El Salado: algo más que un arroyo (I)
En torno a Jerez
Un recorrido por los paisajes y la historia del arroyo Salado de Caulina
En diferentes ocasiones, hemos traído a estas páginas en las que compartimos con los lectores nuestros recorridos por los paisajes y la historia en torno a Jerez, algunos artículos dedicados a los cursos fluviales más importantes que discurren por nuestro término, con especial incidencia -como no podía ser de otro modo- en el Guadalete y el Majaceite. Poco a poco, sin embargo, nos iremos ocupando también de otros cursos menores (Guadajabaque, Mata Rocines, Buitrago, Salado de Paterna…) que por su cercanía a la ciudad, por su vinculación a nuestros paisajes y a nuestra historia guardan no pocos aspectos de interés. Hoy vamos a fijar nuestra atención en uno de ellos, el Arroyo Salado. ¿Nos acompañan?
El Salado: algo más que un arroyo
Junto a nuestros dos ríos principales, el Salado, denominado comúnmente como arroyo Salado de Caulina, es el más citado en las fuentes documentales antiguas y el más estrechamente relacionado con distintos episodios de nuestra historia. Este curso fluvial, ha sido conocido también con los nombres de Badalejo, Badalac, Badalae, Salado de Cuenca, Albadalejo… figurando con todos ellos en distintas páginas de la historiografía tradicional jerezana y en los planos y mapas de los últimos tres siglos (1).
El Salado drena un amplio territorio situado al noreste de la ciudad de Jerez, comprendido entre la sierra de Gibalbín, los Llanos de Caulina y la margen derecha del Guadalete. La extensión aproximada de su cuenca es de unas 23.000 hectáreas (2) mientras que la longitud de su curso principal, es de unos 13,5 km, contados a partir del puente del Rizo, poco antes de su entrada en los Llanos de Caulina, donde su cauce se amplía y su corriente se torna ya permanente. A esta longitud habría que sumar otros 10 km, que es la que le aportan algunos de los arroyos tributarios de su cabecera.
Se forma el Salado por la confluencia de una amplia red de cursos menores que avenan este extenso rincón de la campiña. Así, en las cercanías de Las Mesas de Santiago se unen los arroyos (del Palomar, de la Silla, de La Plata…) que bajan de las laderas de la sierra de Gibalbín que miran al sur y que arraciman sus aguas en el arroyo de Santiago. En las proximidades de los cortijos de Jarilla y Jareta se suman a este curso otros pequeños arroyos como los de El Chivo, Montecorto y Arroyodulce. De la importancia de los aportes de esta pequeña cuenca dan idea los desbordamientos que, en los últimos años, inundaron (y destruyeron) algunos tramos de la carretera de Torre de Melgarejo a Gibalbín, en la zona de Majarazotán. Las imágenes que tomamos en octubre de 2008 muestran la fuerza de las avenidas de este arroyo a la altura del puente de la traza del ferrocarril de la Sierra, junto a la que fuera antigua estación de El Rizo.
Por los llanos de Caulina, Morla y el Mayorazgo
A partir del cortijo del Algarrobillo (próximo a la barriada rural de La Inmaculada, junto a Torremelgarejo) y ya con el nombre de Arroyo Salado, se adentra en los Llanos de Caulina cuyas tierras improductivas en las que crecían extensos palmares y juncales, fueron transformadas en tierras de regadío en la segunda década del siglo pasado. Fue entonces cuando se realizaron obras de drenaje y canalización para evitar los encharcamientos e inundaciones, 'domesticando' el curso del río que vio profundamente alterado su cauce histórico, realizándose también en muchos lugares grandes obras de nivelación de terrenos para favorecer el riego. Como pueden verse en las imágenes aéreas del conocido 'Vuelo Americano de 1956' se enderezaron buena parte de sus tornos perdiendo su trazado meandriforme a favor de tramos más rectilíneos. En algunos sectores, se construyó un nuevo cauce protegiendo sus riberas artificiales con grandes muros para frenar la erosión.
Desde el Algarrobillo, cruza el Salado por entre las tierras de Morla y las de El Mayorazgo que fueron habilitadas para el cultivo por el I.N.C. y repartidas estas últimas entre pequeños agricultores hace más de sesenta años. Llegamos a este diseminado por un desvío a la izquierda de la carretera que une Torremelgarejo y Gibalbín, adentrándonos por un paisaje de cultivos agrícolas entre las viviendas de los antiguos colonos que, a diferencia de en otros núcleos rurales, fueron aquí construidas de manera aislada, en las parcelas. Desviándonos por los carriles que se trazan en los Llanos podemos seguir el curso del Salado que mantiene un mínimo caudal hasta en los meses más secos al recoger los excedentes de riego de las parcelas por los canales de drenaje.
