Manuel Ríos Ruiz

Evocación del poeta J. L. Prado Nogueira

CATAVINO DE PAPEL

19 de noviembre 2010 - 01:00

SE cumplen veinte años de la muerte de José Luis Prado Nogueira (1919-1990), poeta ferrolano del que no se ha hecho la justicia que merece. Y nos parece que el citado aniversario es ocasión propicia para reivindicar su obra. Según Francisco Umbral, en su libro "La noche que llegué al Café Gijón" (Destino, 1977): "Había decidido abandonar los halagos de la forma para hacer una poesía humana, ética, llena de contenidos morales, y muy sencilla de forma, en apariencia. José Luis era un marino alto, triste, lento, con la cara llena siempre de un enfado infantil, y un bigote militar bien llevado, que se le ladeaba un poco".

A José Luis Prado Nogueira le conocimos y departimos con él largas conversaciones en la Cacharrería del Ateneo de Madrid. Y la lectura de sus libros nos puso de relieve que era uno de los más importante poetas de la generación de posguerra. Su bibliografía es la siguiente: "Testigo de excepción" (Urbina, 19553), "Oratorio del Guadarrama" (Agora, 1956), "Respuestas a Carmen" (Adonais, 1958), "Miserere en la tumba de R. N." (Ixbilianb, 1960) -poemario que obtuvo los Premios Ciudad de Barcelona y Nacional de Literatura-, "Sonetos de una media muerte" (Palabra y Tiempo, 1962), "La Carta" (Cultura Hispánica, 1966) -premiado con el Leopoldo Panero- y "La rana" (Oriéns, 1969).

Indiscutiblemente "Miserere en la tumba de R. N.", es una de las elegías más significativas de la poesía española de todos los tiempos. Los críticos Melchor Fernández Almagro y Guillermo Díaz-Plaja, ensalzaron la obra, asegurando que era el punto álgido de la trayectoria del poeta. Y su antólogo, Vicente Araguas, afirma que José Luis Parado Nogueira demostró, al abordar la temática central del volumen, no otra cosa que el tensísimo monólogo de un hijo ante la tumba que encierra los restos de su madre, una capacidad bien moderna para hacer trizas los tópicos y convertir el dolor en fuente salvifica, a partir del amor.

Es sumamente difícil separar una estrofa del poema-río-llanto-miserere que conforma "Miserere en la tumba de R. N.", pero un tanto al azar trascribimos algunos versos: "Ya sé que el alma es de su Dios. Ahora/ sé que también el cuerpo vuela. Nada/ somos, en nada, uno de otro, hijo/ y padre, amigo y enemigo, amante/ y amado, vivo y muerto. Si tu cuerpo/ tan al alcance de mi mano me huye/ para qué sirve, qué es de mí, responde/ qué queda entre él y yo, por qué he venido/ y qué azar me ha guiado hasta tus restos…"

Seguiríamos copiando los versos de José Luis Prado Nogueira ante la sepultura de su madre. Todos son sublimes, enardecidos de dolor y belleza. Invitamos al lector a sentir con el poeta tan honda emoción, ahora que hace veinte años de su sentida muerte por cuantos le conocimos y por cuantos le leyeron.

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