Por los altos de Montegil y Capirete: el telégrafo óptico en Jerez

En torno a Jerez

Un recorrido por las torres de telegrafía construidas a mediados del XIX

la desaparecida torre del Capirete.
la desaparecida torre del Capirete.
José Y Agustín García Lázaro

19 de octubre 2013 - 01:00

EL antiguo Camino de Lebrija, también conocido como carretera de Morabita, guarda muchas sorpresas para el paseante curioso que quiera conocer este rincón de nuestro término municipal. Una de ellas, apenas hemos cruzado el puente sobre la Ronda Oeste, es la que se esconde tras el llamativo nombre de la 'Viña El Telégrafo', en el conocido Pago de Capirete. Este curioso topónimo evoca una pequeña historia.

En plena era de la telefonía móvil, cuando ya las barreras de la comunicación parecen no existir, no dejan de sorprendernos las soluciones que en épocas pasadas se adoptaron para dar respuesta a la necesidad que a lo largo de los tiempos han tenido los hombres y los pueblos para transmitir información a grandes distancias. Por no remontarnos más allá de los siglos medievales, basta con recordar el papel que en ello jugaron las castillos, atalayas y torres de almenara repartidos por toda la campiña que, junto a las funciones defensivas, fueron también una pieza fundamental para la comunicación de los peligros y amenazas que acechaban al territorio. Se valían para ello de hogueras y ahumadas poniendo así en conexión puntos distantes del alfoz, incluidas las zonas costeras, con la ciudad. Como recuerda el historiador Bartolomé Gutiérrez, estas torres "eran atalayas para enemigos, avisándose de unas a otras con los hachos encendidos; de modo que en corto espacio de tiempo, se noticiaban las novedades que ocurrían en toda la costa y su comarca. El contenido de los mensajes que podían transmitirse con este rudimentario sistema de "telecomunicación", eran muy limitados pero a buen seguro resultaron eficaces para el aviso de graves riesgos. Fray Esteban Rallón nos cuenta en su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera cómo la torre existente en las cumbres de la Sierra de San Cristóbal, visible desde Jerez, daba aviso a la ciudad de las amenazas procedentes de la costa y desempeñaba un papel fundamental, a decir de Rallón, como "… árbitro del océano y de la tierra, índice de la paz y de la guerra que con sus fuegos y albarradas avisa a nuestra ciudad y su comarca de lo uno y lo otro".

Como ha escrito el profesor Emilio Martín, las Ordenanzas Municipales de 1450, dedicadas a la guerra, prestan gran importancia al mantenimiento de estas atalayas, designándose personas encargadas de las almenaras y ahumadas para comunicar mensajes de peligro, mencionando los principales lugares desde los que se hacían, entre los que se citan "san Cristóual, en la Cabeça del Real, en la Torre de Diego Dias, en la Cabeça de Espartrynas, en el Torrejón de Asta, en el Cabeça de Macharnudo".

Con el paso de los siglos, estos imprecisos "sistemas de comunicación a distancia" mejorarán notablemente, pero aún deberemos esperar hasta finales del siglo XVIII para que hagan su aparición los primeros inventos de telegrafía aérea u óptica. Como nos recuerda el profesor Carlos Sánchez Ruiz, quien a través de sus trabajos de investigación y sus publicaciones ha difundido como nadie la historia de la telegrafía óptica en nuestro territorio, el de mayor éxito fue sin duda el del francés Claude Chappe. Señala Sánchez Ruiz que "en 1793… construyó un telégrafo de señales ópticas o visuales que se extendió por toda Francia durante la primera mitad del siglo XIX hasta formar una amplia red de líneas de torres telegráficas. Cada torre, mediante un aparato telegráfico en su parte superior, mostraba un mensaje codificado que podría observarse a gran distancia mediante anteojos acromáticos", de gran alcance y claridad.

