A corazón abierto
El milagro nos permitió paladear en directo su cante un par de noches más. Fue en su casa del pago de San José y se vivió con ese aire especial de las grandes citas. Como un presagio quizás. Y cómo nos sobrecogió entonces. Cómo se nos saltaron las lágrimas viendo a su niña cantar por bulerías en las reducidas tablas. Ayer ya no pudo más. Se ha apagado de forma prematura la llama de un cantaor soberbio, que supo escapar de la eterna sombra de su padre, aprovecharse del imperio de los genes y labrarse un sendero personal e indiscutible en el mundo del arte jondo. Con la fatal desaparición de Fernando Fernández Pantoja, Terremoto de Jerez, a sus 40 años, la leyenda de esta estirpe se acrecienta exponencialmente, pero por desgracia el patrimonio del cante jerezano se queda demasiado pronto sin uno de los puntales de las nuevas generaciones. Pilar de ese flamenco por derecho que gracias a personas como Terremotito, como cariñosamente le llamaban sus allegados y amigos, se ha seguido salvaguardando en esta bendita tierra: desde San Miguel hasta Santiago, pasando por La Asunción y La Plata. Imagino como lo pueden estar pasando ahora su gente y se me revuelven las tripas. Su "amigo del alma", como me lo describió una vez, el Chele, no le dejó ni a sol ni a sombra hasta el último segundo. Miguel Poveda, el cantaor del momento, tampoco quiso separarse de Fernando en los momentos más dramáticos. Siempre tuvo mucha gente a su lado porque antes que cantaor fue persona de los pies a la cabeza. Baste recordar como se puso su peña, literalmente a rebosar, cuando reapareció ante familia, amigos y aficionados en otoño pasado. Allí estuvo la plana mayor del flamenco actual porque Terremoto tenía un nombre más que destacado en ese territorio. Dijo Ángel Álvarez Caballero en su libro El cante flamenco: "Jerez mantiene su estatus puntero en el cante de este tiempo. Más que ninguno a quien debemos referirnos es al hijo de Terremoto, Fernando Fernández Pantoja, quien mantiene no sólo el físico, sino también las formas y el eco de su padre, quizás con mejor preparación musical por cuanto no actúa únicamente a golpes de intuición". O José Manuel Gamboa, quien en Una historia de flamenco sintetiza su trayectoria de este modo: "Tras dedicarse a la guitarra, sorprendió a propios y extraños a finales de los 80 presentándose como cantaor. Asombran el parecido físico y el metal de voz tan cercanos a los de su progenitor, pero que muchas veces han ocultado la veracidad de su propio arte, que día a día sigue creciendo". En los instantes de su muerte, mientras busca ya el reencuentro con su padre en la Gloria, Terremoto tenía casi ultimado su nuevo y esperado trabajo discográfico -que verá la luz, esperamos, de forma póstuma-; un rosario de actuaciones nacionales e internacionales; y una cita señalada en rojo en el próximo Festival de Jerez, que finalmente ha sido cancelada y no será ocupada, puesto que "es muy complicado sustituir a alguien de tanto nivel", como reconocieron desde la organización de la muestra jerezana en su momento. Su huella será imborrable gracias a su cante largo, generoso y profundo. A mediodía de ayer, no podía despegarme del desgarro de A la del Desamparo, esa terrible seguiriya que grabó en Cosa natural. A eso de las cinco y media de la tarde se confirmó la peor de las noticias. Ahora, demasiado pronto, sirven esos versos que Paco Palacios 'El Pali' dedicó a la memoria de su padre:
¡Ay! Torre de Santiago
echa al vuelo tus campanas
que Dios se ha llevao al cielo
la seguiriya gitana.
Relincharon los caballos
silencio en el Volapié
callaron eco y guitarra
y floreció un lazo negro
en el capote de Paula.
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