Una guitarra olvidada

Flamenco

El tocaor sevillano Pepe Martínez fue un reputado concertista en Londres y París. Fonotrón rescata uno de sus discos solistas más brillantes, de 1960

Juan Vergillos

11 de septiembre 2011 - 05:00

Pepe Martínez. Grabaciones originales años 1957-1960. Calé Records.

La información biográfica que aparece en la contraportada de este disco de Pepe Martínez (1923-1984) es la misma que leemos en todas las historias de la guitarra flamenca. Editado por vez primera en 1960 por Hispavox, este Lp recoge el contenido de epés aparecidos dos o tres años antes, recurso habitual en la época. Mi primer contacto con este guitarrista, en disco, fue el toque pulcro, refinado y sin embargo directo, que aparece en la segunda antología de Juanito Valderrama, Una historia del cante flamenco (Belter, 1968). Mi segundo contacto con él fue el capítulo que le dedica la serie Rito y geografía del cante emitido el 23 de julio de 1973. Sin poseer una técnica apabullante, Martínez convence por la veracidad de su toque, que consiste en una cierta placidez vital, en gustarse y recrearse con las notas y los silencios, que lo acercan a la guitarra clásica. Una lección de paz y contemplación que tendría un efecto benéfico hoy, de popularizarse, en la guitarra flamenca, y que lo encontramos en escasos intérpretes actucales como Alfredo Lagos o el Canito.

Por su tratamiento del compás de estilos como la guajira, tal y como escuchamos en esta obra, podemos apreciar que la evolución rítmica de determinados estilos ha venido siempre de la guitarra, afectando esta evolución también al cante, obviamente.

Martínez afirma en la entrevista incluida en el programa de televisión mencionado que tocó para todos los grandes intérpretes de la segunda ópera flamenca, la de posguerra: Marchena, Valderrama, Niña de la Puebla, Pepe Pinto, Canalejas, Manuel Vallejo, Niña de los Peines, Jacinto Almadén, etc. Aunque señala, a continuación, que prefiere el concertismo, carrera que llevó a cabo sobre todo en Francia e Inglaterra. Sus inicios como concertista tienen que ver con este último país ya que, según nos cuenta, fue a raíz del interés de un guitarrista aficionado y discípulo suyo de aquel país que comenzó a dar conciertos en universidades y conservatorios ingleses, grabando varios recitales para la BBC. A raíz de ello registra un puñado de discos para Columbia, Decca e Hispavox a finales de los 50 y primeros 60. Con todo, en su tierra siguió siendo prácticamente un desconocido, pese a la monumental exhibición que hizo en el disco de Valderrama arriba mencionado, con más de 50 toques diferentes, excepto para un selecto grupo de seguidores y discípulos entre los que se encontraban los ingleses Harvey, Jones, Ted Diggle y John Magarsliasch, que transcribió a la partitura la obra de Martínez, transcripciones que se editaron en Francia en los años 60.

Esta disco no es sino una personal visión del tocaor del legado clásico, con aportaciones propias en los niveles melódico, en forma de nuevas y originales falsetas, y rítmico. La obra combina estilos más melódicos, como tarantas y guajiras, con otros con el ritmo como protagonista como bulerías, con acompañamiento de palmas, seguiriyas y soleares, en los que demuestra que ser un estilista lírico no está reñido con el dominio del compás flamenco. La base melódica y armónica de esta disco es la obra de Ramón Montoya a la que imprime Martínez un acento rítmico muy marcado. Y todo ello con el marchamo de la pulcritud, la elegancia, el gusto por el matiz, y el respeto por el oyente, de manera que su discurso se ofrece con amabilidad, con donosura, sin excesos ni distorsión alguna. Incluso las formas tradicionalmente más agresivas, como la seguiriya, en la guitarra de Martínez aparecen pulidas y fácilmente accesibles para el oyente.

Pepe Martínez León vivió toda su vida en la Alameda de Hércules sevillana, donde se inicia al toque con 11 años impulsado por su madre, cantaora de saetas aficionada. No es sin embargo hasta los 17 cuando profundiza en su instrumento, gracias a sus vivencias en la Alameda de Hércules con los Cepero, Pinto y compañía. Todos estos datos los oímos de su propia voz, como digo, en la entrevista que se emitió en 1971, hecha en el salón de su casa, con un puro en la boca y enfundado en su batín. Vemos también, en el mismo programa, a Martínez paseando por las columnas y tomándose una cerveza en la barra de la Norte-Andaluza.

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