Eduardo Jordá

Nuestro masoquismo

En tránsito

Resulta injusto culpar a la comunidad musulmana de los atentados, pero también tratar de enmascarar la realidad

19 de agosto 2017 - 02:11

Hace pocos días vi a una mujer con burkini en la playa. Estaba con su marido y sus hijos y todos se reían mientras chapoteaban en el agua. A su alrededor había cientos de bañistas. Ninguno le dirigía a aquella mujer una mirada de desprecio o de miedo. Docenas de intelectuales sostienen que vivimos en un país racista y xenófobo, pero en aquella playa no había ni una sola señal de estas patologías sociales. Y lo mismo puede decirse de esta comarca costera en la que trabajan miles de inmigrantes musulmanes en los invernaderos. A menudo se les ve cuando vuelven en bicicleta a casa. Están agotados y sudorosos, pero muchos aún tienen fuerzas para cantar. ¿Son felices? No tengo ni idea, pero lo que sé es que casi todos llevan su vida con total normalidad, rodeados de autóctonos que también llevan su vida con total normalidad. Y estoy muy orgulloso de vivir en un país que ha hecho posible todo eso.

Digo esto porque resulta muy injusto culpar a la comunidad musulmana de los atentados yihadistas. Pero también resulta muy injusto -además de idiota- tratar de enmascarar la realidad que se oculta tras esos atentados. Pero, aun así, tras un atentado como el de las Ramblas, siempre hay alguien que empieza a justificar lo injustificable: que si la CIA empezó a armar a los talibanes, que si la injusta sociedad occidental maltrata y humilla a los inmigrantes y blablablá. En estos días, miles de mensajes de este tipo recorren las redes sociales. Y todos pretenden demostrar que en realidad somos nosotros -los abúlicos y corruptos occidentales- quienes hemos provocado los atentados. Por vivir como unos cochinos burgueses que sólo piensan en su bienestar. Por aceptar una sociedad injusta y explotadora. Por olvidarnos de las tragedias del Tercer Mundo. Y blablablá.

Pues no. Como occidentales no tenemos ninguna culpa de que haya un puñado de fanáticos que odian nuestro estilo de vida. No es culpa nuestra que esos tipejos no sean capaces de vivir sin odio ni resentimiento. Y no es nuestra responsabilidad que hayan malgastado las oportunidades que han recibido en forma de ayudas sociales y de una enseñanza y una sanidad gratuitas. Hay que repetirlo todas las veces que haga falta: no es nuestra culpa. Y que se vaya a paseo el estúpido masoquismo que pretende culparnos de lo que sólo es idiotez y fanatismo. Sí, a paseo. Pues eso.

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