Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
HABLANDO EN EL DESIERTO
EN el Siglo de Oro se entendía por discreción el buen juicio y la habilidad para hablar y actuar con sensatez y oportunidad, y también el don de expresarse con gracia e ingenio. Más adelante adquirió el sentido que le damos hoy de reserva y prudencia, tacto e inteligencia para tratar cuestiones delicadas. La vida íntima es delicada y frágil, sobre todo la sexual, y hacer ostentación de ella, es, como toda ostentación, propio de gente mal educada, poco respetuosa consigo misma e ignorante de que preservar de las miradas ajenas la vida íntima le da un misterio y un atractivo a las personas que de otra forma es difícil de conseguir. La discreción es cualidad de quienes se tienen en alta estima y no gustan de mostrar debilidades que, por otra parte, tenemos todos. No entiendo bien el lema "La visibilidad lésbica" en víspera de los fastos homosexuales: parece un parte meteorológico o un programa de oftalmología.
Deduzco que lo que se quiere decir es que no basta con ser lesbiana para obtener privilegios de la Administración, sino que se debe pregonar y divulgar para obtener el respeto de la sociedad. El orgullo de ser lesbiana, debe ser amor propio y no orgullo, que es otro sentimiento no al alcance de cualquiera. El amor propio es el orgullo de los débiles, de los pobres, de quienes no tienen nada de que enorgullecerse. Porque, y no cambiemos de continuo el sentido de las palabras, las tendencias sexuales son circunstancias personales, no elegidas por lo general, que cada cual acepta o no de buen grado y las lleva con discreción y dignidad. El respeto no se pide, se conquista, y la dignidad se gana y se perfila partiendo de unas cualidades naturales que no se adquieren sólo con educación, sino con conciencia de sí mismo, de cuáles son sus derechos y deberes, su papel en la vida y en la sociedad.
La dignidad y el respeto se conquistan con un ejemplo de vida, no sacando banderas ni haciendo proclamas, porque de ese modo lo único que se consigue en el silencio de los pusilánimes y el desprecio de los inteligentes, cuando no su indiferencia. Las vidas íntimas son causa de una gran indiferencia por parte de los otros, salvo en los casos extraordinarios de especiales extravagancias, lo que nos pasa es que conocemos muy bien nuestro mundo particular y nos parece interesantísimo, tanto que es bueno que lo conozcan también los demás. Lo malo, o lo bueno, es que los demás piensan lo mismo. Ser lesbiana no es ningún mérito, no merece ni elogios ni denuestos. Es una cuestión particular como tantas otras. Si hay alguna niebla que dificulte la visibilidad de las lesbianas, disípese, si las gafas para verlas necesitan nuevo aumento, añádasele. Pero no esperen más. Una lesbiana es una mujer que puede ser buena o mala, tonta o lista, culta o ignorante, educada u ordinaria. Y eso es lo que cuenta.
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