Un resplandor en la noche
Con Zurbarán por las riberas del Guadalete en el Sotillo
Como muchos lectores saben, la Cartuja de Jerez tuvo entre sus numerosos tesoros artísticos diferentes obras del insigne Francisco de Zurbarán, uno de los maestros de la pintura española del Siglo de Oro.
Es conocido que, tras la desamortización de Mendizábal en 1836, se dispersaron los bienes del monasterio y en especial sus cuadros y esculturas, encontrándose hoy repartidos por algunos de los museos más importantes del mundo. Buena parte de las tablas y lienzos que el célebre pintor de Fuente de Cantos realizó para la Cartuja jerezana, se conservan en la actualidad en el Museo Provincial de Cádiz, mientras que cuatro de sus cuadros se exhiben en el Museo de Grenoble y en el polaco de Poznan lo hace la Virgen del Rosario, una pintura de grandes dimensiones. Junto a todos ellos, el titulado "La batalla de Jerez", la que fuera la pieza central del retablo de la Cartuja, es el que por muchas razones se considera una de sus obras más lograda, pudiendo admirarse hoy en el Metropolitan Museum of Art de New York. De este famoso cuadro y de su vinculación con la historia de la Cartuja y con un célebre episodio bélico ocurrido a mediados del siglo XIV a orillas del Guadalete, vamos a ocuparnos en las siguientes líneas.
En 1638, cuando Francisco de Zurbarán recibe el encargo del Monasterio de Santa María de la Defensión para pintar un retablo destinado a su altar mayor, así como otros cuadros para distintas dependencias, cuenta con 40 años de edad y es ya un reconocido maestro. Tras una estancia en Madrid en la que visita a su amigo Diego Velázquez y se relaciona con los pintores italianos que trabajan en la corte, comenzará a abandonar el tenebrismo de sus comienzos, ganado sus cuadros en claridad con tonos menos contrastados. Reconocido con el título de "Pintor del Rey", vuelve a Llerena donde tiene su taller en el que trabaja también, junto al encargo de la Cartuja jerezana, en otros cuadros de motivos religiosos para el mercado americano.
Como pieza central del retablo solicitado, nuestro pintor concibe un lienzo de grandes dimensiones (335 x 191 cm) en el que representa al óleo un motivo basado en una antigua leyenda. Con el título de (o también la "La Batalla de Jerez" o "La batalla del Sotillo"), el cuadro recrea un enfrentamiento bélico enmarcado en las luchas de frontera que tiene como trasfondo un hecho histórico sucedido a orillas del Guadalete, en un paraje conocido como El Sotillo en el que se había edificado el monasterio.
La pintura nos ofrece una escena nocturna, planteada con un claro y original carácter narrativo, en la que Zurbarán demuestra su maestría en el tratamiento de la luz (1). En medio de la noche, en primer plano, un soldado -que nos recuerda a los personajes del Cuadro de las lanzas de Velázquez- muestra al espectador lo que sucede en el fondo. Entre las arboledas que crecen junto al río, se desarrolla una reñida batalla. Jinetes a caballo, portando lanzas y escudos, combaten duramente. Los cristianos -con cascos, petos y armaduras- luchan contra los moros -con turbantes- que aguardaban escondidos entre las espesuras de los sotos del Guadalete, al amparo de la oscuridad, para sorprender en una emboscada a los jerezanos que han salido en su busca. Sin embargo, el paraje se ha iluminado de pronto gracias a una milagrosa intervención de la Virgen, que ocupa la parte superior del cuadro, proyectando su luz dorada sobre las riberas del río. Los enemigos que esperaban al acecho han sido descubiertos y vencidos. Para perpetuar el recuerdo de esta batalla se construye allí una ermita, que aparece en el centro de la escena.
"La Batalla de Jerez" fue pensada inicialmente, como se ha dicho, para ocupar el centro del primer cuerpo del retablo del altar mayor de la iglesia de La Cartuja, si bien parece ser que aún en época de Zurbarán, éste sufrió modificaciones siendo trasladados algunos lienzos a otras dependencias del monasterio. Entre ellos este que nos ocupa, -que fue sustituido por una escultura- así como otra pintura de idénticas dimensiones y formato, La Virgen del Rosario (2).
