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HABLANDO EN EL DESIERTO
LOS filipinos decidieron dejar de aprender español por considerarlo colonial, inútil y elitista. Que fuera inútil parece engaño político. Colonial, como todas las grandes lenguas, sí lo es, pero no se puede emplear como un insulto. Que el español llegara a ser elitista en Filipinas es un elogio. Es cierto que después del desastre del 98 sólo las clases altas, los sectores más cultos y los colegios de élite lo emplearon con normalidad, con naturalidad, mejor dicho. No sé que opinión tendrían del inglés americano, lengua que adoptaron luego. El tagalo no es una lengua útil en el concierto de las naciones, ni siquiera en la propia Filipinas, pues está tan dividido en dialectos y tan lleno de aportes españoles, ingleses y chinos, que unas regiones alejadas de otras no se entienden entre ellas. Con todo, los diferentes tagalos son las hablas naturales de la mayoría de las casas. Filipina es grande, cubierta de selva, y los españoles la colonizaron en parte.
Los apellidos españoles en Filipinas, salvo aquellos pocos que queden en los descendientes de españoles, llegaron por la decisión de un gobernador. Pensó éste que los filipinos no podían estar sin apellidos y pidió a España una lista de apellidos españoles que remitió luego a los jefes de clanes y tribus para que eligieran los de su gusto. Así que la inmensa mayoría de los apellidos de Filipinas no llegaron por la sangre sino por decisión administrativa. Los han conservado, no obstante, y no parecen a disgusto con ellos. Que la lengua española se hablara cada vez menos fue una torpeza política de las autoridades, por esa falsa idea, que todavía dura y que incluso está en auge, de que los colonizadores son los malos y los colonizados los buenos y, por deducción errada, la lengua del colonizador es también mala. Ahora quieren enseñar de nuevo el español en los colegios, pero dependerá de los políticos.
Todavía se habla español en Filipinas y hay una Academia Filipina en alianza con la Española, pero sólo lo hablan las clases altas, los que han estudiado en buenos colegios o han ido a la universidad y aquellos que se han dado cuenta de la utilidad de un idioma universal y, cada año más, lo estudian voluntariamente. Las autoridades políticas deberían dejar las lenguas en paz, entre cosas porque intervenir en una cuestión tan personal y sentimental es bastante inútil. Los puertorriqueños son casi todos bilingües por la resistencia de sus gobernantes a enseñar sólo en inglés en los colegios, cuando la lengua familiar de las casas es el español. A los filipinos les podía haber pasado algo parecido y eso tendrían ganado para sus posibilidades de prosperar. Ya sólo en España se persigue al español o se le ponen trabas, un caso insólito entre las naciones civilizadas. En el Valle de Arán, por ejemplo, se quiere resucitar el aranés, dialecto gascón extinguido hace varios decenios con la muerte de su última hablante.
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