El retorno de la fiebre del oro
La crisis, que empuja a muchas familias a vender sus joyas y el hecho de que este preciado metal se revalorice cada vez más, ha favorecido el creciente aumento de negocios de compra y venta
"Muchachos, creo que he encontrado una mina de oro". Con esa frase, vertida cerca del pueblo californiano de Coloma, James Marshall, carpintero de New Jersey (Estados Unidos) inauguraba en 1848 lo que con el tiempo se conocería como la Fiebre del Oro. Miles de inmigrantes estadounidenses y otros tantos llegados desde Europa, Asia y Oceanía llegaban a América para hacerse ricos buscando el dorado y preciado metal. Eran tiempos en los que el hambre y la pobreza acuciaban, por lo que eran muchos los que no dudaban en embarcarse para cruzar el océano y así poder intentar ver cumplido su particular sueño americano.
Hoy, en pleno Siglo XXI, 162 años después del descubrimiento de Marshall, la fiebre del oro ha vuelto a florecer. Ya no se desarrolla en grandes ríos, sino en las ciudades. La crisis económica que azota a todo el mundo, con especial virulencia a España y a Andalucía en particular, ha provocado que en los últimos dos años hayan empezado a florecer negocios de compra y venta de oro, a los que hay que sumar aquellas joyerías que tienen licencia y que desde siempre han comerciado con este material. Así, en Jerez, hasta 15 negocios exclusivos a la compra y venta se han abierto en los últimos 24 meses.
Y es que son muchas las personas que, apuradas por sus problemas económicos, no dudan en vender aquellas joyas por las que creen que pueden sacarle un buen pellizco. Muchas veces son alhajas que llevan tiempo cogiendo polvo en un cajón, aunque otras son piezas que usan casi a diario pero que no tienen más remedio que vender.
Así y todo, este auge no siempre se debe a estas personas con graves problemas económicos. También influye el precio que alcanza en el mercado este metal, ya que, de hecho, es una de las herramientas más seguras de inversión. Como señala Antonio Delgado García, presidente de Gold Sale, una franquicia especializada en su compra y venta y que tiene negocios en Arcos, Sanlúcar de Barrameda, Rota, San Fernando y Barbate, "el oro tiene un valor en sí mismo, vale simplemente porque es oro". Esto se debe a que es la única moneda que no está bajo el control de ningún gobierno y, por tanto, los políticos no pueden influir en ella. Además, el exceso de liquidez y el crecimiento de la oferta monetaria a nivel global están causando una devaluación del papel moneda, por lo que Delgado afirma que "aunque siempre ha sido un buen momento para invertir en oro, ahora, en la época en la que estamos, mucho más".
Todo ello ha contribuido a esta proliferación de negocios, algunos de los cuales utilizan las joyas para fundirlas y convertirlas en lingotes de oro que guardan para luego venderlos en el momento en el que su cotización suba y así puedan sacarle más beneficio.
Desde anillos a dientes
Regresamos al terreno más cruel en el tema del oro, el de aquellos que necesitan vender para subsistir. En la joyería Vilo, en la calle Porvera, sus propietarios reconocen que en los últimos tiempos ha aumentado considerablemente el número de personas que se han acercado hasta su tienda para interesarse por el tema y hacer negocios con sus alhajas. "Nunca habíamos visto esta necesidad. Ni siquiera en la crisis del año 92 pasaba esto", afirman. Ellos compran el gramo de oro de 18 kilates a 18 ó 19 euros, mientras que el de 24 kilates lo compran a mayor precio, como es lógico. En todos los comercios consultados, el oro de 24 kilates ronda en torno a los 30 euros el gramo. Hay que tener en cuenta además que su cotización no es fija, por lo que puede variar euro arriba, euro abajo.
En cuanto al perfil del vendedor de oro, tampoco se le puede denominar como 'estándar'. Lejos de pensar que suelen ser personas de avanzada edad, en joyería Vilo indican que "hay de todo, aunque mayoritariamente suelen ser personas de treinta y tantos a cincuenta años. Hay veces que son chavalillos. Los ves en la puerta, hablando por teléfono, consultándoles a algún familiar si está seguro de vender su joya y comentándoles a cuánto les saldría la operación".
También han escuchado muchos dramas. "Aquí viene desde el parado, al que no le da para pagar la hipoteca, el que dice que vende para comer..." Y no sólo se vende lo típico, como pulseras, sortijas, collares o alianzas. En el momento en que comenzamos la conversación, un matrimonio de avanzada edad comenta la posibilidad de vender hasta sus dientes de oro. "Es del bueno", comenta el hombre. "No sería el primero que viene queriendo vender una muela", indican los joyeros.
Eso sí, la legalidad en este tipo de negocios está asegurada. Una vez verificado el kilate de la pieza, para lo cual se usa un ácido, y después de que el cliente esté de acuerdo con el precio que le tasa el comprador, deberá cumplimentar una serie de datos, además de presentar su DNI así como una foto de la alhaja en cuestión. Estos datos se remiten posteriormente a la Policía Nacional, que verificará que la joya no ha sido robada.
Así y todo, la picaresca parece que también se acaba dando en ocasiones. Así, varios joyeros consultados por este medio señalan que no son pocos los clientes que les han venido contando que su joya en cuestión pesa diferente según el lugar al que acuden. "Hay que tener cuidado con eso, porque en algunos sitios te lo pesan sin que lo puedas ver con la intención de pagarte menos", señala un joyero que prefiere mantener su anonimato.
Otras muchas personas prefieren no deshacerse de sus joyas de manera definitiva, sino empeñarlas, una forma de crédito tan antigua como el mundo. Esta opción también la ofrecen la gran mayoría de estos negocios que comercian con oro. En el situado en la plaza Esteve, por ejemplo, renovar el empeño cuesta el 20% de la cantidad que te ofrecen por la pieza en cuestión, si bien este porcentaje puede variar según el sitio.
Y es que definitivamente la fiebre del oro se ha vuelto a instalar en la sociedad. Teniendo en cuenta que el valor del oro se ha multiplicado por cinco en el último lustro y que todo hace indicar que puede seguir revalorizándose, tendremos fiebre para rato.
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