En España, será el ingeniero y militar Agustín de Betancourt quien introduzca el telégrafo óptico, instalándose en 1799 una primera línea de cuatro torres entre Madrid y Aranjuez, proyectándose también otra mucho más ambiciosa de treinta torres hasta Cádiz que, por problemas económicos, no llegó a ejecutarse.

Desde ese momento, se suceden en nuestro país diferentes proyectos y, por limitarnos solamente a los vinculados a nuestro territorio, mencionaremos el impulsado en 1805 por el gobernador militar de Cádiz y Capitán General de Andalucía, Francisco Solano, quien, como expone el profesor Sánchez Ruiz en su trabajo sobre Los telégrafos ópticos de Jerez, encargó al ingeniero militar Francisco Hurtado la creación de las llamadas Líneas telegráficas de Cádiz, que funcionaron hasta 1820. Estas líneas pioneras permitieron la comunicación por telégrafo óptico de la capital gaditana con las poblaciones de Sanlúcar, Jerez, Medina y Chiclana y tenía, básicamente, fines militares. El citado autor, de cuyos trabajos hemos tomado las referencias históricas que se citan, supone que la torre de Jerez debió estar ubicada en el Alcázar o en las proximidades del actual depósito de aguas de El Tempul, conectando visualmente con la zona de El Puerto de Santa María. Esta primera línea telegráfica será utilizada en 1820 por Rafael de Riego, cuando tras su levantamiento en Las Cabezas de San Juan contra los absolutistas enviará un ultimátum al jefe militar de Cádiz a través del telégrafo óptico. Como apunta el profesor Sánchez Ruiz, durante su estancia en Jerez, Rafael de Riego tiene noticias de que las tropas revolucionarias de Quiroga han sido rechazadas en la entrada de Cádiz. Su reacción no se hace esperar tomando con sus tropas la trocha de Jerez al Puerto. Al llegar al Puerto de Buena Vista divisará Cádiz y (tal como escribe el historiador Adolfo de Castro, en su Historia de Cádiz y su provincia) "agitado de su esperanza y de su valor, y creyendo que todo le era fácil desde que había visto que tardaban en apoderarse de las ciudades lo que en pisar su recinto, se apoderó del telégrafo (en el Cerro de Cabezas, cerca del Puerto) y por medio de él (hasta el Telégrafo Principal de Cádiz) intimó al gobernador de Cádiz la inmediata rendición de la plaza". (Tomo II , página 87).

Volvemos ahora sobre el comienzo de nuestra historia y nos situamos de nuevo en la carretera de Morabita y en la Viña El Telégrafo, ya que en este lugar, situado en lo más alto del Cerro de Capirete, que da nombre a un famoso pago de viñas, se instaló una torre de Mathé, una de las 59 que ponían en comunicación Madrid con Cádiz.

En 1844 el brigadier José María Mathé recibió el encargo del Ministerio de la Gobernación de poner en marcha tres grandes líneas de telegrafía óptica: Madrid-Valencia-Barcelona-Gerona, Madrid-Irún y Madrid-Cádiz. Esta última, conocida como la Línea de Andalucía contaba con un total de 59 torres, casi el doble de las previstas en el proyecto de Betancourt en 1799, y tardó más de tres años en construirse en su totalidad si bien fue entrando en servicio por tramos. En 1850 ya funcionaba el de Madrid- Puertollano y hasta 1853 no terminó de construirse la última torre en San Fernando, junto al Real Observatorio de la Armada.

En la última parte de su recorrido, desde Sevilla hasta San Fernando, la línea contaba con 12 torres en los siguientes lugares: Sevilla, Quinta de las Monjas (Dos Hermanas), Dehesa de Bujadilla (Alcalá de Guadaira), Venta Alcantarilla (Utrera), Las Cabezas de San Juan, Cornegil (Lebrija), Montegil (Jerez), Cerro de Capirete (Jerez), Cerro Cabezas (Puerto de Santa María), Cádiz, Torregorda y San Fernando. Veamos algunas de las más cercanas a Jerez.

