Aquella centenaria fábrica de botellas

Jerez en el recuerdo

De entre las empresas fabriles desaparecidas destacó sin duda como una de las más importantes Vicasa, más conocida por "Fábrica de botellas".

Aquella centenaria fábrica de botellas
Aquella centenaria fábrica de botellas
Antonio Mariscal Trujillo

29 de febrero 2016 - 01:00

NUMEROSAS han sido las industrias no bodegueras que a lo largo de la segunda mitad del pasado siglo XX fueron desapareciendo en nuestra ciudad. Recordemos la pujante industria litográfica y artes gráficas así como la de cartonajes que dieron riqueza y cientos de empleos. También tuvimos en Jerez fábricas de tejidos, de lápices, de cápsulas, de tapones corona para la cerveza, de pastas para sopa, de lacre, de juguetes, de ladrillos y cerámica, de productos farmacéuticos etc., todas ellas se perdieron para siempre. De entre estas empresas fabriles desaparecidas destacó sin duda como una de las más importantes Vicasa, más conocida por "Fábrica de botellas" como popularmente era conocida esta factoría jerezana, la cual fue para nuestra ciudad algo más que una mera instalación fabril, diríamos que formaba parte de su propia fisonomía. Tan familiar nos resultaba que ahora difícilmente podemos concebir esa zona sin sus enormes murallas de palés conteniendo miles y miles de botellas de vidrio listas para su transporte, y mucho menos sin sus altas chimeneas que aún siguen de pie.

Hasta noviembre de 2009, año en el que fue clausurada dicha fábrica, de allí manaba el humo de los únicos grandes hornos que han existido en nuestra población, atalaya y emblema que a la mayoría de jerezanos nos servía de fiel veleta de los vientos. Una actividad industrial que si alguna vez causó molestias al vecindario fueron escasas, a pesar que con el crecimiento de nuestra ciudad aquellas instalaciones quedaron en plena zona urbana. Aún así, siguieron conviviendo en casi total armonía con los vecinos de las nuevas zonas residenciales.

Monsieur Bocuce llega desde Lyón

Ahora repasemos un poco su historia. Como fábrica de vidrio soplado fue establecida en Jerez por un acaudalado francés de Lyón llamado André Bocuce en 1896. 'La Jerezana' que así se denominó aquella primitiva fábrica, comenzó la elaboración de botellas por el viejo sistema de soplado con caña. Como fácilmente se puede suponer, la instalación de esta empresa en Jerez respondía a la necesidad de cubrir la creciente demanda de botellas por parte de la próspera industria vinatera de la zona, hasta entonces mal atendida por la insuficiente producción de la fábrica de vidrio "La Constancia" situada junto a la plaza de toros en cuyos terrenos se alza la actual barriada de dicho nombre. La Constancia era ésta una sociedad constituida por un grupo de bodegueros locales y que terminaría siendo absorbida por la nueva y pujante compañía francesa.

'La Jerezana' de André Bocuce terminaría fusionándose con una compañía belga. Con este fin se establece en Bruselas una sociedad anónima con capital social de un millón seiscientos mil francos. A partir de entonces el sistema tradicional de soplado con caña es sustituido por modernas máquinas de soplado mecánico, las cuales son adquiridas a un fabricante francés de la ciudad de Cognac llamado Boucher. De esta manera aquella industria se transformaría en la nueva 'Compagnie Génerale des Verreries Espagnoles'.

Graves dificultades durante la Primera Guerra Mundial

Ya en el año 1918 bajo la dirección de León Loupot y Eugenio Laboisse, a pesar de las grandes dificultades impuestas por causa de la Primera Guerra Mundial (escasez de carbón para sus hornos, materias primas de todo tipo y repuestos para su maquinaria), circunstancias que obligaron a la fábrica a trabajar con uno sólo de sus tres hornos, la compañía contaba con una plantilla de 350 trabajadores. Desde el principio de la guerra esta industria vino sufriendo escasez y faltas agravadas por el mayor consumo, sobre todo de carbón que había que adquirirlo donde lo encontraran, de calidad inferior y a precios que triplicaban los que anteriormente pagaban. Igual ocurría con los materiales refractarios, los cuales antes del conflicto se usaban durante unos nueve o diez meses, y en esa época de escasez había que prolongar su uso bastante tiempo más al no poder encontrar material para sustituirlo.

Adelantada en beneficios sociales

En cuanto a la actividad social de la empresa para con sus operarios y familiares, diremos que eran beneficiarios de algo tan avanzado para la época como servicios médicos y farmacéuticos por cuenta de la compañía, así como una caja de ahorros y pensiones a la que la empresa dotaba con 500 pesetas mensuales que se distribuían entre todos los imponentes en función de las cantidades ingresadas en sus libretas de ahorros de la que percibían un interés del 4%. Además, cuando un operario contraía matrimonio, celebraba la boda de una hija, tenía un hijo o fallecía alguien de su familia, la Compañía le donaba la cantidad de 25 pesetas para ayudar a cubrir los gastos ocasionados. En este último aspecto, cuando el fallecido era un trabajador de la Compañía, todos los gastos del sepelio eran asumidos por la empresa. En 1925 la empresa se hizo española pasándose a denominar "Compañía General de Vidrierías Españolas" cuya sede central estaba establecida en Vizcaya. Contaba en esa fecha con una plantilla cercana a los seiscientos trabajadores.

Las instalaciones que actualmente permanecen aún de pie ya sin uso, situadas en el triángulo que forma Ronda de los Alunados y Avenida de Arcos hasta llegar a la vía férrea, fueron remodeladas en 1933 con la maquinaria y procedimientos tecnológicos más avanzados de aquella época. Tras la Guerra Civil comienza una nueva etapa de modernización en sus instalaciones y maquinaria en el que se automatiza todo el proceso de fabricación con maquinaria norteamericana marca "Linch", obteniéndose una producción diaria de 80.000 botellas de excepcional calidad. Se aseguraba en la prensa de la época que esta fábrica, en caso necesario, podría abastecer la mayor parte de las necesidades botelleras de todo el mercado nacional.

Ciento tres años de funcionamiento ininterrumpidos son muchos, no cabe duda, y dan muestra fehaciente de la extraordinaria adaptación de esta industria a los vertiginosos cambios del siglo XX, período en el que la humanidad avanzó más que en toda la historia.

Del esplendor al ocaso

A su cierre, la Fábrica de Botellas de Jerez contaba con una plantilla de casi dos centenares de trabajadores y una producción que en 1999 llegó a las ciento veintiún mil toneladas, lo que equivalía a la fabricación de 260 millones de botellas. En sus instalaciones se elaboraban no sólo las negras botellas para el mundialmente famoso "jerez", sino también para importantes marcas de cerveza, de bebidas carbónicas y para prestigiosas firmas de cavas catalanes. Sus altas chimeneas ya casi en el centro de la población, siguen siendo todavía figura familiar y enseña local, aunque ya dejaron de ser veleta de estos alrededores urbanos.

La desaparición de nuestra emblemática y centenaria fábrica de botellas fue otro duro golpe más para el desmantelamiento industrial de nuestra zona, cuyos antecedentes fueron la desaparición de la otrora importante industria auxiliar del vino y de otras muchas instalaciones fabriles que antaño hicieron de Jerez una ciudad próspera. Hoy sus tres altas chimeneas ya no lanzan el blanco humo hacia el cielo ni señalan los vientos, pero siguen siendo testigos mudos de un pasado de nuestra ciudad que ojalá algún día no lejano pueda renacer.

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