Adiós a Ramón Ybarra
Obituario
Ayer falleció en Sevilla Ramón de Ybarra y Valdenebro. Un gran amigo de la infancia con el que compartí a lo largo de la vida momentos inolvidables, muchos alegres y también algunos momentos tristes: desde unos Sanfermines inolvidables a un viaje en el Juan Sebastián Elcano, pasando por nuestras bodas, el nacimiento de nuestros hijos, la muerte de nuestros seres queridos, etc.
Teníamos aficiones comunes. Desde muy pequeños, jugamos a tenis, afición que heredamos de nuestros padres y a lo que dedicamos cientos de horas en aquella Vista Hermosa naciente de principios de los 70’s donde siempre fuimos vecinos de largos veraneos; donde pasamos los mejores momentos de nuestra infancia, nuestra adolescencia, y donde cuando nos hicimos mayores y padres, seguimos disfrutando de nuestra amistad.
A Ramón le gustaba el campo, los toros, la caza, el vino y la buena mesa, el golf, el fútbol, -sevillista hasta la médula- y la Semana Santa, donde como buen cofrade, hablaba con pasión de su maravillosa Virgen de La Candelaria, y si estabas en Sevilla en Semana Santa te guiaba para ver las procesiones con la pasión que le caracterizaba.
En primavera no se perdía una feria Sevilla, pero tampoco de Jerez, donde siempre fue bien recibido por la cantidad de amigos jerezanos que tuvo: su primo Santi Domecq, Juan Pedro, Quincho Bohórquez, Fermín, Santi Morenés, Juan Maldonado, Álvaro del Río, Jaime y Bruno Pemán, y tantos otros… Le encantaban los toros, y daba igual el lugar donde fuera, que, si se lidiaban toros de sus amigos ganaderos o los lidiaban sus toreros amigos, allí que iba Ramón. Lo preparaba todo con cariño, invitaba a que los amigos nos apuntáramos y lo organizaba todo milimétricamente, para que el plan resultase maravilloso.
En verano, le gustaba levantarse muy temprano para ir a comprar pescado a los mercados de abastos, o a las subastas. Le daba igual ir al Puerto, a Cádiz, a Jerez o a Sanlúcar, pero si conseguía algo especial, te llamaba para compartir alguna maravilla que había conseguido ese día.
Si había toros, desde el día anterior andaba con la inquietud de lo que iba a pasar en el ruedo, y por la mañana se iba con Juan Pedro, con Santi, con Fermín Bohórquez o con Manuel Sánchez Mejías a echarles un vistazo a los toros, y en el aperitivo, en El Buzo, nos contaba a todos su impresión y la de sus acompañantes, de lo que podía suceder esa tarde con el primer toro, con el segundo, etc.
Fue amigo de grandes toreros, como Espartaco, Curro o Morante; de muchos ganaderos, y de Manuel Sánchez Mejía, con el que compartimos nuestra amistad desde niños.
Se desvivía con todo amigo que le pedíamos cualquier favor, sobre todo si aquello que le pedías tenía que ver con su queridísima Ciudad de Sevilla, de la que fue probablemente, como lo fue su padre, o lo es José Manuel Soto, uno de los mejores embajadores, y ojalá, se le sepa reconocer públicamente.
Tenía muchos amigos no sólo en Sevilla, sino en todas partes, pero se me viene a la cabeza la amistad que siempre tuvo con mi familia Gandarias, de Bilbao. Horas antes de su muerte estuvo hablando con ellos -la tía Almudena Gandarias, su hijo Diego Guzmán y Willy Bergareche- para ver si les ayudaba a conseguir las entradas de la final de Copa, del Athletic contra el Mallorca, en el Estadio de La Cartuja. Y también, en Bilbao, resalto su amistad con Jaime Lafita, a quien la enfermedad ELA se le vino encima y al que tanto Ramón como su hermano Enrique homenajearon en Sevilla para sacar fondos para la organización benéfica “Dale CanELA” que promueve Jaime.
Cuando ibas a Sevilla, te recibía siempre como se sabe recibir en Sevilla, pero a su manera, que era muy especial, y te contaba lo mejor que estaba pasando o iba a pasar en la Ciudad.
Fue empresario, hijo de empresario, hermano de empresarios y amigo de muchos de los mayores empresarios españoles, a los que admiraba, -entre ellos, Antonio Hernández, o Pepe Joly, hoy igual de destrozado que yo, y al que le he pedido la publicación de esta despedida- pero, sobre todo, siempre tuvo claro que su gran empresa, la gran empresa de su vida era su familia, que abarcó siempre no solo a su queridísima mujer, Verónica Lora, y a sus hijos Cristina, Sol y Ramón, sino a su madre, hermanos y cuñados.
Un amigo de corazón, pero también del alma. Con valores heredados de la magnífica educación y el ejemplo que le dieron sus padres Maida y Ramón y que le hicieron muy grande como persona.
El pasado 14 de febrero, cuando comenzaba la Cuaresma, Ramón, escribía en su Instagram “Tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación, tiempo de reflexión, tiempo de oración” y a continuación, la maravillosa oración “Alma de Cristo”, como si presagiara la llamada de Dios que pocos días después se ha producido.
Se nos ha ido una gran persona; un gran padre de familia; un magnífico hijo; un hermano de verdad; un marido maravilloso; un señor de los pies al cabeza; un español hasta la médula; un amante del deporte; un embajador de Sevilla; un defensor de las grandes tradiciones de nuestra patria; un gran amigo de sus amigos, de los que su palabra amistad era sinónimo de lealtad inquebrantable.
Gracias Ramón, por todos los buenos ratos que nos hiciste pasar a los que tuvimos la suerte de haberte conocido y en especial Gracias por tu amistad leal e inquebrantable. Siempre estuviste cerca en los momentos difíciles. Sin preguntar mucho. Sólo por ser Amigo. Eso para ti simplemente bastaba.
Adiós, Ramón. Gracias. ¡Hasta siempre!
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