
Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez: de Capuchinos a San Marcos
HABLANDO EN EL DESIERTO
HEMOS tardado lo suyo en comprender las intenciones de la expresión que da título a este escrito. Ya se sabe que el rechazo de algo se conjura con un nombre confuso y, hasta que todo el mundo comprende lo que significa, da tiempo a dar leyes que de otro modo no hubiesen colado. La ideología de género es ardua. Freud, que estaba curado de espanto por sus propias teorías, se hubiera llevado las manos a la cabeza de haber tenido noticia de ella, incluso la hubiera incluido entre sus histerias sexuales o sus sexualidades histéricas, da lo mismo. Una actividad natural que se desarrolla entre las piernas y el cerebro, y que ofrece pocas novedades desde nuestros tatarabuelos los australopitecos, ha terminado en el catálogo del pensamiento político pobre. El tratado freudiano sobre las políticas sexuales hubiera sido enjundioso.
El sexo, por lo que se adivina, tiene ideología y, por extensión, la sexualidad. Desde que las mujeres votan, el sexo femenino es de izquierdas; el masculino, de derechas. No es que sea así, pero así es la política: sostener un error hasta que parezca un acierto. Debería ser al revés: la mujer es receptiva y se queda embarazada, lo que le despierta instintos conservadores para criar bien y en paz a sus hijos. Por el contrario, el hombre es posesivo y agresivo (ambos términos en el mejor sentido natural) para conquistar el bastión femenino, doblegar su poder y descubrir el secreto de su sexo escondido, cualidades todas revolucionarias. La desacreditada ingeniería social hace aún estragos en el pensamiento débil. Quién sabe si, a fuerza de insistir con políticas de ideología de género, conseguimos elegir deseos y objetos del deseo, u optar por la asexualidad, que sería lo más cómodo, para ahorrarnos el esfuerzo de sublimar pasiones. Por añadidura, el hombre se deja ganar por la belleza física; la mujer también, pero tiene inconscientemente en cuenta que la descendencia sea sana y fuerte y, el padre, inteligente y hábil para procurarle alimento a ella y a sus hijos mientras esté criando.
Otra incógnita de la ideología de género es que las tendencias sexuales apoyadas por la izquierda como progresistas son todas de la derecha más conservadora, tanto más cuanto más bajo sea el nivel cultural. Un nivel cultural alto es progresista por sí mismo, y las revoluciones y los avances de todo tipo partieron siempre de una aristocracia. La sexualidad popular, y no digamos la de la plebe, es de la derecha más elemental. En verdad, la que es de derechas es la naturaleza, por eso es tan necesaria la ideología de género, una política para intentar el imposible de erradicar atavismos e instintos, aunque sea en falso y vuelvan a su cauce en cuanto los ingenieros sociales pierden las elecciones. Lo que haya en el cerebro y entre las piernas de los políticos es un misterio.
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