Topónimos curiosos en torno a Jerez
"Hermanos grandes y hermanos chicos" en los cortijos de la campiña
En muchos lugares de nuestra campiña encontramos curiosos topónimos que se presentan en dos "versiones" distintas, una de ellas en diminutivo, y hacen alusión a lugares, fincas o cortijos próximos entre sí o incluso colindantes. En algunos casos pertenecieron a una misma propiedad y dan la pista de la mayor importancia, preeminencia o antigüedad de quien ostenta el nombre principal. Estos son algunos de estos singulares nombres:
Este es el caso de algunos conocidos cortijos como los de Alijar y Alijarillo, situados junto a la carretera de Sanlúcar, coronando sendas lomas desde las que se domina el paisaje de la campiña. Este rincón del término de Jerez, conocido como Los Alijares, se encuentra colindante con el de Sanlúcar y en los siglos medievales, de acuerdo a los restos cerámicos encontrados, pudo albergar una alquería andalusí de las muchas que se repartían en el extenso alfoz jerezano. El topónimo que bautiza estos cortijos es de origen árabe, vinculado tal vez a su pasado andalusí. De él dice el historiador Bartolomé Gutiérrez que "…La voz Alijar, quiere decir, exido y salidas espaciosas para recreo, y no desdicen del terreno estas ethimologias porque el paraje y salida en nuestro término (que es donde están) es divertida…" (1). Y es que, conviene recordar que entre las distintas acepciones que el DRAE recoge para "alijar", se encuentran las de "dehesa", "cortijo" y "aduar" (pequeña población formada por chozas o cabañas). Alijarar es también repartir tierras incultas para su cultivo. Frente al viajero, a la derecha de la carretera se alza el caserío de Alijar, escoltado por los aerogeneradores de un parque eólico que se enclava en sus tierras, a la izquierda, el de Alijarillo. Ambos pudieron tener su origen en sendas villas romanas y en el de Alijar aún se conservan los restos de una torre-atalaya de origen medieval que formaba parte de las que controlaban el alfoz jerezano (2).
En la conocida como carretera del Calvario o de Las Viñas, a orillas del que en el siglo XIX fuera el camino de Jerez a Bonanza, se encuentran los cortijos de El Barroso y El Barrosillo. El Barroso se asienta en la explanada de un antiguo descansadero de ganado donde confluían las cañadas de Marihernández, del Amarguillo y de Tabajete que comunicaban Las Tablas y Añina con Mesas de Asta, atravesando parajes que lo fueron de marismas. Estas tierras tuvieron como ilustre propietaria, ya en el s. XIII a doña María Alfonso Coronel, esposa de Guzmán el Bueno. Frente al cortijo, un camino escoltado por cipreses sube hasta la cercana Casa de la Viña del Barrosillo, una antigua construcción de finales del s. XVIII acondicionada y reformada para eventos, que conserva aún el sabor de las tradicionales casas de viña. A sus pies, la cañada se dirige hasta el cortijo de El Barrosillo y continua luego, más desdibujada, hacia Tabajete y Mesas de Asta. Diferentes autores llevan por este mismo lugar, que debe su nombre a la naturaleza arcillosa y encharcadiza del suelo, el trazado de la romana Vía Augusta que desde Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María) conducía a Hasta Regia (3).
