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Repasando las noticias que últimamente han aparecido en la prensa sobre el Museo del Flamenco de Andalucía, éste se va a ubicar en varios edificios pegados a la plaza de Belén, exactamente en lo que hasta ahora se conoce como el Zoco de Artesanos y otros espacios que están a punto de pasar a titularidad pública. Me pregunto si ese Museo del Flamenco de Andalucía incluiría al actual Centro Andaluz de Documentación del Flamenco (CADF), o serán dos instituciones diferentes. Ese aspecto a mi no me ha quedado claro. De todos modos, vayan separadas o unidas, considero que "el continente debe estar al nivel del contenido". El Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, albergando gran parte del calificado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, no puede estar en cualquier edificio, ha de tener una sede acorde a su categoría y el espacio del Zoco de Artesanos no está a la altura. ¿Trasladar el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco al Zoco de Artesanos? Considero que sería una idea absurda. Otros dirían: ¡Qué error! ¡Qué inmenso error! Una institución de la importancia del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco merece un edificio acorde al nivel de esa importante institución. Lo dicho: "El continente debe de estar al nivel del contenido".
El palacio que fuera de la familia Pemartín y anteriormente de los marqueses de Mesa de Asta, tiene la calidad y la importancia suficiente como para poder seguir siendo la sede del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco. Es más, ya se le va conociendo como el palacio del Flamenco.
Petronila María de Villavicencio Spínola, titular del marquesado de Mesa de Asta, remodeló totalmente el edificio durante el último tercio del siglo XVIII, adoptando el aspecto de los palacios barrocos y que en la actualidad presenta. La fachada, sencilla, tan sólo se permite una decoración puntual en el balcón del piso principal, el escudo familiar sobre un nido de abundante rocalla. Este elemento decorativo aparecerá en otras dependencias del palacio. La puerta de entrada y el balcón forman un eje vertical desplazado hacia la izquierda, evitando una simetría axial con los vanos de la fachada. Los balcones se cubren con guardapolvos y la cornisa superior se adorna con unos sencillos remates.
Álvar López de Hinojosa y su esposa Isabel Melgarejo fueron los primeros propietarios de este palacio, allá por los últimos años del siglo XV y principios del XVI, aunque de aquellas fechas tan sólo queda la pieza rectangular de ingreso-apeadero que conserva un interesante artesonado policromado.
Cruzado el ingreso-apeadero, nuestra vista abarca prácticamente la totalidad del patio cuadrado, espacio vital, creado también en la remodelación del siglo XVIII. Ocho finas columnas de mármol blanco sirven de apoyo a otros tantos arcos de medio punto, de cantería, dos por corredor o galería. La basa de cada columna comienza con un acentuado plinto. Sobre éste, asciende un fuste liso rematado por un capitel de motivos vegetales: ocho hojas, cuatro superiores y cuatro inferiores, se curvan sobre sí mismas y dejan un juego de líneas onduladas y espirales. Ahí se inician los arcos de medio punto. Una moldura zigzagueante recorre, sin interrupción, las roscas de los ocho arcos. Un nido de aves en el friso es el único elemento que compite con la rocalla, que se convierte, prácticamente, en la única decoración, ya que lo cubre casi todo: las enjutas y las largas metopas del friso, del que se salvan los triglifos. Las cuatro esquinas exteriores del patio se unen con las interiores por arcos también de medio punto que descansan sobre capiteles que se apoyan en querubines que hacen las veces de ménsulas. Para subir al piso principal cruzamos una portadilla de cantería, con un arco de medio punto recorrido por una moldura serpenteante, frontón de líneas curvas y remates de jarrones. Aquí una escalera comienza con un arco trilobulado. Desde el primer rellano podemos acceder a un salón de actos y, una vez finalizada la escalera, nos encontramos con acogedoras dependencias donde se custodian los más preciados documentos puestos al servicio de los investigadores.
Cuando sales del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco sigues estando en el casco histórico de la ciudad, no hay necesidad de desvestir a un santo para vestir a otro. Y dando tan sólo unos pasos, puedes apreciar parte de la iglesia de Santiago, su espadaña barroca, obra del arquitecto Juan de Vargas (apellido gitano). Si caminas unos metros en esa dirección podrás saludar a los cantaores Terremoto, Sordera y Tío José de Paula.
La bailaora jerezana Angelita Gómez le decía a Fran Pereira en Diario de Jerez el 5 de julio de 2017: "No hay mejor sitio que éste para que en el futuro, las nuevas generaciones que se interesen por el tema nuestro del flamenco de Jerez comprueben que había una bailaora llamada Angelita Gómez". Se refería a la actual sede, sí, en la plaza de San Juan n.º 1.
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