La voz rota llegada del sol naciente

Un encuentro con una artista singular cuya etnia y cultura están ligados al flamenco

Aya Kozato posa con su penetrante mirada, sentada junto a un jarrón decorativo del tabanco "El guitarrón", en el centro de Jerez.
Aya Kozato posa con su penetrante mirada, sentada junto a un jarrón decorativo del tabanco "El guitarrón", en el centro de Jerez.
J. P. De Cosa Jerez

23 de septiembre 2013 - 01:00

Aya Kozato, nació en Yokohama, localidad situada en la prefectura de Kanagawa, en Japón. De padre periodista y madre profesora, supo a corta edad lo que era conocer mundo, viviendo en países como Brasil o Italia. Nunca encajó en ese sentimiento acelerado con que toma la vida, ni en las aglomeraciones de trenes y metros.

Su padre, por aquel entonces miembro de la redacción del 'Asahi Shimbun', segundo periódico de mayor tirada nacional, fue 'culpable' de acercarle la cultura española, a través del disco 'Nuevo Día' de los laureados 'Lole y Manuel'. Coincidencias de la vida el que en pleno Imperio del sol naciente, fuera Dolores Montoya Rodríguez quien forjara con su cante los sueños de esta cantaora japonesa, motivándola a embarcarse , a través del mundo que describían sus temas con unas letras de "belleza únicas e inigualables ".

Aya tuvo que hacer frente al descontento familiar y embarcarse en una aventura que a día de hoy no ha hecho más que empezar. "Estaban preocupados por mí, pero soy feliz. Con el tiempo entenderán que cada uno debe luchar en la dirección que le marque la vida", confiesa la cantaora, que lleva compaginando las clases de flamenco, desde que tiene uso de razón, con trabajos tan dispares como vendedora, tele operadora y pastelera, "en un Japón en el que encontrar un trabajo con unas vacaciones que me permitieran poder viajar para aprender flamenco parecía casi imposible".

Ha ido creciendo a través de clases particulares en ciudades como Lebrija, Utrera, Sevilla o Jerez, de parte de maestras de la talla de 'Angelita' Vargas, Eva 'Rubichi' o Inés Bacal, 'su maestra lebrijana', de quien asegura que "es una persona muy pura de la quiero estudiar hasta que pueda, ya que tiene muchas cosas que están desapareciendo".

Sabe que su español aún está en proceso de creación, algo que no le impide arrancarse con esa voz rota que la caracteriza encima de cualquier tablao, tanto si es alguna peña flamenca de la ciudad, o algún 'tablao' extranjero como el 'Rei No Mise', 'Casa de Esperanza' o 'Alhambra', situados en Tokio.

En cuanto a su introducción en el mundo de este arte señala que "casi todos los japoneses bailaban y me pedían que cantara. Empecé a hacerlo sin saber apenas nada. Pero fui aprendiendo, a través de buenas y malas experiencias". Tal era su dedicación que hasta llegaba a aprenderse letras enteras el día antes de las actuaciones, soportando mucha presión.

Afronta un camino largo, de futuro incierto e imprevisible. Eso explica el que haya aprendido a valorar la riqueza de tiempo, aunque sea en la búsqueda de empleo, entre concierto y concierto.

No guarda 'asperezas' en torno al trato de la comunidad gitana. Ella sólo se dedicó a estudiar y seguir aprendiendo todo lo posible desde el mundo del flamenco. "El flamenco de los gitanos siempre me ha emocionado . Es único en su especie. El respeto ha sido la única forma de poder avanzar", confesó Kozato, quien tuvo claro que aunque habría muchas opiniones sobre ella desde el principio, "nada le haría abandonar su sueño".

Ahora las cosas han cambiado para quienes buscan viajar a estas tierras y aprender de esta cultura. La comercialización a nivel internacional de este estilo de vida, vertebrado en la 'pura esencia' del arte, se ha visto encarecida, ya que "en los últimos diez años todo ha ido cambiando demasiado; muchos maestros se han ido, y la situación ha empeorado".

Fuera aparte de ello, es ahora cuando está empezando a escuchar otros tipos de música proveniente de Sudamérica o el propio Japón. Abandonó su 'obsesión' por el flamenco para conocer más mundo, e incluso se arranca a cantar alguna canción en su idioma natal. Se considera amante de cada 'palo' que canta, con especial mención al cante 'hondo', aunque "cuesta elegir un sólo palo".

"Sigo sin entender muchas letras pero cuando canto procuro elegirlas en cuanto a lo que las entiendo, para poder transmitir a través de aquellas experiencias similares que haya podido vivir", recuerda esta, poco convencional, cantaora afincada en el centro.

Lejos queda el disco solar o Hinomaru, con que se conoce a a la bandera japonesa, ondeando con fuerza y dejando relucir el emblema de la cultura japonesa, que como ese 'Nuevo Amanecer' de 'Lole y Manuel' tiene un hueco en su corazón y memoria.

El próximo otoño vuelve al lejano riente en una gira por sus diferentes 'tablaos'. Ahora ve los cambios en su persona, recordando que "antes le acostaba improvisar y tenía dudas sobre sus decisiones". Volverá a su tierra natal, cambiando lengua y mentalidad, pero no su hogar, que encontró hace ya mucho en Jerez, junto a una familia sin nacionalidad predispuesta y esa cultura de aromas 'calés' "que desde el primer momento en que llegó hasta ella la emocionó".

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