Alboroto en el Arco de Santiago
El Prendimiento
Es la cofradía emblema de Jerez, donde la hondura de sus gentes da forma un año más a su estilo cofrade
EL Miércoles Santo tiene el nombre de Prendimiento, la hermandad más exportada de la Semana Santa, la más estereotipada y hasta cierto punto icónica por el talante de la gente que la rodea, gente que se inspira en la imagen de ese Jesús del Prendimiento que es apresado por 'Chupaceite' y 'Candileja', los dos 'marditos' judíos que figuran en un misterio donde el árbol que evoca el huerto de los olivos, volvió a ser sencillamente impresionante. En el Arco de Santiago no cabía nadie más. A la convocatoria que cada Miércoles Santo hace el Señor 'Prendío' acudieron gentes de aquí y de allá hasta colmar los alrededores de la capilla del Asilo donde vive la hermandad desde el cierre de Santiago, ahora afortunadamente en proceso de recuperación porque el Prendimiento es a Santiago como el Miércoles Santo es a Él.
Es una hermandad que al margen de la identidad más conocida de ella, es muy cofrade y con un patrimonio muy rico en belleza y calidad. Basta tan sólo admirar el conjunto del palio del Desamparo, andado ayer muy bien, para darse cuenta de que el equilibrio y el compás también alcanzó los hilos de oro del taller de Elena Caro y a la cadencia del orfebre, cuyo efecto final fue la maravilla que asomó ayer por la pequeña puerta del Asilo dejando salir a la Dolorosa del Desamparo entronizada en uno de los conjuntos de palio más armoniosos de las semanas santas de muchos kilómetros a la redonda.
El gentío se impacienta cuando pasan los minutos y el amplio cortejo de nazarenos blancos y rojos dejan paso a los ciriales que precedieron la salida del Prendimiento. Estallan las emociones, y los vivas; las palmas vibran aclamando la presencia del Señor dueño y rey de Santiago, una sinfonía sumamente peculiar que se mezcló con el tronar de tambores y cornetas llegados desde las frías tierras de León. Desde abajo, los costaleros se fusionaron contagiados por ese ambiente para que la carga se convirtiera en algo sublime, convirtiendo la cadencia del caminar del retablo dorado en una extensión más de toda la atmósfera tan exclusiva y tan flamenca que mandó un año más por el Arco de Santiago, plaza cuyo nombre evoca la presencia de una de esas puertas que daban entrada a intramuros de la ciudad y que conectaban desde dentro y hacia afuera y viceversa para dar de bruces con la grandiosidad del templo y barrio dedicado al apóstol.
Ayer fue esa plaza, la más abierta del planeta; abierta que desde sus adoquines, desde donde se elevaron las voces flamencas y gitanas que expresaron en saetas los sentimientos de una raza que por estos lares tiene sitio y admiración.
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