Por el Guadalete con el jesuita Martín de Roa (1617)
Un recorrido por el río y sus paisajes a comienzos del s. XVII
EN diferentes ocasiones hemos visitado en estas páginas de entornoajerez las riberas del río y nos hemos ocupado de sus paisajes más sobresalientes, tal como podemos contemplarlos en la actualidad. Sin embargo, hoy les proponemos un recorrido por el Guadalete dando un salto hacia atrás en el tiempo de cuatro siglos, de la mano del jesuita Martín de Roa, para conocer como era este río a comienzos del siglo XVII.
Nuestro escritor (Córdoba, 1560- Montilla, 1637) fue un ilustre erudito que llegó a ser rector del Colegio de la Compañía de Jesús de Jerez, así como de los de otras ciudades andaluzas. Ocupado también en la investigación histórica, escribió diferentes trabajos, de acuerdo al gusto de la época, en los que trataba de indagar sobre la antigüedad de algunas de las ciudades (Córdoba, Málaga, Écija) cuyos colegios jesuitas dirigió. El libro que dedicó a Jerez lleva por título 'Santos Honorio, Eutichio, Estevan, Patronos de Xerez de la Frontera' y fue publicado en Sevilla en el año 1617, siendo una de las historias locales más antiguas escritas sobre nuestra ciudad. Tras la Historia de Xerez de la Frontera de Gonzalo Padilla, obra del siglo XVI, considerada como la primera Historia Medieval de Jerez, la del padre Martín de Roa, bien puede ocupar el segundo puesto.
El capítulo XVI de su libro está dedicado a nuestro río y lleva por título 'Del Río Guadalete, quantos aya dente nombre en España. Orige de su apellido: i sus cualidades' (1). En él, además de ocuparse de los orígenes mitológicos de su nombre, realiza una de las primeras descripciones que sobre el Guadalete se han publicado, aportando datos de gran valor para conocer aspectos geográficos de la comarca, y del papel de la importancia del río como fuente de riqueza y vía de comunicación para las poblaciones ribereñas. Ya en el siglo XVII, se pone de relieve la importancia del embarcadero del Portal como salida natural hacia las poblaciones de la Bahía de los productos jerezanos, informándose también del transporte fluvial que por el Guadalete se realiza de las distintas "mercaderías" con las que comercia la ciudad.
La descripción comienza así: "Al medio dia desta ciudad de Xerez de la Frontera, distante como una milla passa el Rio Guadalete conocido segun escriven Autores, en la antigüedad. Nace a los fines de la España i del mundo, qs los antiguos conocieron, en las tierras de Ronda tres leguas sobre ellas en lo mas aspero de la montaña: llega a la ciudad, i atravessando las tierras de Xerez recoge las aguas de sus fuentes, i gargantas; sale a lo llano tan caudaloso, que no da vado a los passageros. Passa cerca de la ciudad de Arcos, viene regando los canpos de Xerez hasta el Monasterio de la Cartuxa; donde tiene una puente de piedra, maravillosa labor, qs iguala a las mejores de España.
Tiene aquí la ciudad unos molinos que rinden cada un año tres mil ducados del possito: i la pesqueria de los sabalos, qs los naturales llaman Almona, dos mil tambien a sus propios".
En su relato, el padre Martín de Roa da cuenta de las principales ciudades y paisajes que recorre el Guadalete desde su remoto nacimiento "en lo más áspero de la montaña", en un lugar situado en "los fines de la España y del mundo", como denominaban los antiguos a esos parajes. Sin aludir directamente a Grazalema, puesto que todavía no se había fijado geográficamente su lugar de nacimiento, se apunta el origen del río en las "tierras de Ronda". Medio siglo más tarde, cuando Fray Esteban Rallón escriba su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera… también situará las fuentes del Guadalete en la misma comarca de la sierras de Ronda, "a quien los antiguos llamaron montes Oróspedas" (2).
Martín de Roa apunta un dato curioso acerca de la naturaleza caudalosa del río que en"lo llano", es decir, en las tierras de la campiña, "no da vado a los pasajeros". Y no le falta razón al jesuita ya que conviene recordar que, salvo el viejo puente de Zahara y el puente de barcas de Arcos, el río no podía vadearse más que en los meses secos por contados lugares como los azudes de molinos o los parajes donde se acumulaban depósitos de cantos rodados, los "cascajares", por donde cruzaban personas y bestias de carga.
En su relato se citan también los principales lugares que se vinculan tradicionalmente al Guadalete, con las indeterminaciones ya comentadas de su curso alto, y así menciona "la sierra", Arcos, Jerez, La Cartuja, El Portal, Sidueña, El Puerto… La descripción se recrea en uno de los rincones más estrechamente relacionados con Jerez y el río: los alrededores del monasterio de La Cartuja. Junto a "la puente de piedra", que cuando Martín de Roa publica su libro apenas llevaba 75 años en uso (3), señala también las utilidades que el Guadalete proporciona a los ribereños, mencionando la existencia en su curso de aceñas y molinos, huertas o pesquerías de sábalos y apunta datos de gran interés económico que revelan ya el aprovechamiento y los beneficios que el concejo de Xerez obtenía del río hace 400 años. La pesca de sábalos, "la Almona", que se realizaba mediante diferentes artes utilizando velos, trasmallos o con la instalación de tablas a modo de represa en los arcos del puente de Cartuja, continuaría en este mismo lugar hasta bien entrado el siglo XIX.
