El Coto de Doñana
De la casa de los Guzmanes a los jerezanos Conde de Garvey y Marqués de Bonanza
Al hablar del término Doñana, debemos aclarar a qué nos referimos en este artículo: Espacio Natural Doñana, Parque Nacional Doñana, Estación Biológica de Doñana, Reserva Biológica de Doñana o Coto de Doñana. Nos vamos a centrar en este último nombre: Coto de Doñana, que es el término empleado tradicionalmente por sanluqueños y jerezanos, los habitante de las dos ciudades que, históricamente, más ligadas han estado al espacio referido. O como se dice en Sanlúcar de Barrameda: "La otra banda".
Estos territorios, desde el siglo XIII hasta 1900, han pertenecido a la casa Ducal de Medina Sidonia. Desde su palacio sanluqueño han gobernado y cuidado estas tierras hasta los albores del siglo XX. Y durante ese tiempo, empresarios jerezanos de la madera, las piñas, la caza y otros tradicionales usos ganaderos, agrícolas o forestales, han traído hasta Jerez esos productos para su posterior comercialización.
Hay que considerar también que hasta mediados del siglo XX Doñana ha tenido por el Norte, Este y Oeste un temido y minúsculo defensor, pero tremendamente eficaz: el mosquito Anópheles y los Plasmodium. En efecto, hasta hace poco tiempo el paludismo rodeaba Doñana, y sólo las secas tierras del sur eran relativamente seguras y a salvo de la malaria. Por eso Trebujena, Sanlúcar y Jerez eran las zonas de aproximación histórica al Coto. Tanto es así que en 1900 y hasta 1912, Garvey arrienda el coto a una reducida Sociedad de Monteros, y desde Jerez los llamados 'Escriturarios de Doñana', el Marqués de Torresoto y los británicos Abel Chapman, Walter Buck y Alexander Dingwal-Wiliams, adquieren los derechos de caza de Doñana. A lo largo de esos años y desde Jerez, se organizaban las partidas de caza para las tierras marismeñas. Y desde el jerezano Palacio de las Cadenas, los naturalistas británicos Chapman y Buck organizan expediciones científicas a Doñana, las cuales quedan recogidas en dos obras fundamentales para conocer la naturaleza española de esa época: 'Wild Spain' y 'Unexplored Spain'.
En el periodo feliz de finales del XVIII y principios del XX, el periodo de los grandes vinateros, aparecen singularmente destacados los Garvey, familia británica de origen irlandés, quienes amasaron una fortuna colosal - quizás la mayor que haya existido en nuestra ciudad- creando un vasto imperio. Fueron, como otros vinateros, dignificados por los monarcas con títulos de aristocracia. En este caso, Condes de Garvey por S. M el Rey D. Alfonso XIII. Título concedido a don Guillermo Garvey Capdepon.
El Conde Garvey adquiere para su hijo -gran aficionado a la caza y quien escribió el primer libro de safaris en lengua castellana -en el año 1900 a la Casa de Guzmán el Bueno, Duques de Medina Sidonia y Condes de Niebla, el Coto de Doñana por la importante cifra de la época de 150.000 duros.
La familia Garvey desapareció en la generación posterior al Conde, los Garvey González de la Mota. Tuvieron tres hijos varones y varias hembras. Una de ellas, Dolores Garvey, casó en Sevilla con don Antonio Medina Pastor, Marqués de Esquivel, y Doñana fue heredado por una hija de estos, María de las Nieves Medina Garvey, casada en Madrid con don Felipe Morenés García-Alesson Pardo Revadeneyra y Tord, Marqués del Borghetto y de Villarreal de Burriel. Estos señores tenían su domicilio en Madrid, y Doñana estaba distante para ellos, que eran personas de palacio y corte. Otra hermana de Blanca Medina Garvey, desposada con don Carlos Pérez de Barradas -hijo de los Duques de Medinaceli- y Duque de Tarifa y Denia, era gran cazador y amigo y compañero de caza del Rey, Alfonso XIII. La propiedad del Coto pasó a Borghetto por una deuda al fallecimiento del Duque de Tarifa. El Duque fue ingeniero de Montes y sin duda el gran artífice del Doñana que hoy conocemos: estaba esquilmado de pinos y caza; virtualmente abandonado. El repobló Doñana de pinos, mandó construir los cuarteles de Malandar y Matalascañas, y edificó la casa de la Marismilla; inversiones tan colosales dieron fin a su fortuna.
