La gran riada (II)
En torno a Jerez
Se cumplen cien años de la riada del 7 de marzo de 1917
En estos días se cumplen cien años de la gran riada de marzo de 1917 que tuvo graves consecuencias en toda la cuenca del Guadalete. Para recordar aquel suceso, recreamos la semana pasada su incidencia en Grazalema, Villamartín y Bornos. Hoy continuamos con los impactos de aquella excepcional avenida en Arcos y en el curso bajo del río.
La riada en Arcos
Al igual que en toda la provincia en Arcos descargó "una espantosa tormenta de agua y granizo" (1). Como relataría el corresponsal de El Guadalete en su sección de 'Notas Arcobricenses', "desde las primeras horas de la noche del lunes (5 de marzo) hasta las nueve de la mañana de hoy miércoles (7 de marzo), en esta ciudad unas veces, la mayoría, de un modo torrencial y otras aguaceros, todo acompañado de unque impedía el tránsito del vecindario por las calles. Los daños causados por el temporal en la población y riberas del río Guadalete son enormes. Jamás se ha conocido una crecida tan alta... pues ha subido" (2).
Todos los diarios nacionales (La Nación, El País, ABC, Heraldo de Madrid, La Correspondencia…) avanzaban los daños más relevantes causados por la inundación en términos parecidos: "hay; pero se cree que no se reducen a estas las desgracias. . Un desprendimiento del terreno arrastró un molino que tenía más de 6.000 arrobas de aceite. Muchas casas del pueblo han quedado destruidas y. Como se conserva parte del puente, tratase activamente de unirle a la otra orilla" (3). A las 8 de la noche, el alcalde de Arcos consiguió hacer llegar un telegrama al de Jerez, Julio González Hontoria, dándole cuenta de la catástrofe y solicitando que se dirigiera al gobernador civil demandando socorros para Arcos, ante la imposibilidad de hacerlo él directamente. Aunque a esa hora el nivel del río ya había descendido unos cuatro metros, el panorama no podía ser más desolador (4). El diputado jerezano Moreno Mendoza también recibió un telegrama del alcalde en el que le daba cuenta de la grave crisis obrera desencadenada, así como del hundimiento del puente y del consiguiente corte de comunicaciones con la mayoría de las poblaciones cercanas, circunstancias de las que el diputado informó al gobierno de la nación solicitando, especialmente, la inmediata reconstrucción del puente de San Miguel (5).
En el casco urbano los daños causados fueron muy importantes. La fuerza del huracán tronchó árboles en el Paseo Duque de Almodóvar del Río, en la Plaza de la Constitución, en el Camino de las Nieves, en la calle Alameda… Se derrumbaron también "varias casas que se encontraban en estado ruinoso, un lienzo de muro de más de 200 metros de longitud, a espaldas del convento de Monjas Mercedarias" (6). El suministro eléctrico quedó interrumpido, al quedar paralizada la fábrica de electricidad a causa del temporal (7), ante lo que el gobernador civil de Cádiz telegrafió al de Sevilla "rogándole que gestione de las Compañías de electricidad faciliten fluido al pueblo de Arcos, en el que se halla paralizada su industria a causa del temporal" (8). Las crónicas de prensa no podían ser más explícitas: "la población se encuentra a oscuras por averías en los cables del alumbrado" (9).
Daños en la industria, los molinos y las huertas
Junto a los daños en el casco urbano y en el puente, las instalaciones industriales y los molinos, quedaron también muy afectados. Ubicadas a orillas del Guadalete, la fábrica de corchos del Sr. Vázquez Segovia o la de curtidos del Sr. Reguera Marín, sufrieron importantes daños quedando "en medio del río" viendo destruidas sus instalaciones. Con todo, la peor parte la llevaron los molinos. La corriente "arrancó de cimiento el molino harinero llamado de ", inundándose también en el Barrio Bajo varios molinos de aceite "entrando las aguas en las tinajas y depósitos donde se encerraba el precioso líquido subiendo éste a la superficie de aquellas, siendo arrastrado por la corriente. En el molino de, se calculan en más de tres mil arrobas de aceite las llevadas por el río. En el de D. Antonio Matos, llamado son incalculables los perjuicios y destrozos causados por la riada. Todo el aceite que se encerraba en sus depósitos ha desaparecido… Igual le ha ocurrido a D. Antonio Dueñas en su molino en el cual no ha quedado una gota de aceite, de las quinientas y pico arrobas que tenía almacenadas" (10).