De ello da cuenta Antonio Ponz, quien visita el Monasterio en 1791 y deja escrito que "… en dos retablitos del Coro de los Legos, hay dos excelentes pinturas del citado Zurbarán, y de su mano son igualmente dos grandes cuadros puestos en las paredes de este recinto: el uno representa á Nuestra Señora con el Niño Dios, y a diferentes Monges de rodillas, en el otro está Nuestra Señora como auxiliando á los Xerezanos en una batalla que ganaron a los moros en estos contronos, en la qual pendieron al Régulo Aben-faha, que lo enviaron en presente a Alfonso XI, todavía niño. Á dicha pintura llaman de la Defensión" (3).
Como se ha dicho, Zurbarán debió ser informado por los cartujos de la leyenda de la aparición milagrosa de la Virgen de la Defensión en El Sotillo, lo que serviría de inspiración para la obra más emblemática del retablo. ¿Qué trasfondo histórico había en aquella historia de intervenciones sobrenaturales a favor de los cristianos?
Para acercarnos a los orígenes de la leyenda, conviene recordar que a la muerte de Alfonso XI y durante el reinado de los primeros monarcas de la dinastía Tras támara, los conflictos sucesorios y las luchas nobiliarias "impidieron de forma efectiva continuar con la política de Reconquista" y, de alguna manera, la frontera se mostró más vulnerable (4). Por esta razón, las campiñas y sierras jerezanas, situadas en un espacio inseguro, fueron a lo largo del último tercio del siglo XIV el escenario de no pocos enfrentamientos entre musulmanes y cristianos. Aunque éstos no llegaron a romper el equilibrio en la zona por no ser de gran trascendencia, quedaron recogidos por los historiadores locales quienes, en algunos casos, elevaron a la categoría de batallas épicas lo que no fueron sino pequeñas escaramuzas o refriegas de poca relevancia.
Este es el caso, por ejemplo, de las batallas de Gigonza (1371) y Vallehermoso (1372). En la primera, las tropas de Jerez combatieron y vencieron en las cercanías de la Torre de Gigonza a "los moros de Ronda y del Estrecho, que favorecidos de todo el Reino de Granada hacían muchas entradas en nuestro término… Fue esta batalla tan durable que les cogió la noche peleando, trayendo más de mil cautivos" (5). En Vallehermoso, los jerezanos hicieron frente y derrotaron a las huestes del "moro Zaide", alcaide de Ximena, quien "juntó 400 caballeros y muchos peones; y con esta tropa se vino a los campos de Medina, donde hizo grandes daños robando gentes, ganados y víveres… y se entraron por los xerezanos terrenos para hacer lo mismo" (6). Junto a las anteriores -y por su importancia posterior en la historiografía jerezana- hay que destacar la conocida como Batalla del Sotillo, (1370), cuyo desenlace tendría implicación indirecta en la fundación del monasterio de La Cartuja.
Este enfrentamiento fronterizo tuvo lugar en un paraje cercano a la confluencia del Arroyo Salado con el río Guadalete a escasos 4 km de la ciudad. En las alamedas del río se escondieron durante la noche "un grupo de soldados musulmanes y según cuenta la leyenda piadosa, gracias a la intervención de la Virgen se hizo la luz y las tropas cristianas pudieron ver a sus enemigos". En este mismo lugar se levantaría, apenas un siglo después el monasterio de La Cartuja que, en recuerdo al suceso milagroso que tuvo lugar en este paraje, tomaría la advocación de Santa María de la Defensión (7).
Como es de suponer, este hecho de armas ha sido ensalzado y elevado a la categoría de épico en la historiografía tradicional jerezana. Así lo describe, a mediados del XVII, Esteban Rallón, que sitúa la historia en los días en los que el rey Pedro I (El Cruel) veía ya peligrar su reinado en las luchas con su hermano Enrique: "Los moros andaban victoriosos y les pareció que era fácil acometer a nuestras fronteras. Marcharon hacia Xerez, que salió con aviso de que un grande escuadrón de moros de Ronda, Gibraltar y Ximena, les corrían sus campos. Llegaron a donde hoy es el convento de Cartuja a cuyo sitio llamaron los antiguos El Sotillo, entre cuyas matas estaban escondidos muchos moros, para dar en los cristianos, al paso malo del Salado, que estaba sin la puentecilla que hoy tiene. Peligro de que y cautivaron gran número, por lo cual, reconoció Xerez a tal favor, labró en el mismo sitio una ermita y le dio por nombre Nuestra Señora de la Defensión" (8).