Un camino de servicio que corre paralelo junto a la autopista A-4, nos ha llevado hasta las proximidades del cortijo Las Pitas. En sus proximidades cruzan el Salado los puentes de la autovía de Arcos, atravesando el río la dehesa de Sepúlveda donde antes de las intervenciones del INC se encontraba la laguna de Torres o de Sepúlveda, que se desecó. Poco antes de llegar a Estella del Marqués se le une el conocido Arroyo del Rano o del Cuadrejón que viene desde las tierras de Romanina y de La Torre de Pedro Díaz, bajando de las faldas de la sierra de Gibalbín, después de haber pasado por las cercanías del cortijo de El Trobal y de Nueva Jarilla. Este pequeño pero importante tributario canaliza las escorrentías del sector occidental de los Llanos de Caulina y es, con sus 13 km de largo, el principal afluente del Salado, drenando una cuenca de casi 6.000 hectáreas. Este arroyo, recoge las aguas de la Ciudad del Transporte, y las Dehesas de Siles y de las Carreras, entre otros sectores de la campiña (3).
Por Estella del Marqués y los Llanos de la Catalana
El Salado llega así a las tierras donde se asentó el antiguo descansadero de Albadalejo, auténtico cruce de caminos del Jerez rural, donde en 1956 se levantó el poblado de colonización de Estella del Marqués. Al llegar a esta población, junto a la conocida Venta Las Cuevas, cruza nuestro arroyo bajo los arcos del puente de la carretera de Cortes, en un lugar donde existieron ya dos antiguas alcantarillas en el siglo XVIII (4). Esta zona se ha visto inundada en no pocas ocasiones por las furiosas crecidas del arroyo cuyas aguas han llegado a cortar también la autopista Sevilla-Cádiz en momentos de grandes desbordamientos, como los de febrero de 2010, que se muestran en las fotografías de J.J. Cabrera Bueno que acompañan este artículo y en los que quedó aislada Estella (5).
Aguas abajo de esta población, el Salado discurre ahora por los Llanos de la Catalana, dejando a su derecha a la autopista A-4. Aunque aquí presenta un tramo recto, antaño su curso se acercaba hasta el paraje de Las Salinillas, un curioso humedal salobre del que nos ocupamos en otra ocasión (6). En este lugar atraviesan el cauce del arroyo las conducciones del acueducto de Tempul y del acueducto de los Hurones. El primero trae desde 1869 las aguas del manantial de Tempul hasta los depósitos del Parque Zoológico, el segundo, nos muestra aquí su gran tubería de hormigón que desde la década de los 50 del siglo pasado abastece a la Zona Gaditana desde el pantano de los Hurones, transportando sus aguas hasta los depósitos reguladores de San Cristóbal. Poco más adelante, recibe por la derecha a uno de sus tributarios más urbanos, el arroyo de la Canaleja, que recoge buena parte de las aguas pluviales del casco urbano de Jerez canalizadas por colectores hasta la conocida urbanización Zafer.
Siguiendo su curso, a los pies de los cerros de Montealegre el Salado es cruzado por un nuevo puente de la autopista A-4, bajo cuyas vigas llaman la atención los curiosos nidos de la golondrina dáurica. En este rincón, aún pueden verse en sus riberas algunos fresnos, árboles que junto a los álamos y tarajes debieron formar sus galerías vegetales antes de que las obras de canalización de la década de los cincuenta del siglo pasado alteraran considerablemente su trazado.
Si por los Llanos de Caulina el valle del Salado mostraba una anchura que, en algunos puntos, era superior a los 5 km, en La Catalana esta distancia se va reduciendo drásticamente estrechándose entre los cortados del pago de Montealegre a su derecha y los cerros de Lomopardo a la izquierda, separados ambos por apenas 400 m, distancia que se reduce a la mitad conforme nos acercamos a La Cartuja. En estos parajes estuvieron ubicados, siglos atrás, la molineta de La Catalana y el antiguo molino de La Cartuja.
Dos nuevos puentes cruzan ahora aquí cauce: el nuevo que conduce a la autovía de Los Barrios y el de la antigua carretera de Medina, que pasa junto a Viveros Olmedo. Desde este último aún pueden verse, aguas abajo, los estribos de las primeras alcantarillas que cruzaban el salado en los siglos medievales (7). Apenas 400 m separan este lugar de su desembocadura en el Guadalete, al que se une en su orilla derecha en un hermoso rincón situado 400 m aguas abajo del puente de Cartuja, a cota 6 m.s.n.m.