Las huertas y los campos quedaron aún peor parados. El diario ABC resumía los efectos con esta lacónica frase: "en Arcos el temporal destrozó la campiña" (11). El corresponsal de El Guadalete describía en su crónica la triste escena que la riada había dejado en los campos cercanos al río: "La ribera de huertas está completamente inundada viéndose solamente las copas de los árboles, y en los tejados de las casas, los colonos, sus familia y operarios aguantando el temporal desde media noche, ateridos de frío, dando que nadie podía prestarle. Multitud de personas que habían acudido al Paseo de Boliches para desde allí contemplar la arriada, se retiraban con los ojos arrasados en lágrimas al ver el horroroso cuadro… Han perecido cientos de cabezas de ganado lanar, cabrío, cerda, vacuno y algunas caballerías" (12). Con la vuelta de las aguas a su cauce, apenas diez días después, pudieron apreciarse mejor las consecuencias de la riada: "Apena el ánimo ver nuestra frondosa y exuberante ribera de huertas, hoy arrasadas por completo, sin vallados, casi sin arboleda, por haberla arrancado la fuerza de la corriente y sus blancas casitas derruidas y algunas convertidas en un montón d escombros. ¡Pobres huertanos! ver en unas horas desaparecer el fruto de su constante y rudo trabajo, sus enseres de labor, sus ganados, muebles, ropas y pequeños ahorros" (13).
Las inundaciones habían dejado el campo y la industria arrasados y el hundimiento del puente de San Miguel y de otros en la cuenca, habían bloqueado las comunicaciones. La crisis social no se hizo esperar y el mismo día 8, aunque el temporal había amainado y las aguas del río habían descendido, se desataron las primeras protestas, siendo requerida la Guardia Civil para proteger las panaderías por temor de sufrir asaltos ante la carencia de víveres. Ese mismo día se llevó a cabo "un reparto de pan, siendo socorridos 625 obreros; pero muchos quedaron sin sustento. Algunos industriales desaprensivos intentaron elevar el precio de los artículos de primera necesidad; pero el alcalde lo impidió enérgicamente. De Jerez se enviaron a Arcos por orden superior 5.000 k. de harina y 1.000 de pan. Se gestiona que la Compañía Sevillana de electricidad facilite fluido a la fábrica de pan de Arcos" (14). Ante la desesperación y la falta de recursos, no faltaron quienes fueron a buscarlos al río donde "las guardias civil y rural hicieron regresar ayer a numerosas personas que se dirigían a los sitios inundados y al río con objeto de" (15).
El puente de San Miguel destruído
Una de las peores consecuencias que para Arcos tuvo la riada fue sin duda la destrucción del Puente de San Miguel. Levantado en 1867 con un coste de dos millones de reales de la época, esta sólida obra de sillería retuvo entre sus ojos los grandes árboles arrancados por la corriente, pero no pudo resistir la onda de avenida que empujó con una fuerza sorprendente al puente hasta derribarlo. Si la destrucción del puente de Villamartín cortó la carretera Jerez-Ronda, el arrastre del de San Miguel, dejaba incomunicada la campiña con El Bosque y la Serranía de Grazalema.
