Un paseo por los Montes de Propios de Jerez
En torno a jerez
Itinerario de La Albina
Los Montes de Propios de Jerez tienen su origen hace más de siete siglos, tras la conquista cristiana del territorio, como resultado de la agregación del término de Tempul al alfoz de nuestra ciudad en el año 1300 por la donación del rey Fernando IV. Este inmenso patrimonio municipal, que debió contar durante el siglo XVIII con más de 35.000 hectáreas, se ha visto reducido en la actualidad hasta una superficie aproximada de 7.000 hectáreas, enclavadas en el Parque Natural Los Alcornocales. Paradójicamente, estos montes que nacieron como bienes comunales, es decir, propiedad del 'común' de los vecinos de Jerez, permanecieron hasta hace unos años cerrados e inaccesibles en la práctica para los jerezanos. Las reivindicaciones de diferentes colectivos ciudadanos agrupados en la Plataforma para la regulación del Uso Público de los Montes de Propios de Jerez, se vieron parcialmente atendidas con la apertura en diciembre de 2004 de cuatro itinerarios para la práctica del senderismo y la educación ambiental. (1)
En la actualidad, las rutas (2) para conocer estos espacios naturales de gran riqueza ecológica y paisajística, son las de Rojitán, Cerro del Charco, Brañahonda y La Albina, estando en estudio la apertura de otras cinco por los parajes de Pico de la Gallina, Montifarti, La Jarda-Casa de Torres, El Quejigal y La Jarda-Arroyo del Parral. En nuestra visita de hoy, en torno a Jerez, vamos a recorrer uno de los itinerarios más completos y variados de entre los que actualmente pueden realizarse en los Montes de Propios: el de La Albina. ¿Nos acompañan?
Nuestro paseo se inicia en las inmediaciones del Puente del Arroyo del Astillero donde habremos aparcado los vehículos y al que habremos llegado por la carretera que conduce al Charco de los Hurones. Como el resto de las rutas autorizadas, el itinerario de La Albina discurre en su totalidad por espacios enclavados en el Parque Natural de los Alcornocales. Con un recorrido circular cercano a los 12 km., discurre en su mayor parte por pistas forestales y está considerado como de dificultad media-baja, por lo que es recomendable para quienes quieran acercarse al conocimiento del bosque mediterráneo.
Junto al puente, bien señalizado, parte el camino que conduce a La Alcaría que recorreremos en sus primeros quinientos metros. Llegaremos entonces, tras pasar por un llano con magníficos ejemplares de quejigos, a una angarilla situada junto a la puerta de acceso a dicha finca, a la derecha del camino y en las proximidades de la casa del Astillero.
Desde aquí parte una pista forestal que se interna, en este primer tramo, por un alcornocal aclarado donde no faltan acebuches y quejigos. Al poco, el camino avanza en paralelo al cauce del Arroyo del Astillero que nos acompaña a nuestra izquierda durante buena parte de nuestro itinerario. Salvo en determinados periodos de la estación seca, el agua corre por entre los grandes cantos de arenisca que salpican su cauce y se remansa en pozas y albinas. Su murmullo nos acompañará a lo largo de todo el recorrido.
El curioso topónimo que da nombre a este arroyo (que en algunos mapas figura indistintamente como del 'Artillero'), alude a la antigua vinculación de estos montes a la Armada ya que, especialmente en el siglo XVIII, los veedores de la Marina seleccionaban en estos bosques los mejores ejemplares de quejigos para utilizar su madera en la construcción naval. (3)
El Arroyo del Astillero se forma con la unión de los arroyos Albina de las Flores, de La Zarzalera y del Quejigal, a los que se suma después el de La Alcaría. Su cauce está escoltado por la típica vegetación de ribera presente en los 'canutos' de estas sierras del sur y en el bosque en galería no faltan especies arbóreas como alisos, fresnos o sauces, siendo también frecuentes otras de porte arbustivo como tarajes, adelfas, ojaranzos o avellanillos. Una espesa maraña vegetal oculta a veces la visión del arroyo debido a que en sus orillas, en las zonas más húmedas y umbrosas, prospera una densa vegetación arbustiva, así como especies trepadoras entre las que pueden verse zarzas, escaramujos, durillos, nuezas, zarzaparrillas, hiedras…
En un pequeño claro que se forma en las laderas, a la derecha del sendero, descubrimos un pilón que alimenta un cercano manantial protegido por una rústica construcción. Ambos fueron restaurados gracias a las tareas de un Campo de Trabajo que ha rescatado también otros elementos del patrimonio rural de los Montes. Buena parte de estos manantiales y fuentes de los Montes de Jerez han sido catalogados por J.M. Amarillo Vargas y J.A. Sánchez Abrines y pueden consultarse en www.conocetusfuentes.com (4)
A partir de este punto, cuando apenas hemos recorrido 1,5 km, una malla metálica (a la izquierda del sendero) nos acompañará durante un buen trecho, impidiendo el acceso al arroyo y siendo una auténtica 'barrera' para la fauna silvestre a pesar de las 'pasaderas' que se han practicado en su base, cada cierta distancia, para el paso de pequeños mamíferos. Entre los alambres de esta vallado encontramos lo que queda del esqueleto de un pequeño corzo que, atrapado sin posibilidad de escapar, acabó por morir sirviendo de alimento a los buitres que, desde este lugar, pueden verse posados en los cercanos riscos que despuntan al otro lado del arroyo. A los pies de este lomo rocoso se une al Arroyo del Astillero el de La Alcaría.
