Extraordinarios Dido, Eneas y todo lo demás
La ópera y la lírica brillan con luz propia en el Teatro Villamarta gracias a la interpretación de la obra de Henri Puncell, después de dos años sin disfrutar de estos estilos por dificultades económicas
A los dos años justos de la puesta en escena de la última ópera (Rigoletto enero 2012) el Teatro Villamarta recupera la temporada lírica con la versión en concierto de Dido y Eneas (1689), ópera en tres actos con libreto del dramaturgo y poeta Nahum Tate (1652-1715) basado en el canto IV de la Eneida de Virgilio y música de Henri Purcell (1659-1695), donde se relata la historia de amor entre Dido, reina de Cartago y el héroe troyano Eneas, una monumental ópera barroca que constituye un hito importante en la historia de la música dramática inglesa debido, entre otras razones, a la capacidad de su autor al mezclar melodías con aire de baladas inglesas con arias breves, pasajes de coro, recitativos y danzas, todo ello dentro de un contexto suave y refinado que huye de los tremendismos efectistas de la tragedia para incidir sobre todo en el valor de los sentimientos de los protagonistas, genialidad que reporta inmortalidad a Purcell y renovada actualidad a una obra que ha mantenido presencia regular en los escenarios y salas de concierto desde su recuperación en 1895, ganándose el puesto de la ópera más antigua en repertorio después de l'Orfeo de Monteverdi.
Sin embargo, poco se sabe sobre esta obra cuya referencia manuscrita más antigua es un libreto sin título de la década de 1680 donde consta como "Ópera interpretada en el internado de M. Josias Priest en Chelsey por muchachas. El texto es de M. Nat. Tate. La música ha sido compuesta por M. Henry Purcell". No existe, tampoco, ninguna partitura autógrafa del compositor y la copia más antigua que se conserva es de 1750, aunque se tiene conocimiento que a principios del siglo XVIII se utilizaron algunas partes fragmentadas de la ópera para ser representadas de manera independiente como interludios en obras de teatro hablado.
La interpretación de Dido y Eneas que se escuchó el pasado viernes en Villamarta -muy esperada tras la sequía lírica de los dos últimos años- sorprendió gratamente por varias razones. La primera de ellas al comprobar la calidad de nuestros jóvenes músicos, hecho que deja de manifiesto la necesidad de seguir invirtiendo sin ambages en educación y cultura.
El nivel apreciado, tanto en la Joven Orquesta Barroca de Andalucía como en el Joven Coro de Andalucía, es francamente destacable, siendo su vinculación circunstancial: la orquesta surge de un proyecto pedagógico promovido por la Orquesta Filarmónica de Málaga cuya finalidad era despertar en un grupo de jóvenes, entre los 17 y 22 años, el interés por la música barroca así como darles a conocer sus escuelas, géneros y prácticas interpretativas, mientras el coro se forma en 2007 como ampliación del Programa Andaluz para Jóvenes Intérpretes de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, siendo actualmente su director Lluis Vilamajó, miembro de La Capella Reial de Catalunya y Hespérion XXI (ensembles que dirige Jordi Savall), quien ha logrado estimular al conjunto con una completa formación coral, particularmente en el repertorio barroco.
Otro de los motivos que ha afirmado el éxito de esta empresa es la elección de su director musical, el británico Michael Thomas, músico de extraordinaria formación (tuvo entre sus profesores a Sandor Végh en Salzburdo y a Timothy Rhenisch en el Royal Northern College of Music de Manchester) cuya trayectoria y conocimiento del repertorio barroco auguran siempre buenos resultados, como ocurriera el pasado viernes en Villamarta donde se pasó de una expectante frialdad del inicio a la empática emoción del final, alargado este por unos instantes de silencio entre el último acorde y los aplausos del público.
La otra razón de peso que avala la positividad de esta crítica es la selección del reparto solista, encabezado por la Dido de la soprano Ruth Rosique, papel que afrontó con delicadeza y total dominio, y por el Eneas de Damian del Castillo, barítono al que no habíamos escuchado en este tipo de repertorio y que sorprendió gratamente con colores vocales y fraseos bien situados en el estilo barroco. Admirable la intervención de la soprano sevillana Rocío Frutos como Belinda al igual que la Hechicera de la mezzosoprano Anne Moroz, de voz carnosa y muy timbrada. Muy bien, igualmente, el resto de papeles secundarios.
Podemos estar orgullosos de esta producción musical gestada íntegramente en Andalucía. Enhorabuena a todas las instituciones y personas involucradas en su creación. Sin duda, este es el camino y no caben atajos ni recortes…
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