Como medida urgente, el mismo día 8 el alcalde ordena tender una 'guindaleta' entre ambas orillas del puente "por medio de la cual se ha establecido comunicación con los vecinos de la otra parte del río los que gracias a este medio, pudieron proveerse de los artículos de primera necesidad de que carecían (16). Gracias a este cable (en realidad, una cuerda de cáñamo), que logra tenderse a las dos de la tarde se pasan víveres y otros artículos de primera necesidad (17).
En los días siguientes se suceden las peticiones para la construcción de un nuevo puente. El ingeniero jefe de Obras Públicas, D. Enrique Martínez, comunicó de inmediato al gobernador civil que era "…urgentísima la construcción del Puente de San Miguel, que se proyecta construir de hierro o de hormigón armado, cuyo proyecto se enviará a la aprobación del ministro de Fomento. Mientras tanto ha sido habilitado un vado para que pasen coches, carros y automóviles, y se espera que dentro de tres días quedará en condiciones de que pasen personas" (18).
Junto a los vados se plantean de inmediato la instalación de un puente de madera y de una barca de pasaje. El primero frente al molino del Algarrobo, la segunda, en el mismo emplazamiento del viejo puente de San Miguel. Apenas una semana después de la riada el Conde de los Andes, diputado en Cortes por la provincia, informó al alcalde de Arcos de la aprobación por el Ministerio de Fomento de un proyecto de barca para el que se destinaron 40.000 pesetas (19). En los días posteriores la prensa local informaba que "con objeto de terminar cuanto antes la construcción de la que ha de servir para establecer la comunicación con la otra banda del río, se ha dado ocupación a todos los carpinteros de Arcos. Se cree que aquella se inaugurará muy en breve dado el número de obreros empleados en su construcción" (20). La barca o balsa, que entró muy pronto en servicio no estuvo exenta de polémica, pues si al principio se anunció que sería gratis hasta la construcción del nuevo puente, en pocos días comenzó a cobrarse el pasaje, lo que trajo como reacción que "un numeroso grupo de obreros se colocara en actitud levantisca, siendo necesaria la presencia de la autoridad para calmar los ánimos, quien ordenó pasaran todos gratis. Hoy se está cobrando el pasaje con el auxilio de fuerzas de la guardia municipal" (21).
Menos problemas dio el puente de madera que comenzó a construirse apenas dos semanas después de la riada. Así, la prensa local recogía una noticia del 22 de marzo en la que se apuntaba que "han dado principio los trabajos para construir un sobre el río Guadalete junto al molino harinero 'Algarrobo', capaz de soportar el tránsito de caballerías y carruajes. Las maderas que se emplearán en la obra proceden del puente de Villamartín y a los trabajos se les imprimirá gran actividad" (22). Junto a este puente que permitía el paso de carruajes, y del que han quedado testimonios gráficos, existieron también otros pequeños puentes provisionales de madera para el paso de personas, utilizándose también los vados y pasadas tradicionales cuyo cruce en los días posteriores a la riada estuvo a punto de llevarse la vida de algunos arcenses. Tales fueron los casos de Alejandro Fernández Medina, de 65 años, quien al vadear el río por la pasada de La Molina, se hundió su caballo en el fango, pudiendo salvarse por ser un excelente nadador; o el del joven Antonio Murciano Meza, quien fue arrastrado por la corriente en el vado de Los Carriles, lográndose salvar gracias a la poderosa caballería que montaba (23).
Con todo, la principal preocupación de los arcenses fue la construcción del nuevo puente. Tras la riada, el alcalde Juan J. Velázquez Gaztelu, así como el gobernador civil y distintos diputados a Cortes por la provincia solicitaron al Ministerio de Fomento su intervención para acelerar las obras. Apenas dos semanas después el alcalde confirmaba que "el proyecto del nuevo puente se remitirá a Madrid antes del 15 del próximo" (24). Unos días más tarde, un telegrama del Conde de los Andes informaba que "el puente estará terminado en muy breve plazo. Aquel se construirá en los Altos Hornos de Bilbao y su costo ascenderá a unas 300.000 pesetas; será colgante y de un solo tramo" (25). El nuevo puente de San Miguel, proyectado por el ingeniero Juan Romero Carrasco (como el de Villamartín), fue construido finalmente en los talleres de 'La Artística Valenciana', entidad con la que se contrataron las obras, siendo inaugurado el 14 de octubre de 1920. De vigas metálicas parabólicas, y con una luz de 63m, tuvo un coste de 288.00 pesetas y utilizó como apoyos los estribos del viejo puente de cantería destruido por la riada del Guadalete (26).
