"Duermo con mi cama atrancando la puerta"
María tiene miedo. No es la primera vez que experimenta este sentimiento en su vida, plagada de sinsabores, pero esta vez tiene miedo de verdad. Hace algunas semanas se atrevió a dar el paso que llevaba pensando tanto tiempo y acudió a un juzgado a denunciar a su maltratador. Su marido nunca le ha llegado a pegar, confiesa, pero no porque no lo haya intentado, ya que en más de una ocasión le ha lanzado objetos que no le han estallado en la cara de milagro. Lo suyo ha sido lo que hoy se denomina 'maltrato psicológico', algo que antes, cuando María se casó, no se llamaba así, en realidad no se llamaba de ningún modo porque nadie hablaba de ello, era algo considerado normal en la intimidad de un matrimonio.
Después de una vida entera de humillaciones, insultos, lanzamiento de objetos y patadas en las puertas, María un día se cansó y decidió denunciar a su maltratador. Madre de cinco hijos, siempre aguantó por ellos y por el qué dirán. En realidad aguantó mucho, hasta que un día ya no aguantó más. Uno de esos días en los que la violencia fue mayor que en otras ocasiones, María pudo haber llamado a la Policía Nacional para que acudiese a su domicilio, donde se había atrincherado en una habitación, para que los agentes entraran en la casa y se llevaran a su marido esposado. Pero no lo hizo pensando en sus hijos. No quería que pasaran por ese trago. "Nunca he pensado en mí, siempre he pensado en mis hijos y en lo que pensarían los demás", dice. Y por eso no llamó a la Policía y decidió en cambio acudir al día siguiente al Juzgado de guardia, donde puso una denuncia que tras la celebración de un juicio de faltas se convertirá para su marido, como máximo, en el pago de una multa o la realización de trabajos en beneficio de la comunidad. María no sabe qué pensar. Tras haber salido durante unas semanas de su casa para refugiarse temporalmente con un familiar, ahora comparte piso con su maltratador, a la espera del resultado del juicio de faltas. "Duermo con la cama atrancando la puerta, tengo mucho miedo", confiesa María, que se encuentra muy desorientada ya que se siente sola, no ha tenido en todo el proceso el apoyo de nadie, ni de sus hijos, ni del sistema judicial (ella pensó que al menos se dictaría una orden de alejamiento). Incluso el juicio comenzó sin la presencia de su abogado. Tampoco encontró el apoyo que buscaba en el Centro Municipal de la Mujer de El Puerto, al que acudió en busca de ayuda y por cuyas profesionales se sintió abandonada a la hora del juicio. Después de dos años de consultas y de haber sido animada a denunciar su situación, llegó la hora de la verdad y su abogado llamó a declarar ante la jueza a la psicóloga del centro municipal que la había atendido en este tiempo, con la que había hablado largo y tendido y a la que le había expresado su temor en múltiples ocasiones. Nadie acudió a declarar en su favor. Hace varios meses María trató de cortarse las venas, en un intento desesperado por llamar la atención de sus hijos, que tampoco la apoyaron en el juicio ya que ninguno quiso acompañarla. Pensaban que era mejor lavar los trapos sucios en casa. Su marido sí estuvo presente, y como es lógico lo negó todo. Ahora los dos conviven bajo el mismo techo y María tiene mucho miedo, tanto que como dice "me tiembla hasta el alma".
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