Al norte de la ciudad, en dirección a Sevilla la campiña guarda otras curiosas parejas de topónimos como Montegil y Montegilillo. En el caso de Montegil, el nombre hace alusión a un cerro de 136 m situado entre Jerez y El Cuervo, junto a la carretera nacional IV y al antiguo cortijo que allí se emplaza. Esta elevación domina las marismas de Casablanca, Morabita y El Cuervo y en sus alrededores existen numerosos yacimientos arqueológicos. Por su posición geográfica el Alto de Montegil albergó una torre del telégrafo óptico, una de las 59 de las que constaba la línea Madrid-Cádiz, puesta en marcha en 1844 por el brigadier José María Mathé por encargo del Ministerio de la Gobernación. En dirección a Madrid se conectaba desde aquí visualmente con la torre del Cerro de Cornegil (próximo al Rancho de Majada Vieja), a mitad de camino entre El Cuervo y Lebrija. En dirección a Jerez la conexión era con la torre de Capirete, que estuvo situada en la actual Viña El Telégrafo, que ha conservado en su nombre el recuerdo de aquel curioso sistema de comunicación (4). La torre de Montegil estuvo ubicada en el paraje donde hoy pueden verse grandes antenas de telecomunicaciones. Desde este punto se observa una inigualable perspectiva sobre las campiñas y marismas del bajo Guadalquivir. Montegilillo, por su parte, da nombre a un cortijo colindante con aquel. Situado junto a la derecha de la carretera en dirección a El Cuervo. En relación con el curioso nombre de Montegil, el profesor Pascual Barea, sugiere la posible relación de este orónimo con "", (vocablo del latín tardío) que derivaría de monte (mons, montis) y el sufijo -cellu, del que procede el sufijo castellano -cillo. "Montegil equivale por tanto al castellano 'montecillo´", por lo que este topónimo "documentado en textos árabes y castellanos medievales, remonta a la Antigüedad tardía" por lo que, rizando el rizo, Montegilillo vendría a significar "pequeño montecillo" (5).
Apenas a 7 km de aquí, a los pies de la Sierra de Gibalbín y junto a la Cañada de Casinas que unía la zona de Lebrija con Calsena, la antigua capital andalusí situada en la junta de los Ríos, encontramos los cortijos de La Torre y la Torrecilla. Accedemos a ellos por la carretera que comunica Gibalbín y El Cuervo, desde la que un desvío señalizado a la derecha nos lleva a La Torre de Pedro Díaz, como también se conoce a este antiguo cortijo de posibles raíces árabes (6). La Torre formaba parte de la cadena de fortalezas, torreones y atalayas repartidos por el extenso alfoz de Jerez. Ubicada a los pies de la Sierra de Gibalbín, en las proximidades de los caminos medievales que conducían a la campiña sevillana, el historiador jerezano Bartolomé Gutiérrez nos recuerda que también era conocida como torre de la Hinojosa, "cuyo Donadío, era y es perteneciente á la familia de los cavalleros Hinojosas de esta ciudad… (7). Si la torre ya existía en tiempos de la conquista castellana, cabe pensar que su origen fuese andalusí (8). Aunque los restos originales que de ella se conservan son escasos, se aprecian en sus esquinas y en los arranques de los muros los sillares de cantería con los que debió ser reforzada en época cristiana. En su parte más alta se adivina un pequeño murete de tapial, al igual que en distintos puntos de la cerca que rodeaba esta construcción, a modo de pequeña muralla defensiva, por lo que su posible origen islámico es más que probable. Cerca de La Torre se encuentra el cortijo de La Torrecilla en cuyas tierras crecen hoy frondosos olivares. En el Nomenclátor Estadístico de 1857, estos cortijos se cuentan entre los más poblados del término, con 138 habitantes censados.
Situadas en la zona este del término, en las proximidades de La Barca de la Florida y del Guadalete, las tierras de Berlanga y Berlanguilla están cargadas de historia. Ocupan parcialmente los suelos de antiguas terrazas fluviales que vieron ya en el Paleolítico Inferior, unos 700.000 años atrás, la presencia de los primeros grupos humanos en estos parajes (9). En los primeros tiempos de la conquista castellana pertenecieron al término de Arcos y la aldea de Berlanga era conocida originariamente como La Guarda (10). Tras la cesión por la corona del Castillo de Tempul y sus términos a nuestra ciudad en el primer tercio del s. XIV, se fueron ocupando por los jerezanos algunas dehesas arcenses como las del Abadín, Cespedosa o La Bernala, que, como la de Berlanga, se incorporarían finalmente a nuestro alfoz tras pleitos que duraron siglos (11). La vinculación de Berlanga con Arcos permaneció durante siglos, llegando a denominarse la parte central de la conocida "Peña" como , por dar vista a esta dehesa (12).
