El Cádiz que Pérez-Llorca leyó
El nuevo Hijo Predilecto de la provincia es capaz de realizar un viaje por la ciudad que le vio nacer a través de lecturas mitológicas, novelas de aventuras y personajes hechizados
José Pedro Pérez-Llorca, uno de los políticos más fugaces y determinantes de nuestra historia moderna, confiesa haber recuperado Cádiz. No porque tras más de 50 años como ciudadano madrileño, donde se sigue sintiendo un "tío de provincias", hubiera olvidado su tierra de nacimiento, sino porque la edad da pausa y vuelve a disfrutar, como hacía de la mano de su abuelo materno de niño, de su recorrido favorito por la ciudad, que consiste en darle la vuelta entera partiendo siempre de la Alameda, hacia un lado u otro. Confiesa que le cuesta bastante más trabajo que cuando era chaval, pero hay nuevas recompensas, como un buen rato de tertulia en La Cepa Gallega, parada obligada cuando se encuentra en Cádiz. Por lo demás, se sigue maravillando de la arquitectura singular de su ciudad y si siente que la decadencia de los años de gloria de Cádiz sirvió para algo fue para congelar el tiempo y sentir a ratos que pasea por la misma ciudad que pisaron los doceañistas que alumbraron una Constitución, la primera, que él sigue admirando como el texto fundacional que es de un Estado moderno y que, a su vez, es germen de un pensamiento que vino después no ya en España, sino en todos aquellos sitios que la tomaron como modelo.
Pero cuando fue invitado a ingresar en la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras, un nombramiento que le causó un satisfacción especial, no eligió lo real, sino el mito. Aquella tarde, a través de lo leído, Pérez- Llorca construyó uno de los más bellos discursos sobre su ciudad que se recuerdan en ese foro.
Porque el padre gaditano de la Constitución dibujó un Cádiz onírico, como aquel que vislumbraba el poeta Jacinto Verdaguer al aproximarse por mar: "Me parece ver surgir de las aguas una ciudad encantada". También Ulises tuvo que estar en Cádiz si el ombligo de los mares era esta ciudad, una habitación de la ninfa Calipso y que Homero llamó isla Ogigia. Deducía Pérez-Llorca sobre la procedencia de los reyes magos que no había duda de que el incienso y la mirra tenían origen asiático, pero el oro tuvo que llegar de Tarsis, de modo que si el rey Melchor no era gaditano, al menos tuvo que pasar por aquí. Y le afeó a Cervantes que no trajera al ingenioso hidalgo a conocer la ciudad y prefiriera Barcelona, aunque rescató el único pasaje del Quijote en el que se menciona a Cádiz, cuando Sancho escucha cómo los que embarcan a las Indias cruzan la frontera en la que todos los que van en el navío se les matan los piojos.
Culto, con un sentido del humor como los de los carnavales de antes, donde se insinua más que se subraya, José Pedro Pérez-Llorca inventa Cádiz mientras la pisa, la disfruta, dándole la vuelta.
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