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HABLANDO EN EL DESIERTO
DEJÁNDONOS llevar por las libertades del pensamiento, escribimos anteayer de los dos ateísmos más frecuentes y conocidos: al que, no sin tormento, se llega por evolución y honradez intelectual, y el político y proselitista que quisiera fundar una religión sin Dios, pero con todos los rituales y elementos de una religión, como una fe al revés, a la que no le falte detalle. El primer ateísmo ha existido siempre. Los griegos, según épocas, lo condenaban públicamente, incluso con la muerte. En Roma, también según épocas, estaba mal visto, como si los incrédulos dejaran desamparados a sus conciudadanos y expuestos a la ira de los dioses, y algunos romanos de orden se quejaban en lo mejor del imperio de que sus paisanos respetaban la tradición de los ritos sin creer en los dioses. El segundo ateísmo, el religioso, es moderno. Su fin último y efímero es declararlo religión oficial de un Estado totalitario, como se hizo en la infeliz Albania y como querría Anonymous en su hipotética revolución neofascista advenidera.
Lo peor del Siglo de las Luces dio origen a desvaríos que llegan hasta hoy, porque en aquel momento eran propios de los modernos de alta clase social. El pueblo nunca se metió en teologías y sabía distinguir el trabajo de los doctores de la Iglesia, sujeto a las traiciones de la inteligencia, del de la siembra y la recolección, sujeto a fechas fijas y meteoros. Las frivolidades eran de las clases altas, no del pueblo atento. Ahora ha surgido, al menos en España, un ateísmo juvenil, festero y popular: el ateísmo tonto. A sus teólogos no les faltan argumentos para convencer a los simples, fáciles de convencer por otra parte, pero más bien parecen dirigidos a suprimir la existencia divina para acabar con la autoridad paterna dando un rodeo, y acabar con una moral para imponer otra: si no existe autoridad divina ninguna, no hay ninguna moral que respetar y todo es relativo, todo está bien o mal según nuestro leal saber y entender humano y la conveniencia de nuestros apetitos. Una extraña y contradictoria moral amoral.
Las sociedades humanas no pueden ser amorales, así que es de sospechar que el ateísmo tonto sea el intermedio bufo de una ópera seria. Socavados los principios morales tradicionales y la contención de los afectos de la familia, se acabará la fiesta. Insistimos en que vean la película neonazi V de Vendetta, inspiradora de movimientos antisistema de diverso pelaje, o inspirada en el terrorismo anticapitalista, no queda claro. Lo cierto es que la nueva moral que se impondrá tras el paréntesis festivo y la abolición de la moral conocida, será estricta: por medio de la tortura se enseñará a vencer el miedo, los atentados acabarán en fuegos artificiales, contemplados con arrobo por una multitud pasiva y uniformada, mientras que los supervivientes de la tortura se enamorarán del líder, le comerán la boca y se dispondrán a dirigir el cotarro con disciplina sin discusión.
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