"La industria discográfica ha muerto, ya no vale"

Gerardo Núñez. Guitarrista

El artista jerezano habla de su trayectoria profesional, las anécdotas, recuerdos de tantos años con la guitarra y de proyectos como el novedoso 'Tabanco del arte'.

"La industria discográfica ha muerto, ya no vale"
"La industria discográfica ha muerto, ya no vale"
Arantxa Cala / Jerez

20 de noviembre 2011 - 05:00

Su padre era agricultor y aprendió a solfear en los descansos de la siega del trigo. Tocaba también la bandurria y el violín. De su familia, de origen granadino, ha heredado el amor por la tierra y la música. La pasión por los libros. El pequeño de nueve hermanos, Gerardo Núñez empezó a estudiar la guitarra con Rafael del Águila y a tocar en la Cátedra de Flamencología. Un niño “adelantaíto”, nacido en el jerezano barrio de El Pelirón, que ya se buscaba la vida en la adolescencia con Tío Gregorio El Borrico, ahí es ná. Casi que empalmaba los conciertos con las clases en el Coloma. Entre Madrid, Sanlúcar, Trebujena y el resto del mundo anda la cosa. Inquieto, necesita estar siempre con algo, por ejemplo, con esta entrevista.

-Además de todo lo que tiene usted entre manos, ahora un mosto. ¿Qué es eso del Tabanco del arte?

-Pues lo vamos a abrir en una nave que es de la Fundación Gerardo Núñez y Carmen Cortés, en la que guardábamos las escenografías. Yo siempre he tenido contacto con la viña. De hecho, de joven hacía la vendimia para sacarme un dinero. Y en la finca que tenemos aquí en Trebujena, en la que celebrábamos el festival Enclave de sol, pues nos reunimos una serie de amigos, todos artistas, recogemos las uvas, nos convertimos en trabajadores del campo, la traemos a la nave y hacemos el mosto. Este año compramos unas botas de González Byass y nos dimos cuenta de que junto con toda la escenografía pues era un elemento perfecto para hacer un tabanco. El objetivo es que sea un espacio estable en el que todos los fines de semana haya conciertos o que nos reunamos en torno a una figura artística, que no tiene por qué ser flamenco. Lo que queremos es que se autofinancie. En los tiempos que corren deberíamos tener espacios como ése en muchos lugares. En Europa ya los hay. Que la gente venga y pague su entrada y que de esta forma salgamos de este atolladero.

-¿Cuándo abrirá sus puertas?

-Esperamos hacer la presentación en diciembre. Sólo servirá puntualmente para este tipo de actos, no será un tabanco a la vieja usanza para tomar vino y comer ajo. Sólo se podrá consumir mosto.

-Estará más por su tierra entonces.

-Bueno, mi vida no es predecible. Ahora vengo más veces, pero tengo que encontrar a la gente que entienda lo que es el Tabanco del arte. Vendré bastantes veces hasta que la cosa enganche. Porque yo estoy donde está el trabajo. Mi residencia fija es Madrid, pero de junio a septiembre vivimos en Sanlúcar, donde tenemos cursos de verano, que ya van por la 23ª edición.

-Y que no decaiga la ilusión...

-Pues seguimos con la misma energía que desde el principio. Es un trabajo estable en el que empleamos mucha gente de Jerez. Vienen unos 150 alumnos todos los años. Son las iniciativas que necesitamos.

-No pasó lo mismo con Enclave de sol. Un festival en su campo, en el que hizo incluso un anfiteatro.

-Se perdió porque las administraciones hacen promesas que luego no cumplen.

-¿Y cómo va la Fundación?

-De momento no está muy activa porque Carmen sigue trabajando y yo sigo con mis conciertos. La Fundación hacía el Enclave... y ahora lo del tabanco.

-El director de cine Jonathan Demme (El silencio de los corderos) le ha invitado a participar en la grabación en Nápoles de un film musical... Y además, el diario alemán Süddeutsche Zeitung le ha elegido para formar parte de su colección Sonidos de Europa 2011. Dígame, ¿no le faltan horas en el día?

-(Risas). Bueno, la verdad es que se puede decir que he desarrollado mi carrera musical más fuera de España que dentro. Por ejemplo, mis discos están publicados en EEUU y en Alemania por compañías de esos países. Es normal que reciba ofertas de trabajo constantemente porque me conocen mucho fuera. Siempre hemos buscado el trabajo cerca de casa, pero para vivir de esto y tener una carrera importante musicalmente, hay que entender el espacio de trabajo como aldea global. Yo tardo menos en viajar de Madrid a Munich que de Sanlúcar al festival de La Unión. Y bueno, este film es en torno a la figura de un saxofonista italiano que se proyectará en el Festival de Cannes en 2012. Y lo de la revista..., es que cuando se habla en Alemania de guitarra flamenca se habla de Gerardo Núñez y mi relación con el jazz también es muy importante. Y la verdad, no se puede vivir de dos conciertos al año. La gente joven no quiere alejarse de su casa, y así se les va a ir la oportunidad de romper con lo establecido. Tienen edad suficiente para equivocarse las veces que haga falta, y muchos de ellos con pocos años ya están pagando hipotecas, coches, juntando para casarse... Y a los 21 años hay que ponerse el mundo por montera, que luego vienen las lamentaciones. Aquí las madres son muy protectoras con sus hijos.

