El microscopio
La baza de la estabilidad
HABLANDO EN EL DESIERTO
YA nos advirtió Gómez Dávila hace años que el asesinato es lícito si el asesino es de izquierdas. Lo que queda por ver es si ser musulmán y ser de izquierda es lo mismo. Decimos esto porque unos sucesos lamentables y sangrientos en Lieja y Florencia han tenido tratamiento distinto en la prensa progre. "Un hombre abre fuego indiscriminado y causa una matanza en el centro de Lieja", nos dicen del primero. Y del segundo: "Un ultraderechista mata a tiros a dos inmigrantes senegaleses en Florencia". Por la curiosidad, quizá morbosa pero también precavida, de saber algo más del hombre que dispara sobre un grupo de personas que espera el autobús, hemos tenido que esforzarnos y buscar. Hemos sabido que se trata de un inmigrante musulmán, con antecedentes penales por abusos sexuales y tenencia ilícita de armas, pero esta información no se incluye en la noticia porque no debe añadir nada, incluso podría ser atenuante de una matanza para la que tendría seguramente razones morales.
Sigue sin aclararse la devoción de los progres por los musulmanes, aunque disparen contra gente inocente. "¿Inocentes? -se preguntarán los partidarios del terrorismo de izquierda, valga la redundancia, como arma política-. ¡Algo habrán hecho los belgas de raza blanca y cultura cristiana!". En el suceso florentino casi no hay que añadir nada a los titulares: se supone que todos sabemos lo que es un ultraderechista asesino de inmigrantes negros y posiblemente musulmanes. No hay que investigar nada: si son senegaleses inmigrantes en Italia, ¿qué más pruebas hacen falta para demostrar su inocencia? En cualquier caso, la moral que nos enseñaron nos impulsa a ponernos de parte de los muertos y en contra de sus verdugos, aunque en España el relativismo moral ha deformado el valor de la vida y los verdugos pasan por gente de paz. Y por encima de un montón de cadáveres que no pueden quejarse.
Los musulmanes han atentado en todo el mundo con miles de víctimas, incluidos los niños de la escuela de Beslán; amenazan a Occidente con la guerra santa; dirigen revueltas para tomar el poder e imponer la ley coránica; persiguen cristianos y organizan pogromos contra ellos con cientos de muertos hasta hoy; inflaman a la plebe miserable e ignorante desde las mezquitas, como redivivos arcedianos de Écija, contra todo el que se mueva fuera del fanatismo religioso; pero no hay que alarmarse por ello, ni dar cumplida información en los periódicos, ni enviar notas diplomáticas de protesta en nombre de los gobiernos, sobre todo si se llaman de izquierda. Son hechos aislados de unos cuantos exaltados que no representan al Islam. Los ultraderechistas, por el contrario, son legión y representan a la derecha fascista, camuflada de democrática, que desplaza en las elecciones al socialismo redentor de la humanidad. ¿Está claro?
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