El Salado y las inundaciones
Sin embargo, este rincón de la campiña, donde confluyen el salado y el Guadalete, no siempre ha sido tal como lo vemos en la actualidad ya que en los últimos años ha sufrido grandes transformaciones, en este caso para bien.
Como ya se ha apuntado, cuando después de unos días de fuertes lluvias en la campiña se producen episodios de avenida, el Salado puede llegar a transportar un enorme caudal al tener que dar salida a las escorrentías de su amplia cuenca de recepción. A diferencia de la del Guadalete, regulada por distintos embalses que pueden amortiguar los efectos de las avenidas, la del Salado ha de ser desaguadas a través del río principal, sin otro recurso que la laminación de sus caudales en su llanura de inundación, los Llanos de Caulina, que se transforman en estos momentos críticos en una inmensa laguna. El estrechamiento del valle, que se produce entre los cerros de Montealegre y Lomopardo, próximo ya el punto de confluencia con el Guadalete, el aterramiento de su cauce y la densa vegetación que crecía en las orillas del tramo final del arroyo disminuyendo su sección, habían convertido este punto en un auténtico 'cuello de botella' con nefastas consecuencias en los momentos de grandes crecidas.
La fuerte corriente del Guadalete suele producir en estos casos un 'efecto tapón' sobre la del Salado, que se incorpora en dirección casi perpendicular a la del río principal, con lo que se dificulta enormemente su rápida evacuación. Se producen entonces grandes retenciones que impiden el desalojo de la gran lámina de agua transportada por el arroyo. Ésta, se extiende curso arriba hasta las cercanías de Estella del Marqués, formándose grandes balsas de agua en los llanos de La Catalana que han llegado a cortar, como se ha dicho, el trazado de la autopista A4, causando también grandes daños materiales en cultivos y otras instalaciones.
Recuperación el Salado: restauración ambiental
Para tratar de paliar algunos de los problemas descritos, durante el verano y otoño de 2011 se realizaron obras de restauración ambiental en distintos puntos del río Guadalete y sus afluentes. Uno de ellos fue el paraje donde el Salado de Caulina confluye con el río, considerado como uno de los puntos más críticos de la cuenca debido a las grandes inundaciones que este arroyo provocaba aguas arriba. Se retiraron entonces lodos y sedimentos acumulados en sus riberas, en la zona trasera de Viveros Olmedo, y se cortaron numerosos eucaliptos que habían invadido el propio cauce del río disminuyendo la sección del canal fluvial, lo que le restaba capacidad de desagüe en los episodios de avenida, favoreciendo desbordamientos en casos de grandes lluvias. Aquellas obras, en las que se invirtieron 108.165 euros, restituyeron la sección hidráulica del arroyo, despejando sus riberas de los grandes eucaliptos que cegaban el cauce, especialmente en el tramo aguas abajo del puente de 'Viveros Olmedo' y en la margen derecha de las riberas del meandro de La Isleta. Se cortaron entonces unos 1.300 pies en este sector, lo que da idea de la densidad de la masa forestal que casi estrechaba el arroyo e invadía, igualmente, el cauce del Guadalete (8).
Los álamos, tarajes y sauces, que forman parte de la vegetación natural del río, se respetaron, con lo que los sotos fluviales están recuperando, poco a poco, el aspecto que tuvieron décadas atrás, antes de que los eucaliptos invadieran las alamedas. Junto a ello se retiraron una gran cantidad de sedimentos para despejar el cauce, rectificando parcialmente el tramo final del Salado, que se ensanchó en su margen derecha. Con ello se consiguió también que el ángulo de incorporación al río, casi perpendicular, fuese más abierto lo que ha facilitado ya en las crecidas de estos últimos años, el flujo de caudales paliando en parte ese 'efecto tapón' ya descrito.
A todo ello hay que unir la mejora paisajística que hace un par de años se llevó a cabo en la margen izquierda del Guadalete, frente a la confluencia del Salado, donde se retiraron también sedimentos y eucaliptos y donde se ha recuperado para el paseo un importante tramo de la ribera. En octubre de 2017, en el último tramo del arroyo, ha tenido lugar la retirada de la antigua tubería que, adosada al Puente de Cartuja, cruzaba también junto a Viveros Olmedo, apoyada en los estribos de la antigua 'alcantarilla' del Salado, histórico puente cuyos restos esperamos ver recuperados algún día, máxime si se tienen en cuenta los futuros proyectos de trazar por estos rincones del río un sendero fluvial para el uso y disfrute de todos los ciudadanos (9).
En nuestro próximo artículo haremos un recorrido por las historias más significativas en torno al Salado de Caulina, "algo más que un arroyo" (Continuará).
José y Agustín García Lázaro
Consultar mapas, referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en http://www.entornoajerez.com/
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