la bomba' o 'la reina del vinagre', como se quiera. La literatura y crónicas periodistas son abundantes hacia su oronda humanidad, por lo que sería baladí revelar algo más sobre la personalidad de esta esforzada y valiente mujer, una madre coraje, de gran fortaleza de carácter, que decidió enfrentarse a los formalismos de la época para sacar a sus dos hijos adelante, viuda ella, a partir de las 500 botas que heredó de su polifacético y siempre recordado padre Fermín Aranda para continuar con el negocio vinatero, que contenía las más apreciadas y antiguas soleras de jerez y una larguísima tradición de crianza de vinos de producción artesanal.
Ayudó, y mucho, a Pilar en su cometido los capataces Juan María e Infante, y fue providencial el asesoramiento en el negocio de Ramiro Fernández-Gao, hijastro de su primo Guillermo Ferguson. Todo eso le granjeó enormes amistades en las bodegas más punteras de la ciudad, que nunca vieron en ella a una mujer intrusa, por lo que fue tratada de modo educado y exquisito. Pilar Aranda llevó las riendas de la bodega durante cuarenta años, hasta su muerte en 1997.
Muy distinta suerte corrió esa valenciana que es y sigue siendo Pilar Plá, la 'dama del sherry', que aún se mantiene junto a su hija María del Carmen Borrego Plá, historiadora y doctora en Historia de América por la Universidad de Sevilla, como gestoras del negocio bodeguero del 'Maestro Sierra', una bodega en exclusiva de mujeres y regentada por ellas: Pilar Plá, su hija María del Carmen y la brillante enóloga Ana Cabestrero Ortega, Zarcillo de Oro 2003 en Ribera del Duero y directora comercial de la bodega.
Todo comenzó con el maestro Sierra, José Antonio Sierra, un acreditado tonelero de la calle Merced, quien en 1830 llenó una bodega de botas elaboradas por él mismo. Murió sin descendencia y la bodega fue a parar a manos de su sobrina Carmen Casal Soto quien, al enviudar, creó una sociedad con sus hijos Rosario, Josefa y Antonio, que se encargó de dirigir la empresa manteniendo las líneas de producción de vinos de alta calidad y de crianza artesanal. Cuando Antonio murió, madre e hija asumieron la gestión del negocio. Pilar me relató lo siguiente: "Llamaron a la puerta y salió mi madre. Y ellos dijeron: 'Mire usted, que venimos a ver a la viuda para ver de comprar la bodega'. En ese momento, mi hija se encontraba amortajando a mi marido. Y mi madre les dijo: '¡No tienen ustedes conciencia! Está la cama del difunto todavía ya caliente y vienen ya los buitres a ver cómo pueden llevarse la presa. Por favor, márchense, mi hija no está para recibir a nadie".
Pasó el tiempo y madre e hija se debatieron sobre la posibilidad de vender la sociedad. Leemos de nuevo a Pilar: "Aquí han venido muchos tirándome los tejos, ¿sabes tú? Y no he hecho caso a ninguno. Hemos seguido nuestra lucha. Tuve un hombre, lo quise mucho, pero no quiero saber nada de los demás. Porque si no, hubiera sido la querida de fulano. Había que ser muy cuidadosos de no dar nunca que hablar. Yo también me quedé muy tocada por todo eso. Iba de mi casa a la bodega, y de la bodega a mi casa. No iba a ningún lado. No tenía amigas ni amigos. Te pongo un ejemplo: a los corredores les prohibían venir a la bodega, pero la intervención de Balao o Paco Torquemada fue providencial. Usted, que es hombre, ¿se da cuenta de que los centros de comunicación, de ventas, de lo que se cuece en el mundo del vino, son centros de hombres donde no podíamos entrar?"
Con los años y bajo la dirección de las mujeres, el negocio prosperó y prosperó. Hoy día, el 'Maestro Sierra' es una de las bodegas de referencia en el Marco de Jerez.
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