Vientos
Un recorrido por los paisajes del viento en nuestra campiña
DE nuevo soplaba el viento de Levante. Hacia el mediodía se paró el tiempo y comenzó un minuto eterno de polvo y arena. Los eucaliptos, las faldas y los toldos cobraron de repente una nueva vida, alada e inquieta…" Así, con el Levante, arranca la novela 'Del Viento al Infinito', obra del escritor jerezano Sebastián Rubiales(1), con ese mismo Levante que nos recuerda que, en muchas ocasiones y sin esperarlo, el viento se hace presente en nuestra tierra con una fuerza arrolladora para recordarnos que ésta es la provincia del viento.
Más que ningún otro meteoro, si hay un hecho climático que caracterice a la provincia de Cádiz, ese es el viento, especialmente en el sur y en la costa atlántica, donde sopla con fuerza todo el año. Y es que el viento, con su terquedad y persistencia, ha condicionado no pocos aspectos de nuestra existencia cotidiana: el urbanismo de algunos de nuestros pueblos y ciudades con su peculiar estructura de callejas estrechas e intrincadas, la agricultura, los modos de vida, la preservación del litoral de la fachada sur atlántica de la provincia, la vegetación y los paisajes, el ocio y el turismo... (2).
El incansable trabajo constante del viento ha construido las barras arenosas y las dunas de muchos parajes costeros (Caños de Meca, la Algaida, Valdevaqueros, Punta Paloma, Trafalgar, Valdelagrana,…) y ha sido también quien ha frenado la voracidad inmobiliaria y la especulación urbanística y depredadora del territorio en muchos rincones de nuestro litoral y así, gracias al viento aún podemos disfrutar de espacios naturales en relativo buen estado de conservación.
El viento ha posibilitado las explotaciones salineras y ha remodelado así los paisajes marismeños, condicionando también el uso del suelo y la agricultura. Buena parte de las regiones costeras y de la mitad sur de la provincia, las conocidas 'campiñas con Levante' han debido orientarse hacia la ganadería ante los frustrados intentos de desarrollar cultivos, siempre limitados por la acción del viento de Levante, que termina por asurar las cosechas en los secanos. Ante su fuerza de poco sirven las pantallas vegetales de cipreses, de cañas o de 'transparentes' que vemos en La Ina, Río Viejo, Malabrigo o Magallanes, por citar sólo algunos lugares de nuestra campiña más cercana en cuyos campos se libra esta singular batalla.
Los vientos dominantes en nuestro territorio son, principalmente, los conocidos como Poniente y Levante (3). El Poniente, de procedencia atlántica, se desplaza de Oeste a Este y suele ser húmedo y fresco, siendo el viento predominante en el Marco de Jerez y la campiña. A los vientos de poniente debemos principalmente las precipitaciones en nuestras comarcas, que aumentan en las zonas interiores de la provincia a medida que las masas nubosas, condicionadas por el relieve, ascienden y se condensan al enfriarse. El poniente veraniego tiene además un efecto benéfico en nuestros viñedos a los que aporta humedad en los meses más secos del estío, en un momento crucial para que los frutos consigan la maduración deseada. De la misma manera que para las cepas, es también beneficioso para la crianza de los vinos, mediante la 'flor' o flora microbiana en las bodegas por su carga de humedad. Como indica García del Barrio, sin el viento de Poniente, "puede decirse que no existiría el vino de Jerez, y sobre todo los vinos tipo 'fino', que tienen crianza biológica". Por contraposición al viento de levante, este autor señala que el de poniente tiene por principales características el ser un viento "húmedo, menos fuerte, frío y que sopla también en verano, que es cuando produce los máximos beneficios". (4).
Y luego está el Levante. Procedente del Sureste (y no del Este, como muchos piensan) y originado en las tierras continentales africanas, alcanza su máxima velocidad en la zona próxima al Estrecho de Gibraltar. En nuestras campiñas puede también soplar con gran fuerza, siendo por lo general un viento seco y de efectos negativos para la agricultura a la que condiciona y limita especialmente, cuando sopla abrasador y persistente en verano. No en balde está considerado el 'mayor azote agrícola' de la provincia, impidiendo los cultivos de cereal en el sector de la provincia más castigado por el viento. En el viñedo de nuestra campiña, su presencia hace disminuir enormemente la humedad ambiental que puede llegar hasta el 30% de humedad relativa del aire (más propia de climas desérticos), teniendo en cuenta que el promedio existente al mediodía, cuando el fruto está en sazón es de un 50% y del 75% durante la noche (4).
Isidro García del Barrio, menciona como las principales características del Levante el ser "seco, cálido, fuerte y veraniego" (5) y para ilustrar el poder que tienen la velocidad y el efecto secante de este viento, cuenta como anécdota que "la antigua laguna de la Janda, que tenía profundidades de hasta tres metros, se ha visto desecar en unas semanas con un temporal de viento de levante, incluso durante el invierno" (6).
