De colores
Un recorrido por los colores y la toponimia de la campiña
CON frecuencia, en los paseos por la campiña o por la sierra, nos llaman la atención los colores del paisaje: las variadas gamas de verde de la vegetación natural y de los cultivos, los tonos blancos de los suelos de albariza y de los cortijos encalados, los grises, ocres, y pardos de las rocas y la tierra… En muchas ocasiones, estos colores, por su especial contraste o relevancia, dan también nombre a montes, cerros y lomas, a arroyos y gargantas, a cortijos, viñas y parajes, que guardan así memoria en la toponimia de nuestro territorio de los más variados tonos con los que la naturaleza pinta los paisajes. En nuestro recorrido de hoy vamos a recordar algunos de los más de un centenar de lugares que hemos localizado en torno a Jerez en cuyo nombre tienen un papel destacado los colores.
Blanco de albariza y cal
El blanco es el color que domina en la toponimia de nuestro territorio. Y no faltan razones para ello ya que en muchos rincones de la campiña, los suelos de albarizas dan al paisaje esos tonos blanquecinos tan característicos del viñedo jerezano. El blanco está también presente en algunos paisajes marismeños en los que hubo salinas o en construcciones como cortijos, casas, pozos, que han bautizado distintos rincones de nuestros campos con su color.
El Cerro Blanco (152 m) es una elevación a medio camino entre Torremelgarejo y Jédula, frente a La Peñuela, cuyas faldas de albariza acogen uno de los viñedos situados más al este del término. En su zona más elevada, el caserío del cortijo de Motecorto Alto es visible desde muchos lugares de la campiña. Ríos Ruiz lo menciona en una de sus obras: "…y escuchábanse… retumbar los relinchos y galopes de los potros cartujanos, allá por Jédula, La Jarilla y La Jareta, Cerro Blanco…" (1). Al norte de la ciudad, por el camino de Lebrija, el arroyo Blanquillo corre por las faldas de Montegilillo para entregar sus aguas en el caño del Bujón, atravesando la carretera de Morabita junto al Rancho del Moral y la casa del Hinojal. En su pequeña recorrido pasa por entre cerros de albariza arrastrando en sus aguas los limos blancos que dan color a su cauce. Sin embargo, muy lejos de este lugar, el arroyo de Pasada Blanca debe su nombre, no al tono de las tierras y roquedos que atraviesa, sino al de sus aguas de naturaleza sulfurosa y con aspecto lechoso, ya que proceden de un manantial conocido desde los siglos medievales por sus propiedades medicinales. En estos parajes, situados en el extremo oriental del término de Jerez, colindantes con el de Cortes, este topónimo de Pasada Blanca bautiza también a la garganta por donde discurre el arroyo, a la dehesa que atraviesa, a una casa del lugar y a los baños que tradicionalmente se tomaban en las pozas de este pequeño curso fluvial tributario del Hozgarganta y que aún eran frecuentados a mediados del siglo XIX como menciona Madoz en su Diccionario Geográfico (2). En sus proximidades encontramos también la Loma de Casablanca y el rancho del mismo nombre, en tierras ya de la cercana dehesa de Benahú.
El topónimo de Mojón Blanco es conocido también desde los siglos medievales y da nombre al cortijo, al cerro y al puntal de Mojón Blanco, figurando en los documentos de delimitación de términos donde se señalaba la mojonera que definían las lindes. En este caso, suponemos que aluden a un hito que se construiría en piedra y se pintaría de blanco para su visualización desde la distancia. El cortijo de Mojón Blanco, cercano al de Cápita, y el cerro colindante del mismo nombre era el lugar donde confinaban los términos de Lebrija, Jerez y Trebujena: un. Con idéntico nombre se mantiene todavía otro cerro de Mojón Blanco (y el caserío homónimo), en las proximidades de Gibalbín, frente al cortijo de Las Navas, señalando en este caso el punto donde confluían los términos de Arcos, Lebrija y Jerez (3).