La torre Mathé de Las Cabezas de San Juan, ya desaparecida, estuvo ubicada en el cerro Mariana, al este del actual casco urbano, tal como puede observarse en una litografía que ilustra la Guía del Viajero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz (1864) donde puede apreciarse sobre la torre la típica maquinaria óptica que las caracteriza. Enlazaba visualmente con la siguiente torre, construida sobre el Cerro de Cornegil (próximo al Rancho de Majada Vieja), a mitad de camino entre El Cuervo y Lebrija, junto a la carretera que une ambas poblaciones y que aún muchos conocen como Cerro del Telégrafo. Ya en el término de Jerez, la red continuaba con la torre situada en el Alto de Montegil, desaparecida en la actualidad, que estuvo ubicada en el paraje donde hoy pueden verse grandes antenas de telecomunicaciones. Desde este punto se observa una inigualable perspectiva sobre las campiñas y marismas del bajo Guadalquivir.

Y, por fin, llegamos a la Torre de Capirete, también en tierras jerezanas, que estuvo ubicada en el Cerro del mismo nombre y que pasó a conocerse con los nombres de Cerro del Telégrafo, Telégrafo de Capirete o Viña El Telégrafo, como hoy se la denomina, en una feliz pervivencia del curioso topónimo que tuvo su origen cuando se construyó, allá por 1850. Aunque permaneció erguida durante muchos años, sus últimos restos se demolieron al construirse en su emplazamiento una bodega.

Desde Capirete se conectaba visualmente con la siguiente torre, ubicada en el Cerro Cabezas, ubicado a 4 kilómetros de El Puerto de Santa María, en la margen izquierda de la carretera que une esta población con Sanlúcar. En la actualidad, enclavado en un campo de golf, sobre el cerro se ha construido un gran depósito de agua. La torre del Cerro Cabezas fue, al parecer, utilizada anteriormente en la línea de telégrafo óptico entre Jerez y Cádiz que construyó el ingeniero militar Francisco Hurtado, a la que nos hemos referido.

La siguiente torre de la red, tal vez una de las más emblemáticas era la situada en la muralla de Cádiz, elevándose sobre la Puerta de Tierra, que se conserva como uno de los símbolos de la ciudad de Cádiz. Sobre ella se situaba el mecanismo óptico de Mathe que entró en funcionamiento en 1851. La línea se prolongó posteriormente hasta San Fernando, para lo que fue necesario construir una torre de enlace (Torregorda), a mitad de camino del arrecife que une ambas poblaciones y de la que no queda sino el tópónimo que la recuerda. La última de las torres de la Línea de Andalucía, la denominada Torre Chica, se levantó junto al Real Observatorio de la Armada, en San Fernando, donde aún se conserva a los pies de otra gran torre, Torre Alta, como recuerdo permanente de esta gran iniciativa de mediados del XIX que supuso la instalación de la red de Telegrafía Óptica.

Sin embargo, el gran esfuerzo económico y de ingeniería que se realizó para la construcción de la línea de torres de Mathé, se aprovechó sólo unos años ya que, al poco de concluirse los trabajos, comenzó a desarrollarse la telegrafía eléctrica, que desplazó a la óptica en poco tiempo. Tanto es así que en 1868, el año en el que la mencionada litografía de Las Cabezas de San Juan nos muestra la torre con su maquinaria óptica, una Real Orden dispuso la enajenación de las máquinas existentes en todas las torres que, ya sin funcionalidad, se fueron arruinando progresivamente.

Los restos de algunas de ellas persisten todavía e incluso otras han sido restauradas en distintos puntos del país para recordar que, en tiempos pasados, la telegrafía óptica consiguió poner en comunicación a los pueblos y los hombres, con mayor rapidez que ningún otro medio lo había hecho hasta entonces.

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