Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
HABLANDO EN EL DESIERTO
LA Ley de Memoria Histórica será derogada o dejada en suspenso por el propio gobierno, si dura, que la promulgó, del mismo modo que se frenó la 'caza de brujas' (Ley de Actividades Antinorteamericanas creo que se llamó) en Estados Unidos, porque no hay más que empezar a cazar brujas para que se multipliquen y conduzca a la persecución de toda una nación embrujada. Se ha repetido hasta la exasperación: la memoria es personal y la memoria colectiva es la Historia, que admite interpretaciones pero no caprichos. Las leyes retroactivas suelen ser aberraciones políticas, las que se promulgan para cambiar el resultado de una guerra lejana y borrar una dictadura de varias décadas, aparte de una irresponsabilidad para halagar a una minoría, es una ostentación de ignorancia, y la ignorancia nunca fue un progreso. La oposición a Franco moribundo hizo un grave daño a la juventud con la falsedad de que los buenos escritores eran de izquierdas. Nos robaron, ¡ladrones!, lecturas que luego tuvimos que recuperar.
Lo alarmante no es que se censure a Agustín de Foxá, como ha ocurrido en Sevilla días pasados con motivo de la conmemoración del medio siglo de su muerte, sino que la inquisidora haya sido una cargo eventual de la retroizquierda, representante de la ignorancia totalitaria. Los inquisidores no pueden ser aficionados e interinos. Un inquisidor ha de tener una gran inteligencia y una cultura amplísima, para poder refutar los argumentos de un libro o para saber dónde está escondido el verdadero peligro en una obra literaria. La buena literatura siempre es progresista, de manera que los escritores no se dividen en de derechas o de izquierdas, en morales o inmorales, sino en buenos y malos escritores. Un buen libro es un destello del talento de quien lo escribió; uno malo, la muestra de un pensamiento obtuso.
No podemos volver a los años del feísmo, cuando hablar y escribir mal era señal de izquierdismo, de descuido proletario, porque los escritores con un sentido aristocrático del arte -no hay otra manera de hacer bien una obra artística- eran franquistas. No lo eran en verdad. Franquistas hubo muy pocos entre la inteligencia. Hubo falangistas, una modernidad en su momento, hubo monárquicos y hubo sobre todo gente culta, creadora e inteligente que se había hartado de la violencia, las agresiones, las torpezas y los desafueros de una república que ellos mismos habían votado. En España no ha habido ninguna guerra después de la del 36, ni ninguna revolución. No tenemos ya más bando que el de los mejores en talento e inteligencia. Todos son nuestros, los de izquierda y los de derecha. No lo son los reaccionarios, los ineptos, los sectarios, los insensibles y los ignorantes cuadriculados, ni los que medran para obtener caverna donde influya una izquierda sólo de nombre que aún no se avergüenza de llamarse así.
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