Por los Llanos del Republicano (y II)

En torno a Jerez

Una visita a la Sima del Republicano y el torcal de Cancha Bermeja

Torcal de Cancha Bermeja
Torcal de Cancha Bermeja
Agustín Y José García Lázaro

28 de enero 2018 - 13:57

La semana pasada les propusimos un paseo por los Llanos del Republicano, en Villaluenga del Rosario. Partiendo del Puerto de las Viñas, cruzamos por el alcornocal de la Sierra del Peralto y tras atravesar los llanos, llegamos al pie de las paredes de la Sierra de Líbar. En nuestro paseo de hoy, y para cerrar esta ruta circular, visitaremos la Sima del Republicano para acercarnos después hasta el aljibe de la Breña y el torcal de Cancha Bermeja. Desde aquí, ya en el camino de regreso, visitaremos el pozo del Espino y el cerro del Galapagar para volver, en un cómo recorrido apto para "todos los públicos", al punto de partida.

En la Sima del Republicano

El camino desde los Llanos hasta la Sima del Republicano puede hacerse por el sendero que discurre casi en paralelo al curso del arroyo o bien campo a través, paseando entre los prados y salvando fácilmente el cauce de los arroyos, con las paredes de la Sierra de Libar en nuestro horizonte cercano. Sea como fuere, los caminos nos llevan hasta los pies de la sierra en un punto donde se señaliza el sendero que asciende hasta el Puerto del Correo, que recorreremos en otra ocasión. En nuestro caso, nos desviaremos a la izquierda para seguir hasta la entrada de la sima, situada a unos 300 m, y a la que llegaremos siguiendo en paralelo a un murete de piedra seca atravesando por un hermoso paraje salpicado de encinas centenarias de gruesos troncos, auténticos monumentos naturales.

El cauce del arroyo de los Álamos nos conducirá hasta la boca de la sima a la que podremos acercarnos extremando el cuidado por lo húmedo y resbaladizo de las rocas que pisamos. Su actual nombre se debe, al parecer, a la creencia de que durante la Guerra Civil fue arrojado en ella el cadáver de un soldado del bando republicano, víctima de la cruel represión de aquella contienda (5). Sin embargo, este gigantesco sumidero era conocido con anterioridad como Sima del Cabo de Ronda y así figura en la cartografía de inicios del siglo XX y en otras fuentes documentales. (6).

La sima es la salida natural de las aguas que se recogen en este gran 'valle ciego' o 'poljé', actuando como un gran sumidero que canaliza las escorrentías de todos los arroyos que drenan el área de hundimiento de los Llanos. Presenta una entrada de grandes proporciones donde se aprecian en el lecho del arroyo 'marmitas de gigante' o pilancones, así como grandes y pulidos cantos rodados, fruto de la erosión que las rocas de arenisca arrastradas por las aguas ejercen sobre la caliza. La sima es la boca principal del denominado Sistema o , un gran laberinto subterráneo que cuenta al menos con otras bocas menores, como los sumideros de Cabito y La Raja (7).

La sima, incluida en el Catálogo de Grandes Cavidades, ha sido explorada y cartografiada por diferentes grupos de espeleología, datando las primeras referencias del año 1964 (8). En su exterior sorprende su gran porche de entrada que da acceso, sólo ya para los espeleólogos expertos y bien equipados, a sus galerías interiores, donde en algunos tramos hay descensos de gran verticalidad que terminan en la cota -200 m (aprox.). En su 'fondo', existe un lago sifonante que solo permite el progreso hacia zonas más profundas a los espeleobuceadores dotados de equipos complejos, habiéndose logrado descender unos -60 m por debajo del nivel del agua. El desarrollo que en la horizontal alcanza la cavidad, sobrepasa los 1.600 m y la cota más baja alcanzada se estima, incluyendo el tramo buceado, en -260 m, si bien los sondeos realizados estiman una profundidad en torno a los -300 m. (9).

Con respecto a la circulación de las aguas por el interior del sistema cárstico, aún existen dudas. Mientras que parece quedar claro que las que se pierden por la Sima de Villaluenga afloran después por los manantiales de Ubrique (10) aún se requiere una mayor investigación sobre dónde lo hacen las que se infiltran por la Sima del Republicano. Para algunos autores, esta cavidad se define como "una captura Kárstica, que en un principio se dirigía hacia la cuenca de Ubrique, a través de la vaguada de la Loma de Barrida" (11). Estudios realizados por la Universidad de Málaga con trazadores apuntan a que sus aguas vierten al valle del Guadiaro, al otro lado de la Sierra de Libar, realizando un gran recorrido subterráneo de 18 km para aflorar en la surgencia conocida con Fuente del Moro, en la Garganta de las Buitreras próxima a la Estación de El Colmenar, en el término municipal de Cortes de la Frontera (12).

