La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La ciudad y los días
COMO ustedes por desgracia saben -y escribo por desgracia porque se trata de una tontería teñida con el ingrato color de la cobardía que lancea toro muerto-, el senador de ICV Joan Saura ha hecho, en la comisión Constitucional de la Cámara Alta, una petición para que se cumplan las medidas previstas para el Valle de los Caídos en el informe que redactó un grupo de expertos al final de la pasada legislatura. Es uno de los efectos de ese oxímoron llamado memoria histórica: una cosa es la memoria (necesariamente subjetiva) y otra la historia (indagación que busca la verdad a través de la interpretación documentada de los hechos). Un oxímoron es la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido. En este caso el nuevo sentido del oxímoron memoria histórica es la manipulación por estrategia política del pasado, buscando la identificación de la actual derecha democrática con la franquista.
Fuera de dar digna sepultura a los restos enterrados en fosas o cunetas, fin legítimo que nadie discute, lo de la memoria histórica es una maniobra torticera. No existe olvido. Si hay un tema sobre el que se investigue y se publique es la Guerra Civil y el franquismo. Ningún pacto de silencio impide que las bibliotecas estén llenas de investigadores y las estanterías de las librerías rebosantes de publicaciones sobre esos temas. El informe de Saura, que volvió a plantear el PSOE en el Congreso como una proposición no de ley, pretende, entre otras iniciativas surreales e inútiles, exhumar los restos de Franco y cambiar de sitio los de José Antonio. Así, por lo visto, el Valle de los Caídos dejaría de ser un panteón franquista y un monumento al Régimen. Grave error. Para lograr este fin habría que dinamitarlo. Y aunque personalmente el monumento me parezca un mamarracho representativo del anacrónico mal gusto franquista, su voladura recordaría -salvando la distancia estética que los separa- la voladura de los Budas de Bamiyan por los fundamentalistas.
Así que la cosa no tiene arreglo posible. O se vuela o se deja como está. Ni proyectando en pantalla gigante Sierra de Teruel y El acorazado Potemkin en programa doble, y sustituyendo la coral gregoriana por los Coros del Ejército Rojo, se lograría cambiar la naturaleza de este monumento. Y además no hace falta. Tal como está es la acusación más poderosa y efectiva contra el franquismo.
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