La riada en la Junta de los Ríos y la vega de Abadín
Dejando atrás Arcos, la riada inundó los Llanos de las Huertas, las vegas de Coviches y La Pedrosa y la Vega del Drago, donde el molino de Matos quedó semidestruido por las aguas del Majaceite.
En la Junta de los Ríos, unidos los caudales del Guadalete y de sus tributarios, el Salado de Espera y el Majaceite, los efectos de la riada se multiplicaron. La presa de Guadalcacín, construida unos años antes, pudo frenar los efectos de la crecida, laminando en parte la avenida. Aun así, por su aliviadero llegaron a evacuarse 500 m3 por segundo, calculándose el caudal de ambos ríos entre la Junta y La Florida, en unos 2000m3 por segundo en los momentos de apogeo de la avenida (27). No es de extrañar por ello que la fuerza de la riada arrastrara también el puente de la Junta de los Ríos, en la carretera Arcos-Vejer, como lo había hecho aguas arriba con los de Villamartín y San Miguel. El puente de fábrica, de 5 claros de 18 metros de luz cada uno, había sido construido en 1866 y ya había sufrido graves daños por una riada en 1881, aunque en esta ocasión no pudo soportar el empuje de la avenida (28). El mismo día 7, así lo comunicó por telegrama el alcalde de Arcos al de Jerez (29), dando también de ello cuenta los diarios nacionales que informaban de que "en el sitio llamado Junta de los Ríos, se hundió el ojo central del puente" (30). Para sustituirlo, el ingeniero Juan Romero Carrasco proyecto un nuevo puente de hierro, similar al de Villamartín, que sería inaugurado en 1925. Durante los ocho años en los que la carretera estuvo sin puente, el paso del río se solucionó parcialmente con la instalación de una barcaza de sirga de la que conocemos sus características por las fotografías antiguas que de ella se conservan, similar a la instalada en Villamartín (31).
Aguas abajo, en las vegas de Casina y La Misericordia el río alcanzó una anchura extraordinaria, inundando totalmente las vegas de Albardén y Abadín, ya en término de Jerez, con una lámina de agua superior a un metro. En este último lugar, el diario El Guadalete informaba con el titular "A punto de perecer" que "en el caserío de la huerta de Lavadín, próxima a la Junta de los Ríos, estuvieron a punto de perecer sus moradores. A las cuatro de la mañana el contratista de las obras del Pantano de Guadalcacín don Federico Sáez, que tiene aquí alquilada una habitación en la expresada huerta, fue avisado de que estaba completamente inundada la planta baja. El Sr. Sáez, con la precipitación que exigía la gravedad del peligro, ensilló su caballo y montó a la grupa a la esposa del colono de la huerta. Éste y un mozo, en otro caballo y una mula, siguieron al señor Sáez, conocedor del terreno, orientándose como podía, dada la oscuridad de la noche, se dirigió a una choza enclavada a una altura y distante de la huerta unos quinientos metros, llegando a ella, por fortuna, sin más consecuencias que el remojón sufrido, pues hay que tener en cuenta que el agua llegaba a los caballos a la altura del vientre" (32)
Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Aguas abajo, en La Florida, la avenida del río iba a destruir el puente sifón del acueducto de Tempul, cortando así el suministro de agua potable a la ciudad de Jerez. (Continuará)
José y Agustín García Lázaro
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José y Agustín García Lázaro
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