-¿Le molesta que le reconozcan más fuera que en su país?

-No me preocupa. Mis ratos libres, tanto en Trebujena como en Sanlúcar, los paso con la gente de campo. Yo sé que los artistas para los griegos eran semidioses, pero donde vivimos hay que tener mucho cuidado, hay que mantener la distancia con el público porque estamos en un país en el que no se cuida al artista, como se hace en Francia. Lo que me importa es vivir de mi trabajo. Ahora estoy recogiendo mis frutos de lo que he sembrado durante toda mi juventud, tanto en España como en el mundo entero.

-Pero a uno siempre le gusta que lo admiren en su tierra...

-Yo me siento reconocido por la gente de mi profesión. Hace tres años recibí la medalla Nikola Rubinstein del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú y se hizo un concierto de sinfónica en torno a mis composiciones. Con esto me basta. Tenemos que empezar a crear riqueza de abajo a arriba.

-¿Estamos mal acostumbrados a vivir de las subvenciones?

-Las subvenciones son una herramienta para desarrollar la economía de Europa, por lo tanto no tenemos que tener miedo a hablar de ellas. Algunos artistas se pueden sentir discriminados por cómo se reparten y tenemos que estar pidiendo transparencias y equidad en los conceptos pero no para conseguir las cosas gratis. Solo diría que nos diesen las mismas subvenciones que le dan a la ópera.

-Y hablando de ayudas, usted tiene una discográfica, El gallo azul, para jóvenes promesas.

-Ahora estamos en una situación un tanto extraña. Verás, cuando me fui a Madrid con 18 ó 19 años paraba en un bar mítico de flamenco que se llamaba El candela, y que lo creamos prácticamente los guitarristas porque era nuestro punto de reunión. Allí estábamos Cañizares, Pepe Justicia, yo mismo..., y tocábamos increíblemente porque lo hacíamos desde niños. Vivíamos en pensiones a la espera de que nos diesen trabajo... Venían Paco de Lucía, Camarón. Y el único que nos daba trabajo era Enrique Morente y de un día para otro me llevó al Teatro Real de Madrid, con 23 años. Esto se me quedó grabado. La gente multimillonaria que nos veía pasar fatigas..., y nada. Y en cuanto pude hice el estudio de grabación en Madrid para jóvenes artistas, que lo que ganen lo deben reinvertir en su profesión.

-¿Y qué situación extraña es esa?

-Pues hemos parado la discográfica porque la industria discográfica ha muerto. Lo que teníamos hasta ahora ya no vale, pero tampoco sabemos lo que va a pasar. Las descargas en Internet... Estamos en un parón biológico esperando ver qué va a pasar para que te merezca la pena coger tu dinero y ponerlo en tus propios discos.

-Pregunta obligada. ¿Qué le parece que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad?

-No, la humanidad es patrimonio del flamenco. Tenemos una conciencia de la importancia de este reconocimiento, pero la única preocupación de un artista tiene que ser vender su arte. El patrimonio de la humanidad no sirve para nada. Se habló de llevar el flamenco a las escuelas y no se ha hecho nada. Estoy contento, me siento como la Alhambra o la Judería de Córdoba.

-¿Pero eso es bueno o malo?

-No es malo, pero tengo que ver que sea muy bueno. Es un detalle con los flamencos. El flamenco es la música que hemos hecho en Andalucía, y nos identifica. Debería ser tratado como tal y habría que desarrollar una titulación. ¿Por qué no está en los conservatorios? Para esto tiene que servir el Patrimonio de la Humanidad. Tenemos un arte que no tiene competencia. ¡Creemos el business! No somos peseteros, pero si no creamos la industria del flamenco, no hacemos nada. Por eso el mundo es patrimonio de los flamencos.

-Semanas atrás se celebró el I Congreso Internacional de Flamenco. ¿De qué se habló?

-De muchas cosas menos de las que se tenían que hablar. No se habló de las dificultades que están pasando los artistas.

-Usted fue el único músico que tocó en la boda del Príncipe y además, suele hacer actuaciones por todo el mundo con el Instituto Cervantes.... ¿Usted no dice que no a nada?

-Mi contrabajista, que no es muy monárquico y es vasco, me dijo que él no podía tocar allí por lo que iban a pensar sus amigos . Le dije que nosotros somos músicos y tenemos que tocar donde nos llamen. Es como el concierto que va a dar Mercé en Israel, tiene que ir.

-¿Algún otro proyecto a la vista?

-Sí, claro, mi disco nuevo, que se llama Travesía, que espero que esté terminado para diciembre. Es flamenco descriptivo, el viaje de los subsaharianos desde que salen de África y llegan a Madrid. Para contar lo que esta gente pasa y ser consciente de ello.

-¿Toca la guitarra todos los días?

-Sí. Es optimizar el tiempo.

-Tiene un problema en una mano. ¿Le afecta?

-Bueno, los típicos problemas de llevar tantos años tocando. No me afecta en absoluto. La música se toca con el alma, no con las manos.

-¿Qué futuro hay en el flamenco?

- Impresionante. Tenemos en Jerez los dos mejores guitarristas del momento, Diego del Morao y Antonio Rey. Gente joven. Pero la situación ahora es mala, y para ello tenemos que crear el negocio del flamenco porque los flamencos están dando la talla.

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