Aunque en la actualidad el cortijo de Berlanga posee un caserío renovado, sus orígenes se remontan también a los siglos medievales. A comienzos del XVI su propietario era el genovés Jácome Adorno y durante buena parte de los siglos XVIII y XIX perteneció a los marqueses de Valhermoso (13). Por su parte, las tierras de Berlanguilla, más próximas al Guadalete, fuero propiedad del convento de Santo Domingo de Alcalá de los Gazules desde 1516. En 1835, un año antes de la desamortización de Mendizábal, los dominicos arrendaron la dehesa a Domingo Varela, ganadero de Medina Sidonia, siendo subastada en 1837 y vendida en más de dos millones de reales (14). De la importancia de estas dehesas da también cuenta Madoz, quien a mediados del XIX las menciona en su Diccionario Geográfico. Sobre Berlanga, apunta que cuenta "con una Venta llamada el Zumajo, la fuente del Lobo… y el río Guadalete que la baña por el Oeste, el cual se pasa por la y vados de la Berlanguilla". El terreno es "montuoso, con encinas y acebuches, y produce pastos, granos y semillas, alimentando algunos ganados: hay caza de conejos y perdices, y en el río sábalos, barbos y otros peces de agua dulce, pasando por este terreno el camino que conduce a la sierra de Jerez". De Berlanguilla, Madoz señala que tiene en sus tierras "el rico manantial del Lobo, que la divide de la de Berlanga". Su terreno es "montuoso, con encinas, alcornoques y álamos blancos, y lo baña el Guadalete que se cruza por la barca de le Florida y los vados del Encerradero y de la Barca" (15). En la actualidad, los dos cortijos mantienen su explotación ganadera y agrícola, con cultivos de algarrobos, y el aprovechamiento de sus dehesas, donde aún perviven restos del que fuera un gran alcornocal de llanura donde se mantienen algunos ejemplares sobresalientes incluidos en el Catálogo dede la provincia de Cádiz, tales como el alcornoque, el acebuche o el piruétano de Berlanguilla (16). Este cortijo fue también célebre por sus granjas y desde hace unos años alberga también un complejo ecuestre-deportivo, con campos de polo y un establecimiento de turismo rural.
Un caso similar a los anteriores es el de los cortijos de Pajarete y Pajaretillo, nombres con los que se conocen también los parajes que los rodean, a la espalda de la Sª del Valle. Llegamos a ellos por la carretera que desde San José del Valle se dirige a Alcalá de los Gazules donde los encontramos poco antes de llegar a las Mesas del Esparragal. El de Pajarete quedó incluido en el término vallense, mientras que el de Pajaretillo, colindante del anterior forma parte del alfoz jerezano.
El topónimo de Pajarete aparece ya en el s. XIV en los documentos de amojonamiento del término de Tempul y de su donación a Jerez por Alfonso XI, donde se señala. "[…] E el otro mojón cabe adelante que está ençima de la cantera de Gigonça, ques a ojo a Penna Harpada e a la bastida. E el otro mojón adelante está a par de Gigonça la Vieja, çerca del camino que va de Arcos a Alvela. E el otro mojón adelante está en esa caueza grande que está entre Gigonça la Vieja e ..." (17). En el s. XV, las tierras de este cortijo figuran entre los echos destinados al ganado vacuno, contando ya con pozo abrevadero. En 1519 pastaba aquí la vacada de Alfonso de Cabra, jurado de la collación de San Dionisio, integrada por 600 cabezas, en aquellas fechas una de las mayores del término (18). Situado en los límites del término jerezano con el de Alcalá de los Gazules, Pajarete aparece también reflejado en un curioso plano del S. XVIII, realizado en pergamino, donde se señalan los cortijos más importantes del término (19). Madoz, a mediados del s. XIX lo cita en el camino de Arcos a Alcalá señalando que se llega hasta él "desde la Parada y Garganta del Valle", atravesando por "tierra áspera" hasta llegar al cortijo de Pajarete, donde se vadea su garganta y se continúa por tierras de labor hasta el Esparragal "donde está la Torre-Alico de construcción moruna…". Este mismo camino es el que se refleja en el primer mapa provincial de Cádiz, Obra de Francisco Coello, donde figura también el cortijo de Pajarete (20).