Aunque hacia el interior los vientos de Levante pierden relevancia, se hacen también presentes y, pese a la dominancia anual del Poniente, la 'personalidad' del Levante marca también nuestro territorio y nos afecta, de una u otra manera, a todos. Como acertadamente apunta un dicho popular "no se pueden ponen puertas al Levante", a su carácter indómito y rebelde que sólo parecen entender y sobrellevar las veletas. Lo expresa magistralmente Sebastián Rubiales en su novela: "El Levante aparecía, de cuando en cuando, dejando señales de su capricho por trastocarlo todo, como una voluntad superior y despiadada."
Junto a ellos, otros vientos están también presentes en nuestro territorio, si bien no cobran la importancia de los anteriores. Así, los vientos del Suroeste que penetran por el Golfo de Cádiz (por el 'tercer cuadrante') son los que traen los grandes temporales de lluvias, el Norte, que baja las temperaturas y apenas se deja sentir en nuestra comarca, o el viento del Este, que muchos confunden con el Levante, y que se deja sentir con más fuerza en el sur de la provincia y en el Estrecho.
Si el viento condiciona, como se ha dicho, buena parte de nuestros modos de vida, de la actividad agropecuaria o de los usos del litoral, gracias a él se han desarrollado en las últimas décadas otras fuentes de riqueza. Así, el auge de algunos deportes náuticos que atraen tantos turistas a nuestras playas, la denominada invasión 'surfera', no sería posible sin el viento, el mismo viento que -paradojas de la vida- las desalojaba de bañistas cada vez que hacía su aparición e impedía su desarrollo urbanístico…
De la misma manera, de la mano de la abundancia de vientos, nuestro territorio ocupa un puesto de vanguardia en la producción de energía eólica. Lejos quedan los tiempos en los que la fuerza del viento movía las aspas de los molinos harineros de Vejer (donde aún se conservan algunos ingenios), Medina, Paterna o Jerez, donde todavía existe en la parte más elevada del barrio de San Miguel la calle Molino de Viento, para recordarnos el emplazamiento de un antiguo molino en nuestro casco urbano.
Los vientos soplan ahora a favor de las energías renovables y conviene recordar a este respecto, que si Andalucía ha experimentado un importante crecimiento eólico en la última década al multiplicar por casi 10 la potencia instalada, la provincia de Cádiz ha sido la de mayor crecimiento, contando a finales de 2015 con 67 parques eólicos en funcionamiento, disponiendo de un total de 1.308,99 MW, casi el 40% de la potencia eólica instalada en Andalucía (7). Tras Tarifa, Jerez es el segundo municipio andaluz con mayor potencia instalada, contando en la actualidad con 11 parques eólicos en los que hay funcionando un total de 162 aerogeneradores. Estos nuevos 'molinos de viento', de dimensiones colosales, levantados en torres de entre 80 y 90 m de altura, llaman la atención por sus enormes góndolas en las que giran tres grandes palas que, en el caso de las instaladas en los parques eólicos de la campiña, tienen entre 35 y 45 m de longitud. A diferencia de los primeros 'molinos' de Tarifa que producían apenas 100 kilovatios cada uno, los nuevos aerogeneradores ofrecen por término medio entre 1,5 y 2 megavatios de potencia.
Entre los parques de nuestra campiña destacan el denominado Jerez (en el Mojo), con 42,50 MW de potencia y 27 'molinos' instalados, el de Doña-Benita-Cuellar, próximo al anterior, con 32 MW y 16 aerogeneradores, o el de Chorreaderos Bajos, con 30 MW y 16 molinos, cercano a Gigonza y Paterna. En este mismo sector se encuentran también los dos parques de Los Isletes y el de Chorreaderos Altos, entre las lomas de las carreteras que unen Torrecera y San José del Valle con Paterna.
Por su ubicación en una planicie elevada sobre la campiña, destaca el parque de Bolaños, situado como el de Roa la Bota al sur de la ciudad, visibles desde la carretera de Medina en el paraje conocido como Mesas de Bolaños donde entre ambas instalaciones suman 31 molinos. Por último, situados al oeste del casco urbano, visibles desde las carreteras de Rota y Sanlúcar, se emplazan los parques de La Rabia, junto a la antigua viña de La Esperanza, el de Alijar (en tierras del cortijo del mismo nombre), y El Olivillo, cercano este último al paraje de La Ventosilla, en la carretera del Calvario, y próximo al antiguo estuario del Guadalquivir (8).
La riqueza generada por estas fuentes de energía alternativa y no contaminante, posibles gracias al viento, ha tenido como contrapartida el gran impacto visual que los aerogeneradores y las líneas de conducción eléctrica causan en muchos rincones de nuestro territorio. Es el tributo de un paisaje redibujado con los perfiles de estos nuevos molinos de viento que ya de manera permanente van a estar presentes en los horizontes de la campiña.
Consultar mapas, referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en http://www.entornoajerez.com/
También te puede interesar