El maestro Juan Martínez que estaba allí
Juan Martínez existió
A pesar de su título, 'Las lágrimas del vino', no es un libro triste, ni nostálgico. Aunque sean 'Trazos de memoria de Manuel Domecq Zurita', no se hace un retrato social o de salón, ni es un anecdotario, ni una pose..., asegura la autora de esta nueva obra la jerezana Carmen Oteo. Un título que fue presentado ayer en un mucho más que concurrido Consejo Regulador, de la mano del protagonista de estas páginas, y del también escritor Francisco Bejarano, así como de Beltrán Domecq, presidente de la institución jerezana del vino, y la alcaldesa de la ciudad, María José García-Pelayo.
Porque la vida se hace con la vida de los demás. Seres, ni más, ni menos importante, no por ello merecedores o sí de un libro. "Cualquier vida merece la pena ser contada y que lo que hace interesante una vida es lo que ha sentido viviendo, no lo que ha hecho. Eso es lo que hacen Balzac, Proust, los novelistas rusos..., y eso es lo que he tratado de hacer yo", dijo Oteo ante un emocionado Manuel Domecq, que estuvo acompañado en esta velada tan especial por familiares y amigos, y aquellas personas que quisieron conocerlo mejor, acercarse a él. "Manolo -añadió Oteo- nos ha regalado su vida. Proust dijo que para escribir un verdadero libro no hay que inventar, sólo quitar de él, limpiar los elementos superficiales que no aporten nada".
Además de retratar el alma de este jerezano, la obra es un reflejo también de un tiempo. Como telón de fondo se muestra el rescoldo de la mejor época de Jerez y de sus vinos, que fue la primera mitad del siglo pasado. "Todo aquello se transformó, pasó de ser una devoción a ser un negocio", apuntó. "Aquí se canta al vino de Jerez, no a un mundo perdido que aún podemos disfrutar y transmitir a otras generaciones. Ese mundo civilizado que hemos recibido, de beber con cultura y sentido de la amistad. Porque hay que enseñar a beber, a 'conbeber', como me decía mi padre".
Francisco Bejarano, en su brillante introducción de la obra, apuntó que Carmen Oteo, "como buena lectora", ya amenazaba con escribir. Y lo ha terminado haciendo, en un libro que es "una comunión entre el autor y los lectores". Una labor, la de escribir memorias, que supone "fatigosa y lenta, que parece que nunca acaba". Un libro que Bejarano calificó de "bello, aunque no contenga toda la verdad, porque la literatura debe contar el mundo como debe ser y no como es, porque haríamos un realismo, y nada más irreal que el realismo". El autor jerezano recordó que lo que le pasa a un hombre, "nos pasa a todos, y Manolo, aunque no lo diga, tiene un deseo de inmortalidad, de ser recordado. Mientras exista algo material de nosotros, o estemos en la memoria de otros, no morimos del todo. Se trata de no morir porque cada vida es irrepetible". Una obra "de amigos, de Carmen, de Manolo... Fruto de mentes educadas que han creado mundos libres".
Por su parte, Manuel Domecq dio las gracias a todos los asistentes por esta obra y aseguró además que el vino es su "razón de vivir, y este libro es homenaje a todos los que me han querido y enseñado el amor por el vino".
Hay que destacar que el libro, publicado en Renacimiento, lleva un prólogo "palpitante" de Aquilino Duque y la fotografía de portada es de Bibiana González-Gordon.
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