El hecho de encontrarse al pie de esta vía de comunicación que une las campiñas de Jerez y Arcos con las de Alcalá y Medina le hizo testigo de las operaciones militares que tuvieron lugar en sus inmediaciones durante la Primera Guerra Carlista, cuando las tropas cristinas de los generales Rivero y Narváez perseguían a las carlistas del General Gómez que pasó por estas tierras en su retirada desde Alcalá a Villamartín en noviembre de 1836. Sorprendido por los batallones de Narváez en las cercanías de la angostura del Majaceite y del Peñón Amarillo, los carlistas vieron cerrada su salida ya que, a sus espaldas, acampadas en Pajarete, las tropas de Rivero, integradas por 7.500 infantes y 800 jinetes, salieron también en su busca (21).
En la actualidad el cortijo de Pajarete, como su colindante el de Pajaretillo, se dedica básicamente a los cultivos de secano y a usos ganaderos si bien, hasta hace unas décadas, una buena parte de sus tierras se cubrían de olivares. Entre su caserío aún se conservan las dependencias del antiguo molino hidráulico, las instalaciones para el lavado de aceitunas y la bodega de tinajas para el aceite. En la puerta de entrada al cortijo, sendos rulos cónicos nos lo recuerdan. El de Pajaretillo embalsa en sus tierras las aguas del arroyo del Chorrito, afluente del Río Álamo (22).
En el caso de los cortijos de Casablanca y Casablanquilla, a diferencia de los anteriores, no existe proximidad geográfica. Ubicado en las proximidades de la Estación de El Cuervo, el de Casablanca se alza a los pies del cerro de Montegil, junto a la carretera de Morabita, dominando el paisaje de las marismas que llevan su nombre. Entre los cultivos de cereal sobresale su blanco caserío integrado por diferentes construcciones que se organizan entorno a un patio central. En él destaca un antiguo granero con arquerías, una de las piezas de mayor interés de este centenario cortijo, junto al que se conserva también, aislado, el edificio de su antigua escuela y capilla. Junto a la entrada del cortijo puede verse un hermoso retablo cerámico que representa al Sagrado Corazón de Jesús, obra de la trianera Cerámica Montalván (23). Sin guardar relación con Casablanca, en las proximidades del cortijo de Jara, se encuentra el de Casablanquilla. Llegamos a él por un desvío a la derecha en la carretera que une Torre de Melgarejo con Gibalbín, Colindante con los cortijos de La Basurta y de Los Ballesteros, sus tierras son cruzadas por los arroyos del Chivo y de Santiago y están dedicadas a cultivos de secano. En estos parajes, tal como informa el I.A.P.H., "Se han detectado presencia de industrias líticas, un posible asentamiento neolítico, restos de un posible poblado Calco/bronce, cerámica del bronce final, cerámica prerromana, romanas: campaniense y sigillata, así como ladrillos decorados paleocristianos y cerámicas visigodas" (24).
El Álamo y El Alamillo constituyen un caso similar al anterior, aunque en este caso el cortijo de El Alamillo fue de creación anterior tanto al de El Álamo, como a su vecino de Los Álamos, situados todos junto al Guadalete, en las proximidades del Puente de El Torno a ambos lados del río. Como dato curioso recordamos que en este mismo paraje estuvo situada la barca del Alamillo de la que ya se tiene noticia a mediados del XVIII. Durante la ocupación francesa fue destruida, siendo repuesta posteriormente y estando en uso hasta finales del XIX (25). (Continuará)
José y Agustín García Lázaro
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