Esta versión, con pequeñas variaciones, fue repetida por muchos autores quienes atribuían la victoria cristiana en aquella escaramuza a la milagrosa intervención de la virgen. Pedro de Madrazo, quien sitúa este episodio bélico erróneamente en el reinado de Alfonso X, lo describe en términos similares "…habiendo salido los de Jerez contra los moros que talaban sus campos, estos les tenían dispuesta una celada en una gran mata de olivares llamada el Sotillo, donde hoy se eleva la Cartuja. Los cristianos, al llegar de noche al paraje de la emboscada, fueron , y cayendo sobre ellos los pusieron en completa derrota. Acercándose luego al paraje de donde salía la gran claridad, " (9).
El historiador Manuel de Bertemati, atribuye este suceso a Abu Zeid alcaide de Jimena, "el "moro Zaide" de las crónicas cristianas. Protagonista de otras incursiones en las campiñas fronterizas en las que talaba las huertas y olivares, robaba ganados y cautivaba campesinos, Zaide era, a decir de Bertemati un "verdadero bandido, rara vez presentaba sus huestes en abierta lid frente al enemigo: su habilidad consistía en ofender sin ser ofendido; robaba, mataba, cautivaba y huía á uña de caballo. De la célebre emboscada del Sotillo en 1368, cuando ya el rey D. Pedro hacía sus últimos esfuerzos por salvar la corona y la vida, quedó memoria en la ermita de Nuestra Señora de la Defensión, hoy ex monasterio de la Cartuja, levantada en el sitio mismo del combate por la piedad de los que milagrosamente se salvaron de aquella pérfida acechanza. Nuestro historiador, hombre ilustrado y miembro de la Real Sociedad Económica Xerezana, de la que era su secretario, omite en su relato la intervención milagrosa de la Virgen, tratando tal vez con ello de dar una explicación "racional" a aquel suceso que en los siglos anteriores se tenía por sobrenatural. Así lo cuenta: "Escondidos entre los jarales que allí abundaban, cerca del vado del río, esperaron los moros á los xerezanos que, sin tener tiempo para levantarse y embestir, fueron alanceados y cautivados en gran número (10).
La historiografía local recuerda que para conmemorar aquella "batalla", la ciudad mando levantar entre las alamedas de El Sotillo, donde habían tenido lugar los hechos, una ermita como exvoto a la Virgen, a cuya intervención en "defensión de los cristianos", atribuían los jerezanos la victoria sobre los moros (11).
Como apunta Madrazo la ermita ", y la imagen de la Madre de Dios pintada en ella para memoria del suceso, en medio de una nube resplandeciente con los moros y caballeros jerezanos al pie, duró largos siglos atrayendo hasta nuestros días el devoto y numeroso concurso de los fieles del país, entre los cuales aún se conserva fresca memoria de los beneficios debidos a Nuestra Señora. La ermita, transformada en , quedó en cierto modo exenta, con una puerta al campo para que pudiera ser frecuentada sin ofensa para la clausura" (12).
Heredera de esta ermita, que aparece también representada simbólicamente en la parte central del cuadro de Zurbarán junto a los sotos del río, es la que hoy se conoce como Capilla de los Caminantes. Se accede a ella tras atravesar la fachada principal que da acceso al atrio. Situada junto a la antigua Hospedería del monasterio, en cuyo patio destaca una escultura de mármol de San Bruno obra de Pedro Laboria (1761), la capilla "es una construcción de mediados del siglo XVIII levantada sobre la primitiva ermita de Nuestra Señora de la Defensión... Su estructura actual presenta una sola nave y atrio de arcos de medio punto sobre columnas de mármol" (13). En el porche de la capilla, a ambos lados de su puerta de acceso pueden verse sendos paneles cerámicos sobre la Virgen de la Merced y sobre la historia del Monasterio. En este último se recuerda también la Batalla del Sotillo.
Nos gusta acercarnos a La Cartuja y recorrer despacio el gran patio que se abre ante la fachada de la Iglesia, haciendo un alto en la Capilla de los Caminantes, siempre abierta, o pasear por los jardines de acceso al monasterio y detenernos después en la vieja Cruz de la Defensión. Y luego, cuando cae la tarde, antes de abandonar este lugar, nos gusta sobre todo asomarnos a la antigua huerta de la Cartuja, flanqueada por las alamedas del Guadalete, en las riberas del Sotillo, donde tuvo lugar aquel enfrentamiento ente moros y cristianos que recreara Zurbarán en "La Batalla de Jerez" y que ya para siempre imaginamos tal y como él la pintó.
José y Agustín García Lázaro
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José y Agustín García Lázaro
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