Los grandes caudales que se infiltran por la sima del Republicano dan lugar a que, en ocasiones excepcionales, esta cavidad "llega a llenarse totalmente de agua, cuando la zona se ve sometida a fuertes lluvias, formándose un gran lago en los Llanos, aunque según cuentan los lugareños este fenómeno dura poco tiempo, llegándose a vaciar con fuertes estruendos" (13). Esta circunstancia ya fue observada hace ahora justo un siglo por el geólogo Juan Gavala Laborde quien al describir la Sima del Cabo de Ronda cuenta que "…esta sima presenta la particularidad de cegarse en ocasiones, quedando las aguas remansadas en los llanos que se extienden a lo largo de la sierra, y que, sin duda por este motivo se llaman las . Estos embalses duran poco tiempo, pues la misma presión del agua estancada pone en franquicia los conductos subterráneos" (14).

Por las faldas de Cancha Bermeja. El Aljibe de la Breña

Después de asomarnos a la boca de la sima y descansar un poco, continuamos nuestra ruta siguiendo el curso del arroyo de los Álamos que corre paralelo a la base de la sierra y que llevamos siempre a nuestro lado vadeándolo en varias ocasiones. Caminamos ahora por un hermoso paraje y en nuestro camino afloran de vez en cuando unos curiosos estratos casi verticales de escaso grosor, desgastados por la erosión que corresponden a las margocalizas cretácicas, reconocibles por sus tonos rosados. Estos materiales se asientan sobre las calizas jurásicas, rellenando parcialmente el fondo del valle.

Aulagas, retamas y majuelos, nos acompañan en este tramo, junto a magníficos ejemplares de encinas entre las que vemos también arbustos de espino blanco o majoleto, parasitados en ocasiones por el muérdago. Entre el roquedo destacan ejemplares aislados de arce de Montpellier, que habremos visto también junto a la sima y que en otoño presentan un hermoso follaje de tonos dorados. Llegamos así a un antiguo muro de piedra cuyo vallado sortearemos por una angarilla (somier). Hemos recorrido algo más de un km desde que dejamos atrás la sima y nos encontramos en las proximidades del cortijo de los Núñez, a los pies de Cacha Bermeja.

Una cancela metálica nos permite acceder hasta el Aljibe de La Breña, cuya silueta adivinamos entre un hermoso prado sombreado con encinas centenarias entre las que los cerdos de la montanera buscan sus bellotas. El aljibe es un típico ejemplo de la arquitectura tradicional de la sierra. De planta octogonal, tiene paredes de piedra que sujetan una bóveda de sillares de canto y ladrillo, rematada por una cubierta piramidal con teja árabe, que actualmente ha sido desmontado para su reparación. Aunque ha perdido parte de su encanto, el aljibe es una hermosa construcción que, como otros de la sierra, forma parte del patrimonio etnográfico ligado a la cultura del agua. Así nos lo recuerda las fotografías que tomamos hace más de quince años, o las más recientes que nos ha facilitado nuestro amigo José Luis Valencia Oca, de hace apenas cinco años (15). En una de sus paredes presenta un arco que, protegido por una barandilla de hierro, permite asomarnos al interior. Junto a él unas pilas labradas en grandes bloques calizos, sirven de abrevadero al ganado que pasta por estos predios. Como sistemas de captación de agua se utilizaban canalizaciones (ya desaparecidas) que desde el tejado la conducían al interior a través de unos orificios aún visibles en las paredes, o se recogía directamente del empedrado existente en los alrededores del aljibe al que fluía mediante un canalillo de piedra que aún se conserva.

Frente al aljibe se alzan los paredones calizos cuarteados y fisurados de Cancha Bermeja, que desde aquí podremos apreciar en toda su amplitud. En este paraje, a cuyos pies se encuentra el Cortijo de los Núñez, se ha desarrollado singularmente el modelado cárstico dando lugar a un pequeño torcal, apreciándose amplias zonas de lapiaz, curiosas apilaciones de rocas y callejones laberínticos formados a expensas de las numerosas diaclasas o fracturas que se abren en los bloques rocosos, entre los que es fácil ver algún ejemplar de cabra montés, presente en la Sierra de Libar (16).

