Del dulce malecón al Jerez de los 50

Teresa de Velasco fue una de las mujeres más poderosas de Cuba hasta la revolución

Casada con Álvaro González Gordon, se exilió en Jerez hasta su muerte

Nunca volvería a La Habana

El Palacio de Velasco y Sarrá, sede de la Embajada de España en Cuba.
El Palacio de Velasco y Sarrá, sede de la Embajada de España en Cuba. / Ministerio De Asuntos Exteriores
Pablo Fdez. Quintanilla

11 de diciembre 2016 - 02:12

JEREZ/Teresa de Velasco y Sarrá creció en aquella Habana sobre la que no se izaba la bandera del imperio español. Tras la independencia de 1898, los sueños del mito histórico cubano José Martí cayeron ante la fuerza de la historia y El Caribe se convirtió en un territorio de influjo estadounidense. Eso no impidió que los empresarios criollos de origen español continuasen haciendo fortuna en pesos. El imperio farmacéutico de los Sarrá, llamado 'La Reunión', se mantuvo hasta ser el mayor del mundo hispano, que llegó a tener 600 empleados, 46 edificios y más de 500 productos, como contaba hace en La Vanguardia el periodista Fernando García en una pieza sobre esta familia de origen catalán.

En los años 20 del siglo XX llegó a Cuba el jerezano Álvaro González Gordon, que aspiraba a consolidar a la firma González Byass entre los muchos emplazamientos turísticos de La Habana o Santiago. Eran aquellos años en los que la islita caribeña era poco menos que un casino al sur de la península de Florida para muchos norteamericanos adinerados. Por entonces, aquello de 'hacer las Américas' en busca de riqueza era prácticamente un seguro empresarial. El jerezano había recibido una educación de garantía en Suiza. De allí pasó a París, donde ejerció de representante de las sales de fruta 'Eno'.

Lo que vio Álvaro en la joven Teresa, conocido por todos como 'Nena', no es difícil de intuir. Radiaba un encanto físico propio de actriz del Hollywood clásico y una belleza distinguida que sería evidente todos los años de su vida. Ambos se casaron en los últimos días del año 1931. Hasta que se marcharan de Cuba, mantuvieron una vida tranquila. En razón del éxito empresarial de él y la fortuna heredada por ella en 1932, realizaron, por ejemplo, cuantiosas donaciones a la Iglesia cubana, fruto también de la buena relación del matrimonio con monseñor Pérez Serantes, obispo de Camagüey. Él llegaría a ser nombrado agregado de la Embajada de España. No pararon de viajar por todo el mundo, y por la casa-palacio en la que residían pasaron las mayores personalidades de La Habana poscolonial.

Sus primeras dos décadas de matrimonio transcurrieron en Cuba. Fue la revolución castrista la que obligó al matrimonio a marcharse. Su lugar de emigración fue Jerez. Cambiaron su palacio en plena Habana Vieja por un chalet ubicado en un extremo de la avenida Álvaro Domecq, al que llamaron Zum-zum, como se conoce al colibrí en El Caribe. En España, el carácter de Nena se fue agriando. Nada quedaba de aquel interés por la vida social. Pudo influir la enorme diferencia entre el estilo de vida del Jerez de los 50, oscuro y rural en comparación con la vibrante Habana.

Atrás habían dejado la ciudad en la que tenido de todo menos descendencia. Se quedó en La Habana su criada Margarita Doblado, una jerezana que llegó en los años 30 y que, como contaría hace años en un reportaje sobre españoles en La Habana publicado por la revista Interviú, decidió quedarse porque allá era feliz. "Primero les fue expropiada la casa y luego todas sus tierras, pero a mí me dejaron como ama de llaves (...). No me quejo, realmente antes de la revolución había muchas diferencias sociales".

El trato que Nena Velasco daba a sus empleados era duro, exigente, seco, como cuentan quienes la trataron: "Se pueden decir muchas cosas de ella, pero no que fuera de carácter alegre. Era muy recta, la recuerdo siendo muy exigente con las amas de llave".

El matrimonio pudo sacar de Cuba parte de su patrimonio, lo que les granjeó una vida sumida en el lujo. No dejaron de viajar, y cuando iban de visita a Madrid, se alojaban en el hotel Ritz. Las estancias del Zum-zum seguían pareciendo las de aquel palacio que fue expropiado por los revolucionarios. Lucían el oro, la plata, los refinados enseres del hogar, cuberterías, y hasta cuadros de Joaquín Sorolla. También presidía el salón un impresionante retrato de la señora del hogar. Siempre mantuvo el amor por su patria, del que quedó siempre un leve acento y un amor por su gastronomía.

En uno de sus continuos viajes, en 1971, falleció Álvaro González Gordon en accidente de coche, cuando iban a visitar a un amigo en Marbella. Él había llegado a pertenecer al consejo de administración de González Byass. Nena saldría ilesa, mientras que el chófer de confianza quedó postrado para siempre en una silla de ruedas. Empezó una vida difícil para Nena. Viuda, prácticamente se recluyó en el Zum-zum hasta su fallecimiento, en el 98. Su único arraigo en Jerez fue su familia política, donde recibía las visitas regulares de sus cuñadas y sobrinas. Con el resto de su familia de sangre, desperdigada por el mundo tras la revolución, apenas mantuvo contacto a pesar de que serían quienes heredarían su rico patrimonio. De su vida, que duró lo que el siglo y estaba partida en dos entre La Habana y Jerez, queda un testimonio de riqueza y, sobre todo, de historia del siglo XX.

ESTE reportaje ha contado con la colaboración de la familia política de Teresa de Velasco, en especial de Hilda González Gordon, además del archivo histórico de la Fundación González Byass.

Media vida en un palacio con vistas al paraíso

El edificio de la Embaja de España en Cuba tiene un encanto inusual, porque es la única legación diplomática que se ubica en el corazón de La Habana. Fue construido en 1912, pero pronto sería llamado el Palacio de Velasco y Serrá, en honor a sus propietarios, el matrimonio del que nació María Teresa. Ella sería quien lo heredaría en 1932 a la muerte de su padre. Allí vivió con Álvaro González Gordon. Como es evidente, salió de Cuba muy enfadada con el régimen instaurado por la revolución. A pesar de sus intentos, no pudo impedir que el palacio pasara a manos del Estado. Eso sí, el día de Reyes de 1984 llegaba un regalo especial para Nena. Fue ese día cuando oficialmente el gobierno de Castro cedió el edifico para que se convirtiera en la embajada española. Es quizás uno de los inmuebles más privilegiados de todo el Caribe. "El interior del palacio refiere a una casa española tradicional con un patio central rodeado de amplias galerías, a lo que se suma un patrimonio relevante de maderas preciosas, mármoles de Carrara, herrería y suelos de mosaico", explica la web oficial de la Embajada, que además señala que "desde sus balcones se puede contemplar el Faro del Morro, las murallas de las Fortalezas de la Cabaña y La Punta, uno de los extremos del Malecón habanero y el mar adentrándose en la bahía".

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