Con respecto a los molinos que menciona Martín de Roa, en 1617 apenas llevaban 35 años construidos. Como señala el historiador Manuel Romero Bejarano, entre 1581 y 1582 se edificaron a cargo del cordobés Hernán Ruiz III, maestro mayor de obras de la ciudad de Córdoba. Si bien en los años siguientes sería preciso realizar numerosas reparaciones en el azud, lo cierto es que la ciudad pudo contar desde entonces con sus flamantes "molynos de la puente", tal como nos lo recuerda la lápida que aún podemos ver junto a uno de sus arcos en la trasera de la actual Venta de Cartuja. Estos Molinos de la Villa, estuvieron en funcionamiento hasta 1895, año en que las instalaciones quedaron inutilizadas por una riada, siendo sus últimos arrendatarios la familia de D. Miguel Primo de Rivera (4).
Dejando atrás el Puente de Cartuja y las riberas del Monasterio, el padre Roa continúa su descripción dando noticias del puerto de Jerez: El Portal.
(…) Corre desde aquí acercandose a la ciudad, hasta llegar al Portal: assi llaman el puerto donde fe cargan, i descargan las mercaderias, que vienen, o salen de Xerez, apartado della como dos millas: lugar de registro. Naveganle carabelas, i vasos de hasta cien toneladas, con gran beneficio de naturales, i estrangeros, que tienen ordinaria contratación.
El tortuoso cauce del río debido a los numerosos meandros entre Jerez y El Puerto, el muelle del Portal y el arrecife que desde Jerez comunicaba con este embarcadero, eran temas recurrentes que preocupaban a la ciudad. Así, en la misma década en la que Martín de Roa nos ofrece su descripción del Guadalete en la que ya resalta la importancia del puerto jerezano, el capitán Cristóbal de Rojas, ingeniero de la Corte, visita la ciudad (1612) y plantea a los caballeros veinticuatro una serie de mejoras para facilitar la navegabilidad del río, proponiendo cortar su curso en dos puntos para enderezarlo y eliminar así varios meandros. En 1618, el Cabildo propone la construcción de un nuevo embarcadero, según el modelo del sevillano de la Torre del Oro, y apenas unos años después, el italiano Julio César Fontana presentará en 1621 un proyecto para levantar un nuevo muelle en El Portal (4). La importancia del puerto de Jerez queda también patente en el tamaño de las embarcaciones que llegaban hasta él, carabelas y vasos de hasta cien toneladas de peso, de ahí la permanente preocupación de mejorar la navegabilidad del río, las instalaciones portuarias y los accesos hasta El Portal por parte de comerciantes, vinateros y el propio concejo.
El recorrido termina con la descripción del curso bajo: (…) Prosigue el Rio su curso por las famosas huertas de Cidueña (terreno de los mas fértiles i mas ermosos del Orbe) hasta descargar en el Occeano de Cadiz, dexando formado en fu entrada el gran Puerto de Santa Maria, que antiguamente llamaron de Mnesteo Capitan griego fundador de aquella ciudad. Segurissimo abrigo en peligrosos temporales a las galeras, i navios de aquella costa. Sustenta en toda fu corriente azeñas, i molinos en grande numero, i beneficio de los lugares vecinos. Toda la tierra que baña es por estremo fértil, apazible, teplada en el invierno, i no rigurosa en el estio."
Nuestro escritor no escatima adjetivos para describir las huertas de Sidueña, en torno a la torre de Doña Blanca, paraje donde los manantiales de la Piedad han permitido desde antiguo regar huertas y mantener frondosas arboledas. No en balde, este lugar estuvo a punto de ser elegido como emplazamiento para la construcción del Monasterio de La Cartuja por estos motivos. La descripción termina con las referencias al "gran Puerto de Santa María", al modo en el que ya se recoge en las crónicas alfonsíes, a su fundación por el mítico "Menesteo" y a las bondades de la ría del Guadalete, que sirvió de invernadero y sede de la flota de Galeras Reales durante los siglos XVI y XVII así como de la Capitanía General del Mar Océano. En parecidos términos se expresa unas décadas después Fray Esteban Rallón quien añade que en El Puerto de Santa María "… los Excmos. Duques de Medinaceli tienen hoy su corte y donde nuestro famoso Guadalete hace puerto y segura bahía a las galeras de España" (6).
Cierra Martín de Roa esta curiosa estampa, que nos permite imaginar cómo pudo ser el río Guadalete a comienzos del XVII, con una descripción muy común en todas las obras de la historiografía clásica al referirse, sin nombrarlos, a los Campos Elíseos:"la tierra es por extremo fértil, apacible, templada en invierno, y no rigurosa en el estío" … Las tierras que cruza el mítico Letheo, el río del Olvido, nuestro Guadalete.
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