Más adelante, los Marqueses del Borghetto, una vez finalizada la Cruzada Nacional, deciden trasladar su vida a Jerez, para reconstruir las Bodegas Garvey y administrar Doñana.
Es importante reseñar que la ley de Reforma Agraria de 1932 de la Segunda República y posteriores acontecimientos, obligó a los Borghetto a vender aproximadamente la mitad de Doñana, reservándose para ellos la parte cercana a Sanlúcar, y enajenando la parte que estaba más próxima a la provincia de Huelva. Esa parte de Doñana fue adquirida en 1940 por tres personas que forman la sociedad 'Coto del Palacio de Doñana S.A': Manuel María González, Marqués de Bonanza, el Marqués del Mérito, y Salvador Noguera. En esa época, los Marqueses del Borghetto deciden trasladar su vida a Jerez para reconstruir las Bodegas Garvey y administrar Doñana.
Durante la existencia de la sociedad 'Coto del Palacio de Doñana S.A' tienen lugar dos acontecimientos importantes para la conservación de Doñana: uno de ellos tiene lugar en 1953, cuando ante la amenaza de repoblar todo el Coto con eucaliptus y guayules, el Marqués de Bonanza y su hijo Mauricio González Gordon, reaccionan, y con la ayuda de Francisco Bernis redactan un memorándum que entregan al jefe del Estado, Francisco Franco, el cual paraliza dicha actuación que salva el Coto de Doñana.
En 1957, un grupo de británicos decidió conocer la Sierra de Cádiz y las marismas del Guadalquivir, contando con nuestro querido y añorado paisano, Mauricio González.
La 'Doñana Expedition' era, sobre todo, ornitológica, pero contaba con el mejor fotógrafo animalista del momento: Eric Hosking, y con personajes eminentes: Lord y Lady Alanbroke, Sir Julian Huxley y señora, Max Nicholson, a los que se sumaban ornitólogos de campo de renombre: Guy Mounfort, James Fergusson -Lee, J.Parrinder, J.Raines y Tony Miller. Y como únicos hispanos: Mauricio González y el genio irrepetible de José Antonio Valverde.
Todos los nombrados anteriormente con currículos y biografías para llenar varias enciclopedias. De algunos ya referiré ciertos comentarios.
Guy Mounfort, además de organizador principal, con la ayuda inestimable de Mauricio, fue el autor de un entretenido libro: 'Portrait of a Wilderness', 1958, reeditado en castellano en 1994; libro muy recomendable donde se relata con buen humor y excelente documentación esa y otras expediciones. Ese libro fue muy importante para la futura conservación de Doñana, al difundir el interés internacional por la marisma. Fue muy utilizado por el WWF para la colecta de fondos en Gran Bretaña. Todos los expedicionarios se reunieron en Jerez, en el recordado hotel Los Cisnes, en la calle Larga, donde todos los días un microbús los recogía para llevarles a La Sierra en busca de grandes rapaces. Luego vendría el descubrimiento para la comunidad científica internacional de Doñana.
Aproximadamente en la década de los años ochenta, la Doñana de Borghetto fue expropiada, creándose el Parque Nacional de Doñana. De las cuatro partes vendidas, la familia González, la fundación Jaime González Gordon y Noguera, aún conservan la propiedad, no así la gestión. Las otras dos fueron adquiridas por una institución creada ex profeso por unos filántropos suizos, denominada World Wild Fund (WWF), la Fundación para la Conservación de la Naturaleza.
Existen muchas y muy diferentes opiniones sobre cuál es la mejor forma de preservar Doñana de su desaparición, aves y fauna. Muchas coinciden en que la gestión de esta finca como propiedad privada ha sido oportuna, como ha quedado patente al haber habido en seis siglos dos propietarios: Guzmanes y Garvey. Y Doñana era rico en caza y madera.
Se puede pensar que la mejor forma de conservar una propiedad -la que sea-es la forma privada; tiene forzosamente que preservar su patrimonio. Obviamente, dentro de unas reglas y supervisada.
El incendio ocurrido hace días en el pre parque, es un accidente según parece; fruto de la sequía y el viento; pero es un aviso para que se hagan las cosas mejor en el futuro. El Coto no es una selva; ha estado guiado por hombres desde siglos y así ha de continuar; hay que obtener los aprovechamientos protegiendo a la fauna y a la naturaleza, pero siempre con la mirada puesta en el mayor peligro que lo amenaza: el fuego.
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