Junto a los ríos y los montes, las casas y construcciones son también elementos visuales de primer orden en el paisaje y no es de extrañar que su color bautice en muchos casos a los parajes donde se enclavan. Así, el cortijo de Casablanca, llama la atención por su peculiar fisonomía, destacando en el paisaje de dilatados horizontes de las marismas que llevan también su nombre y que el viajero descubre en las proximidades de la vecina población de El Cuervo, junto a su conocido silo de cereales. También es muy conocido otro cortijo de nombre Casablanca situado en las proximidades de la Junta de los Ríos y cercano a Jédula. Su imponente caserío preside un cerro desde el que se contempla un hermoso paisaje de campiña. Menos a la vista quedan para el paseante las tierras de Casablanquilla, junto al cortijo de Los Ballesteros, cuyo acceso vemos en la carretera de Gibalbín una vez que hemos dejado atrás el cortijo de Jara.
Entre los numerosos pozos y abrevaderos repartidos por todos los rincones del alfoz jerezano, los hay que tienen nombre propio, como el Pozo Blanco del cortijo de Fuente Rey u otro con esta misma denominación perteneciente al cortijo del Chorreadero, próximo a Paterna, ambos los encontramos ya señalados en el Plano Parcelario de López Cepero de 1904 (4). Entre las viñas, no podían faltar tampoco las referencias al color blanco, teniendo en cuenta que buena parte de ellas se asienta en suelos de albariza. Este es el caso de la conocida Viña La Blanquita, junto a la carretera de Rota, en el pago de Balbaína. También frente al núcleo rural de Añina existe otra viña con la denominación de La Blanquita. Por el contrario, Viña Blanco (una en el pago de Solete, junto a Santa teresa y otra en Cerro Pelado), creemos que puede deber su denominación al apellido de un propietario. En las laderas de Gibalbín, entre la cañada y las cumbres donde despunta la torre, se ubica el cortijo de La Blanquita que perteneció en su día al médico y político jerezano Fermín Aranda y cuyo caserío aparece en uno de los azulejos de la fachada de la que fuera su casa en la plaza de las Angustias.
Las albinas, pequeñas lagunas más o menos temporales que se forman en los montes o en las zonas de marismas, son también muy frecuentes en nuestro término. Una de ellas, enclavada en la zona del Zurraque que luego pasaría a formar parte del término de Puerto Real, era conocida como la Albina Blanca, siendo ya dedicada en 1500 a la extracción de sal, como nos recuerda el profesor Emilio Martín (5). Con el color blanco se relaciona también el conocido topónimo de Los Albarizones, paraje cercano a la Cartuja que da nombre a una barriada rural y a una de las fuentes más conocidas del término, cuyas aguas fueron canalizadas en el siglo XVI hasta la Alcubilla para el abastecimiento urbano de Jerez. Otra Fuente de los Albarizones, más modesta y de menor caudal, se localiza también en las tierras del Cortijo de Picado, en la falda de la Sierra de las Cabras.
Negros, oscuros y umbríos
A diferencia del blanco, es mucho más difícil encontrar en nuestro territorio lugares y paisajes en los que el color negro o los tonos oscuros sean los predominantes y por lo tanto, un motivo para que figuren en los mapas. Pese a todo, aún se mantienen algunos topónimos relacionados con estos colores.
Tal vez el más conocido es el de Montenegro, un lomo montañoso de casi 4 km de longitud, que en dirección norte sur, se alza frente a La Jarda, en los Montes de Propios de Jerez. A sus pies discurre la carretera que se dirige al Puerto de Gáliz y en sus faldas se desarrolla la típica vegetación presente en los montes del Parque Natural de los Alcornocales al que pertenece, con predominio de alcornoques, quejigos, acebuches y algarrobos. En su ladera oriental, la situada frente a la entrada de La Jarda, se encuentra la Laguna del Moral, próxima a los Tajos del Fraile, un espolón rocoso que se alza en el extremo norte de la Loma de Montenegro. En muchas zonas del país, este topónimo se relaciona con montes de encinas o montes muy cerrados y, aunque en el caso que nos ocupa no está claro su origen, se apunta como posible razón de su nombre, la gran densidad de vegetación de sus faldas y la espesura del matorral y del bosque que aquí se desarrolla. El Rancho de Montenegro, junto al arroyo de Cabañas y la Cañada de Albadalejo, figura ya en los mapas de comienzos del siglo XX. Próximo al Chaparrito, en los llanos de Malabrigo, es un claro antropónimo que alude al nombre de su propietario sin vinculación alguna con las características del terreno.
