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CUANDO vi venir hacia mí a la monjita, con paso firme y la mejor de sus sonrisas, me eché la mano a la cartera. No para protegerla, eh, sino para darle algo. Era una hermanita de los pobres, y las conozco: ruegan a los ricos (que somos de la clase media para arriba, todos) para dárselo a los pobres, robin-hoods místicas. Cuando llegó a mi altura, que es un decir, porque era muy bajita, me dijo: "Quería pedirte…" "Ya, ya, hermana…" "Quería pedirte por favor que escribieras un artículo sobre nuestra fundadora. La canonizan el domingo 11 de octubre". Y sacó de un bolsillo un trozo de papel cuadriculado, más arrugado que doblado, donde con una letra bastota, que no era de colegio de monjas precisamente, estaba apuntada una dirección web. Lo puso en mi mano: "Por si necesitas información…"
Me hizo una ilusión inmensa. Las Hermanitas de los Pobres no piden nunca a humo de pajas y no paran de pedir, porque necesitan mucho, y si, en vez de dinero, me pedían un texto, oh, será que vale de limosna, que ya es valer. No es la primera vez que alguien me pide un artículo, es cierto, pero nunca por caridad. Suele ser gente muy cabreada con el Servicio de Correos o con los horarios de los trenes o con Zapatero o con los que llegan tarde a los toros y que, en vez de escribir ellos una carta furiosa al director, pretenden que se la redacte yo.
La fundadora de las Hermanitas de los Pobres, a partir de hoy santa fundadora, fue Juana Jugan. Nunca se me había pasado por la cabeza escribir de ella. Del asilo de sus monjas en El Puerto alguna vez sí. Ante la oleada de laicismo, que la han tomado con las cruces y con las clases de religión, pensaba, con mentalidad de hermano mayor del hijo pródigo: "¡Y luego alguno de estos laicistas incansables, cuando su salud se resienta de tanto exceso, me quitará mi plaza en el asilo de ancianos de las hermanitas, encima!" Porque, como todo el mundo sabe, los viejecitos están de maravilla en las manos de las monjas, que se desviven por ellos.
Luego, lo dejaba, porque un columnista se debe a la actualidad, y eso era un futurible y un desahogo. A lo más que llega uno es a escribir a veces de temas intemporales bajo el amparo de estos versos de Álvaro García: "Deja la actualidad, que se hace sola/ y ve al presente, que te necesita". Nunca me había planteado un paso más: deja la actualidad, que se hace sola, y ten presente a las que ayudan a los que lo necesitan.
Sin embargo, con la tinta del periodismo por las venas, ni hablando de una santa puedo dejar de mirar con el rabillo del ojo a la actualidad, y me hace gracia la prisa que se han dado en conceder el Nobel de la Paz a Obama antes de que haga nada (o antes de que no haga nada). Qué contraste. Santa Juana, tan humilde en su constante servicio a los ancianos y los pobres, ha podido esperar tranquilamente más de cien años este reconocimiento de la Iglesia Universal.
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