El nombre de Cancha Bermeja obedece a los peculiares tonos rojizos que en superficie presenta la caliza en este lugar. Sobre la causa, Gavala apuntó que "la coloración roja con el que aparece teñida a manchas las calizas jurásicas se debe a la presencia de hidróxido de hierro" (17). Al describir el peculiar modelado cárstico de las sierras del Endrinal y Libar, donde se manifiesta con más intensidad, el geólogo nos recuerda que "otro rasgo propio de las calizas del jurásico es la forma especial de fracturamiento y modo de descomponerse en la superficie, sobre todo en los parajes donde las capas están horizontales viéndose la roca dividida en grandes trozos, limitados en todos sentidos por superficies curvas, sin que se ajusten, como es consiguiente, los unos con otros. Esto demuestra que las presiones y empujes que produjeron la rotura de las capas se ha sumado el trabajo de que fue poco a poco disolviendo la parte exterior de los fragmentos, y que no es otro, evidentemente, sino". De la misma manera se detiene también en estos hermosos paisajes de gran interés geológico que, como en el torcal de Cancha Bermeja, pueden verse en otros lugares de la sierra: "Otro aspecto del ataque de las calizas jurásicas por las aguas de lluvia son los que se forman... cuando las y que en la provincia de Málaga se llaman". Estos fenómenos de denudación que semejan, donde los callejones "se entrecruzan en distintas direcciones dando origen a" (18).

El camino de regreso. Por la Fuente del Espino

Tras la visita al Aljibe de la Breña, a los pies de Cancha Bermeja, retomamos ahora nuestros pasos hasta la primera angarilla para desde aquí iniciar el camino de regreso. Sin embargo, en lugar de volver hasta la Sima, seguiremos el curso del arroyo del Lazareto, que se une al de Los Álamos junto a la angarilla, y rodearemos, en un cómodo paseo, el Cerro del Galapagar, donde se asienta un encinar adehesado.

En la ladera norte del cerro, por la que caminamos, reclama nuestra atención una curiosa construcción en la que observamos muretes y paredones de piedra seca, con ese curioso color cárdeno de la roca arenisca de estos parajes. Se trata de la Fuente del Espino. Si nos acercamos, veremos que nos encontramos ante un modesto, pero completo sistema de captación de agua. En la parte superior, los manantiales están protegidos por pequeñas paredes de piedras cubiertas con una gran losa, para impedir el acceso directo de los animales a la surgencia. Desde ellos se canaliza el agua hasta un aljibe, que encontramos tras un muro de piedra de arenisca que lo protege, a modo de cercado, de las vacas y ovejas que pastan en estos prados. Cuando rebosa, se forma a sus pies una gran charca que se mantiene en el tiempo. Junto al muro hay también otra corraleta y algo más abajo, a orillas del arroyo del Lazareto, veremos el Pozo del Espino, que recoge las escorrentías de estas laderas y mantiene siempre un buen nivel de agua de la que se beneficia el ganado que pasta por los Llanos.

Retomamos nuestro camino dejando atrás esta curiosa fuente. A nuestra derecha se divisa ahora, a corta distancia, el Cortijo del Galapagar, ya en los linderos del alcornocal de Matagallardo, mientras seguimos rodeando el cerro del Galapagar donde se conservan buenos ejemplares de encinas. En este tramo tendremos oportunidad de ver los restos de antiguas cabañas de pastores, de las que apenas quedan los muros de piedra seca que se cubrían con techos de ramas y brezo, o las corraletas donde se guardaba el ganado y que dan fe de las duras condiciones de vida que antaño tenía el hombre de la sierra.

Tras ese recorrido circular en torno al cerro, de algo más de 2 km, enlazaremos con el sendero de regreso, casi en el punto donde se encuentra la cancela y el mirador. Desde aquí, bastará seguir la pista que en apenas 1,5 km nos dejará otra vez en el Puerto de Las Viñas, donde habíamos iniciado nuestro itinerario. Antes de adentrarnos en el bosque, no podemos dejar de hacer un alto para admirar de nuevo los perfiles de la Sierra de Libar que con el sol de la tarde adquieren nuevas tonalidades y aún se nos muestran más hermosos.

José y Agustín García Lázaro

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