La Cañada de Bocanegra y la antigua Laguna de Bocanegra, situadas en las cercanías de la Fábrica de Cemento, aunque son topónimos conocidos hace más de dos siglos, pensamos que aluden al apodo de algún propietario o habitante de estos parajes, más que a los rasgos fisiográficos de este rincón de la campiña. Otro tanto sucede con el curioso topónimo de Puerto de los Negros, que figura ya en documentos de 1577 de Señalamiento de las dehesas de los Montes de Propios, estudiados por el profesor Emilio Martín (6). Situado en los montes de la Dehesa de la Alcaría, en el costado sur del actual embalse de los Hurones, este lugar era paso obligado de los caminos que desde Tempul se dirigían a Cardela y Ubrique, por lo que fue muy frecuentado en los siglos medievales. La Garganta de los Negros, un arroyo que discurre entre estos montes y el Camino del Puerto de los Negros, son también topónimos de este alejado rincón del término colindante con Ubrique. Pero, ¿a qué negros se refieren? ¿Tal vez apuntan a un lugar en el que vivieron los últimos moros vinculados al castillo de Cardela, o a un rincón de la serranía en el que habitaron negros o que fue tal vez refugio de descendientes de esclavos negros que vivieron en Jerez? (7).
La toponimia conserva también otros nombres relacionados con lo "oscuro" o lo "sombrío" que están estrechamente relacionados con las características del paisaje al que se refieren. Es el caso, por ejemplo de La Umbría, o Umbría del Escobar, paraje del cerro del Escobar colindante con el embalse de los Hurones y situado en la dehesa de La Alcaría. Por contraposición con La Solana, el topónimo hace alusión a las laderas orientadas al norte de este cerro, que se mantienen más sombrías y húmedas, y por lo tanto más oscuras y privadas de iluminación que las orientadas al sur o de solana. El Escobar, hace alusión a la presencia de arbustos del género Cytisus, conocidos vulgarmente como escobones. El topónimo "La Umbría", está ya recogido en el s. XIV en el Libro de la Montería en los montes de Tarifa, referido, como en este caso a una zona sombría y oscura (8).
En relación a estos lugares umbrosos o menos expuestos al sol, hay que recordar también otros topónimos que hacen alusión a "lo oscuro" y "la oscuridad". Este es el caso de la Cañada de la Oscuridad o del Cortijo de la Oscuridad, situados en la zona de Alcornocalejo, próxima a San José del Valle. Este último cortijo, está ligado a los sucesos de la Mano Negra y en sus tierras aún se conserva la Laguna de la Oscuridad, una hermosa lámina de agua casi permanente, rodeada de alcornoques y encinas, en un paraje situado junto a la Cañada de Arcos a Medina. Esta laguna es también conocida como de Alcornocalejo, de Marimorena o de Medina (9). Con el nombre de La oscuridad, se conoce también un paraje del cortijo de Picado, situado en las laderas de umbría de la Sierra de las Cabras, cubierto de una densa vegetación. En la Dehesa de Gami, en el extremo oriental del término, encontramos también el paraje de Cueva Oscura, en un hermoso y cerrado alcornocal. Para terminar este recorrido, no podemos dejar de mencionar el topónimo de Puerto Oscuro, ubicado en las proximidades del Pico del Aljibe, en un paraje por donde salvaban estas cumbres los caminos que unían Alcalá con La Sauceda. Situado en el punto donde se parten los términos de Alcalá de los Gazules, Cortes y Jerez (un trifinium), Puerto Oscuro es la divisoria entre la Garganta de Pasada Llana, que atraviesa La Sauceda, y la Garganta de Puerto Oscuro, en cuya cabecera se sitúa el nacimiento del Río Barbate.
Continuaremos en nuestra próxima entrega, descubriendo los "colores" presentes en otros muchos rincones de nuestras campiñas y sierras.
José y Agustín García Lázaro
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