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Historia de una finca

12 de abril 2008 - 01:00

HAY libros, ya lo hemos comentado más de una vez en estas páginas, que bien merecerían una segunda edición que nunca tuvieron. Lo agradecerían especialmente aquellos buenos lectores que no tienen la posibilidad, o las ganas, de hurgar en viejas colecciones conservadas en bibliotecas públicas, quizás el último reducto donde podemos encontrarlos una vez olvidados y lejanos los tiempos donde se presentaron al gran público por primera y única vez. Cada vez que escribo sobre esto se me viene a la mente, como ejemplo, el libro del sevillano Manuel Halcón "La gran borrachera", que tuvo una injusta acogida en Jerez en su momento, mientras cosechaba elogios tanto de la critica especializada como de los buenos lectores, algo poco frecuente como todos sabemos. Hace unos días, precisamente revisando añejas ediciones en una biblioteca pública, topé con la "Historia de una finca" de los hermanos José y Jesús de las Cuevas. Confieso que era un libro para mi hasta ese momento desconocido, pero me llamó la atención la bonita sobrecubierta en la que se reproduce a todo color un paisaje de lomas, apenas con algo de verde, donde en la lejanía se distingue una hilera de hombres y animales de tiro en dirección a una finca. Editada por Jerez Industrial, cuando la industria de la impresión en esta ciudad tenía un gran protagonismo y justo prestigio, en 1958, acaba de cumplir pues cincuenta años. ¿Por qué no leerlo? Me pregunté. Y así comencé a introducirme, cada vez con más ardor, en el universo de la finca "San Rafael", que realmente es la auténtica protagonista de la novela. Definir esta novela como novela rural resultaría algo muy simple, aunque las generaciones de una misma familia que se suceden en la finca están empapadas de ese entorno rural, pero en continua transformación, que quizás sea uno de los grandes logros de la narración. Más que las anécdotas cotidianas o los acontecimientos terribles que allí suceden a lo largo de los años, la novela es la historia de la transformación de la misma finca que va pasando de los tinahones de bueyes iluminados con candiles de aceite "y las cobras de yeguas en las trillas", a las cosechadoras y los tractores. Pero el horizonte siempre es el mismo, la tierra, mientras todo lo demás seres y formas de vida se van transformando. Novela con una prosa luminosa y ágil, desprovista de innecesarios artificios que se lee, en estos tiempos de tanta trampa escrita, con agrado. Terminé su lectura, la volví a depositar en el estante de la biblioteca pública y medité sobre cuánto tiempo pasaría antes de que otro lector tuviera la suerte de reparar en ella. Me alegré cuando, más tarde, me enteré de que la novela se había vuelto a reeditar. La editorial El desembarco tuvo el año pasado la feliz idea, y es que sin duda "La Finca" es otro de esos libros, como el de Manuel Halcón mencionado más arriba, que pese a las décadas que nos separan de su primera edición, contienen fragmentos de eternidad, esos que hacen a ciertas historias inmunes al tiempo. Ramón Clavijo Provencio

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