Tía Anica, 'madre y padre del cante'
Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas
Maestra y señora del mejor cante de Jerez, cuya frase de "cuando canto, la boca me sabe a sangre" ha pasado a la historia, como pasó la de Manuel Torre de que "todo lo que tiene 'soníos negros', tiene duende". El poeta Paco Toledano, que la escuchó, dijo de ella que era "madre y padre del cante". Su arte ha quedado conservado en discos y en Youtube.
LA conocí hace ya muchísimos años. En la década de los cuarenta, cuando vendía berza y aún no se dedicaba al cante. Su clientela era la del barrio de Santiago, muy cerca de donde vivía, en la calle de la Sangre. Y un buen día me enteré de que Tía Anica era cantaora. La mejor de Jerez. Y empecé a escucharla, en muchas reuniones de aficionados cabales. Sobre todo, en las que convocaba aquel gran aficionado que se llamó don José Cantos Ropero. Pepe Cantos, para los amigos. Éste solía reunir a su alrededor a cantaores como Tío Borrico, El Serna, El Batato, Tío Torre, El Troncho y otros cantaores jerezanos de la época, de los que únicamente vivían de las fiestas de los señoritos, en ventas y otros lugares, más o menos idóneos para las juergas de la época, a mediados del pasado siglo, y en las que este cronista solía verse embarcado, muchas noches, al salir de trabajar en el periódico Ayer.
Y en esas fiestas estaba Tía Anica la Piriñaca, a la que el poeta de la calle de la Merced, Paco Toledano, en uno de sus mejores poemas, llegó a llamar, fascinado por su dramaturgia flamenca, "madre y padre del cante", matrona de los más dolorosos y telúricos quejíos jondos.
Tía Anica, que era un encanto de persona, sabía estar en las reuniones, donde era respetada, sin necesidad de que ella se hiciera respetar. Lo mismo, en la Venta del Moro, donde empezó a darse a conocer como cantaora, que en Casa Benjamín, en La Rosaleda, en El Volapié o en La Valdepeñera. Y si había que tomar un chupito para entonarse, lo tomaba, sin perder nunca la compostura, ni su sitio de gran señora. Siempre guardando y haciendo guardar las formas. Como artista de las grandes que era, sin que ella jamás presumiera de tal. Pero, ¡cómo cantaba! Los cantes de Tío José de Paula, sobre todo, eran su escuela, de los que ella era una devota seguidora.
Modestamente vestida, siempre con ropa bastante holgada, sus únicas alhajas eran un anillo, en su mano derecha, sus sarcillos, creo recordar que de monedas de plata, y una medalla al cuello. Su color favorito era el azul con lunares de sus blusones, que usaba casi siempre, con los que, incluso, se daba su vueltecita por bulerías, si era necesario, cuando remataba algunos de sus cantes, en aquellas reuniones en las que ella oficiaba como si fuera la gran sacerdotisa de un viejo rito milenario, sabe Dios si heredado de sus ancestros. Tía Anica hacia muchos cantes, por soleá y por seguiriyas, también por tonás o martinetes. El que yo más veces le escuché y que más me gustaba, era aquella seguiriya de Comparito mío Cuco que ella hacía como nadie, bordándola desgarradoramente. Como aquél martinete que una noche le escuché en el antiguo Bar Popeye de la calle Ancha, donde luego estuvo el Cine Riba, diciendo aquello de Hasta el olivarito del valle / yo me llevé a esta buena serrana; / le eché mi bracito por encima / y la miré como a una hermana.
Un día entero se llevó cantando en el sótano del bar Los Caracoles, a donde la llevé para grabar un disco, en el que dejó impresionados sus mejores cantes. Y aquella misma noche, después de hartarse de cantar, como nunca, sería cuando me dijo aquello que dejó para la historia y por cuya frase siempre será recordada: "Cuando canto, la boca me sabe a sangre". Lo mismo que Manuel Torre pasó a la historia por decirle a Falla aquello de "todo lo que tiene soníos negros, tiene duende".
Tía Anica la Piriñaca, con su cara curtida por los soles de los campos, donde gastó su juventud trabajando, además de grabar algunos, aunque pocos discos, fue llevada a televisión por mi amigo, el poeta de Arcos, José María Velázquez Gaztelu, para el programa Rito y Geografía del Cante y, gracias a ello, sus cantes aun pueden escucharse en Youtube de Internet, si buscamos en cualquier ordenador. Y otra vez llevamos a su casa a la famosa fotógrafa catalana Colita, para que captara numerosas imágenes suyas, para un libro, del cual se han hecho varias ediciones. En su pequeño cuartito de la mencionada calle de la Sangre, donde vivía, sentada en su estufita, junto a la tradicional cómoda, bajo un cuadro de la Virgen del Carmen, y siempre escuchando la radio, o lavando y tendiendo sus sábanas en el corral, donde tantas boas se celebraron, allí estaba siempre Tía Anica, esperando que alguien acudiera a llamarla para ejercer su ministerio de sorprendente madre y maestra del cante jondo. "Mater et magistra". O como dijera con tantísimo acierto el poeta Paco Toledano: "Madre y padre del cante".
Nosotros la apreciamos mucho; la quisimos y la admiramos; no solo como cantaora grande, sino también como mujer, como persona, como señora que supo sacar adelante a los suyos, vendiendo caro su arte. Aquel arte que Dios le había dado, para que no vendiera más berza por las calles de Santiago; y sí se diera a valer, sin pisar nunca un escenario, como la gran artista que era, la gran cantaora que fue… La mejor de Jerez. Y quizás la mejor cantaora jerezana de todos los tiempos, a la que he querido recordar con todo mi cariño, cuando Jerez se dispone a celebrar de manera oficial el Día Mundial del Flamenco. Porque, en ese día su nombre no puede faltar, junto a los de otras célebres cantaoras, como La Serneta y La Paquera, sin ir más lejos.
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