Juan Alfonso Romero
Voz adelanta al PSOE en Jerez
LA TRIBUNA
EN una populosa estación de París tuve ocasión de contemplar un magnífico ejemplar de macho humano: orondo, satisfecho, mirando a su alrededor con altanería. A su lado, aunque algo separadas (seguramente, para no contaminarlo) dos mujeres que le debían pertenecer. Iban escondidas dentro de sus burkas, de riguroso negro. Él vestía al modo occidental, y muy bien por cierto. Ellas eran sus satélites: si se movía el artista, allá iban detrás, guardando las distancias. Se me ocurrió que posiblemente estaba ante el caso más flagrante y escandaloso de desigualdad entre los seres humanos. Y que debe ser muy concienzudo y efectivo el proceso de lavado de cerebro que sufrieron esas mujeres para aceptar con mansedumbre su estado, que significa resignación, renuncia y humillación. ¡Qué poco hacen los países occidentales para acabar con esta vergüenza!
Aquí, sin ir más lejos, se ha decidido no incluir en la futura ley de libertad religiosa la prohibición del uso de esta prenda estigmatizadora. Un argumento empleado por la ministra de Igualdad es que sería peor prohibirla por ley, puesto que ello supondría en la práctica encerrar a estas mujeres y que no salieran a la calle. No, no lo entiendo. Y menos cuando el propósito del Ministerio que ella encabeza es conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres. Cuando se promulga una ley que regule conductas sociales se quiere ordenar una situación, pero, sobre todo, se pretende organizar el futuro y señalar hacia dónde deben ir las cosas. No legislar algo deseable por los perjuicios que se puedan ocasionar temporalmente me suena a excusa de colaboracionista. ¿Recuerdan la película Z, de Gavras, o al ministro de Justicia nazi en Vencedores o vencidos? El argumento es el mismo: sería mucho peor que las funciones de juzgar las desempeñaran otros más sectarios. Eso puede ser verdad respecto a momentos muy concretos, pero es muy grave porque supone naturalizar el régimen opresor y facilitar su continuidad. Un gobernante no sólo debe pensar en lo que le pase a personas concretas en un momento dado, sino sobre todo en lo que les ha de pasar a todas las demás en el futuro. Una ministra no debe promover leyes pensando en las que ya usan el burka, sino en lo que quiere que ocurra con las niñas que todavía no lo llevan y que se tiene en la mano el que nunca se lo pongan. Creo que aquí no debe haber neutralidad. Pero si tanto se piensa en las actuales esclavas, para eso están las disposiciones transitorias, que regulan el paso desde las situaciones antiguas a las nuevas.
La falta de una ley general válida en todo el país acarrea perjuicios a todos, y alguno de ellos casi de esperpento. Si no hay una regulación estatal, puede producirse ésta por instancias inferiores, y entonces puede haber tantas como entes con capacidad de legislar. Ahora mismo algunos ayuntamientos están prohibiendo el uso del burka en lugares públicos. Otros no. ¿Qué ocurre cuando esta gente vaya de viaje y necesite hacer uso de cualquier servicio o, sencillamente, quiera pasear por la calle? Se les debería proporcionar un listado de municipios "libres de burka" para no tener que hacer estación en ellos. ¿Y los institutos respecto al velo y sus variantes? Unos lo permiten y otros no. Pero los que no lo permiten es posible que sí lo hagan en el futuro, y los que sí lo hacen pueden cambiar de opinión. ¿No van a volver locos a los musulmanes? Imaginemos un centro escolar ubicado en una barriada donde vive una notable mayoría musulmana. A poco que se organicen pueden alcanzar mayoría en el consejo escolar, contando a padres y a alumnos. ¿Determinan ellos entonces el vestido y la dieta del comedor? ¿Adoptan las prescripciones de su religión? No estoy apuntando a algo imposible, sino que se trata de una situación que se puede presentar.
No. No entiendo la postura del Ministerio de Igualdad. No entiendo que sean tan tiquismiquis para el os/as y presenten una tragaderas tan anchas con el burka. No entiendo la decisión con la que han acometido la reforma del aborto y los riesgos que han tomado respecto a las menores de edad, y se vuelvan tan pacatos con el uso de una prenda que muestra tan a las claras exactamente lo contrario de la intención y el propósito que guiaron la creación de ese Ministerio. Aconsejo a la ministra que lea con atención esta cita de Martin Luther King: "No caigamos nunca en la tentación de creer que la legislación y los decretos sólo juegan un papel menor en la solución de estos problemas. La moralidad no puede dibujarse en forma de ley, pero la conducta puede ser regulada. Los decretos jurídicos no pueden cambiar los corazones, pero pueden moderar a los sin corazón. La ley no puede hacer que un patrono ame a su subordinado, pero puede impedir que no me quiera contratar por el color de mi piel. Los hábitos de la gente, ya que no sus corazones, han cambiado y siguen haciéndolo a diario por actos legislativos, decisiones judiciales y medidas administrativas."
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