Junto al sendero, en pequeños claros del bosque, nos será fácil ver las soleras de los antiguos hornos de carbón, los boliches. En épocas pasadas el carboneo ocupó a no pocos arrieros, pastores y carboneros en estos parajes. Acebuches, agracejos y, sobre todo quejigos, proporcionaron leña abundante para la fabricación de carbón vegetal. Viejos quejigos, desmochados y deformados nos muestran las cicatrices de aquellas podas inadecuadas que facilitaban después el ataque de hongos y parásitos. Con venían de la mano los procesos de pudrición de la madera que acabaron con muchos ejemplares centenarios.
El grueso tronco de uno de estos grandes quejigos, abatido por el viento, obstaculiza el paso por el camino, poco antes de que se termine el vallado y se cruce el lecho del arroyo por un pequeño vado fácilmente franqueable. A partir de este punto el sendero deja a su derecha el arroyo mientras discurre a los pies de la Loma de los Alcázares. En sus laderas el bosque se aclara presentando una zona más abierta de vegetación en la que se suceden pequeños prados. Estamos ahora en la vegueta de La Papicha y donde encontramos otro pilón alimentado por la fuente de la Papicha. El manantial está protegido por una pequeña hornacina construida con bloques de arenisca y coronada por un singular tejadillo cónico. (4) Entre los prados, a la sombra de los alcornoques y quejigos, junto a los espinos, durillos y labiérnagos, oyendo el rumor del arroyo, descansamos un rato para reponer fuerzas.
Continuamos de nuevo el camino para llegar, al poco, a un hermoso paraje en el que el arroyo forma una gran poza alargada, una 'albina', sombreada por fresnos, alisos y quejigos. Las albinas son, en estos entornos serranos, las pequeñas zonas encharcadas que se concentran en las vaguadas de las vegas y en los llanos que se abren en el bosque, cuyo suelo arcilloso actúa como base impermeable que permite la acumulación de agua (5). Situadas en la mayoría de los casos al pie de la falda de un monte, también se aplica este nombre a las pozas y charcas que se forman en el cauce de los arroyos y que se mantienen con agua durante el verano, mientras el resto del cauce está seco.
Seguimos nuestra ruta tras recrearnos en este paraje y en la 'albina'. Al cruzar a la otra orilla del arroyo reclamarán nuestra atención unos curiosos cercados que volveremos a encontrarnos en otros lugares del itinerario. Se trata de trampas para cerdos ibéricos asilvestrados que se han hibridado con los jabalíes autóctonos. En sus proximidades podremos ver también unas pantallas de brezo que no son sino un 'observatorio' de corzos, que acuden también a este rincón del bosque donde se han dispuesto comederos debidamente protegidos para que en ellos no puedan entrar los 'cochinos' o los venados.
Tras un pequeño repecho, abandonamos el llano de la 'albina' para llegar a una pista forestal. Hasta este punto habremos recorrido algo más de 4 Km. desde que iniciamos nuestro itinerario. Tomaremos la pista en sentido ascendente, es decir, hacia la derecha, internándonos por las laderas de umbría, cubiertas de alcornocal, de la Loma del Charco, Majadal Alto, Cerro de Malilla y Cerro del Charco. Durante casi 5 km, la pista irá ganando altura suavemente los que nos permitirá obtener magníficas vistas de todo el conjunto de sierras y cerros escarpados que constituyen los Montes de Jerez.
A lo largo del camino se suceden los cercados con trampas para 'cochinos asilvestrados', los comederos y bebederos para corzos y unas curiosas artesas de madera a las que los venados acuden en busca de la sal que la guardería de los Montes les proporcionan. De vez en cuando, nos sorprenden en las laderas soberbios ejemplares de alcornoques o de quejigos, que siguen apareciendo en las zonas más umbrosas donde es fácil también ver helechos, polipodios, ombligos de Venus, doradillas, musgos y líquenes… creciendo sobre las cortezas y las horquillas de los árboles o tapizando las lajas y los grandes bloques de arenisca que salpican el bosque. En ocasiones llamarán la atención del paseante las gruesas lianas de las hiedras, auténticos 'troncos' de gran grosor, que rodean a los árboles que les sirven de soporte.
A lo largo del sendero tendremos también ocasión de observar las numerosas especies que pueblan el sotobosque del alcornocal en el que no faltan jaras y jaguarzos, lavandas, escobones, brezos, aladiernos, agracejos, madroños, durillos, labiérnagos, ruscos o laureles (más escasos) por citar sólo algunas. Si realizamos el itinerario en primavera disfrutaremos aún más de la floración de numerosas especies arbustivas o herbáceas que harán de nuestro paseo, una oportunidad inigualable para observar flores. En esta ocasión, la jara pringosa, las aulagas y las lavandas y cantuesos ponían la nota de color en las laderas más abiertas del alcornocal a ambos lados del camino. Un guarda nos recordaba aquello de "cantueso florío, corzo parío".
Tras una caminata de casi cinco kilómetros, la pista llega a lo más alto, próxima ya a su fin, dejando ver al norte la presa y la lámina de agua del embalse de Los Hurones y los perfiles de la Sierra del Pinar y de la Sierra de la Silla. El paseante puede observar estos dilatados horizontes desde un mirador a la orilla del camino en cuyas cercanías un mogote de arenisca guarda en sus paredes un curioso abrigo rupestre. A partir de este punto se inicia un suave descenso y, unos quinientos metros abajo, abandonaremos la pista para tomar un sendero a la derecha que nos conduce hasta la cercana casa del Charco perteneciente a la guardería forestal de los Montes, al pie de la carretera. Desde aquí caminando algo más de un km en un suave descenso por la orilla de la carretera, llegaremos hasta el puente del Arroyo del Astillero, donde iniciamos horas antes nuestro recorrido, dando así fin a nuestro itinerario.
El lector interesado puede encontrar información complementaria, referencias bibliográficas y mapas en http://www.entornoajerez.com/
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