"España necesita un Gobierno de concentración nacional"
José Rodríguez de la Borbolla
La inoperancia de Rajoy, la reforma constitucional y el órdago catalán se entremezclan con reflexiones sobre el rol que Rodríguez de la Borbolla exige a la Junta: "Debe ser protagonista en el conflicto español actual"
José Rodríguez de la Borbolla (Sevilla, 1947), presidente de la Junta entre 1984 y 1990, pide que la entrevista se celebre en su domicilio, donde muestra con el mismo orgullo su biblioteca personal y su terna de gatos caseros (dos rubios, uno negro, todos machos). Lomos de derecho, filosofía y política; de Cataluña, el País Vasco y Andalucía; de Sefarad y el judaísmo; de economía y ornitología ocupan sin piedad rincones y anaqueles. Habla suelto, sin cortesías de partido, con una tinta de profesor que delata su regreso a las aulas y al laboralismo.
-¿Qué le pasa a España?
-Que la crisis económica ha generado una crisis institucional y otra de liderazgo político.
-¿Se desintegra el Estado de bienestar?
-Los problemas se están abordando desde una visión neoliberal a ultranza, y se pretende que los ajustes recaigan sobre los costes laborales y los derechos sociales. Eso es un ataque no ya contra el Estado de bienestar sino contra la dignidad de las personas hecho desde la derecha.
-Pero Rajoy es un mandado de Bruselas. O eso insinúa él.
-Yo no hablo sólo de la derecha política española. Impera en el mundo una ideología de economistas que orientan el pensamiento ya sea de la cúpula dirigente china, ya de la europea. Están jugando a perpetuar su dominio y generar a medio plazo un nuevo mundo en el que las reglas cambien totalmente y no haya organizaciones sociales sino cenáculos donde los poderosos decidan por todos los demás.
-¿Leyó usted el artículo de César Molinas sobre el chiringuito intocable de los políticos?
-Molinas dice cosas en las que estoy de acuerdo y otras en las que exagera. No se puede hablar de la clase política como una clase homogénea. No se puede querer identificar a todos con lo mismo. Las circunstancias de España no son sólo consecuencia de la política sino de otros factores. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, entre otras cosas, porque la banca alemana y holandesa ha estado ganando dinero prestándole a los bancos españoles para que éstos a su vez concediesen créditos y la gente gastase por encima de sus posibilidades.
-Sin embargo, el ciudadano tiene la sensación de que el político no se está ajustando el cinturón como el resto de la sociedad.
-Sin política no es posible la democracia y sin políticos no es posible la vida en sociedad, porque alguien tiene que elegir las reglas de esa vida. El problema no es ése; el problema es la talla de los políticos. Lamentablemente, estamos en la parte baja de la curva de la calidad política en España, Alemania, Italia, Francia, Inglaterra… los políticos actuales no son comparables con los de hace dos decenios.
-La cantera de los partidos tampoco invita al optimismo. Aunque haya recambios, no hay brillantez, sólo una cultura de progresión mediocre hacia el pico del poder.
-La cantera es endogámica. Los políticos tienden a la autorreproducción. Ya lo explicaron Robert Mitchell y Max Weber.
-¿Cómo lo está haciendo Rajoy?
-Mal. Sin paliativos. Rajoy va de acomplejado por la vida política mundial, y sin sacar pecho ni plantear alternativas. Regatea en corto para procurar que las medidas que se le plantean a España sean lo menos dolorosas posibles no para los españoles sino para su partido.
-Pensar a largo plazo en España es contracultural.
-No lo hace ningún dirigente de ningún partido.
-Si hay rescate, ¿le conviene a España más un Monti (un tecnócrata) que un Rajoy o un Rubalcaba?
-No tiene por qué. Podemos ir a un Gobierno de concentración nacional.
-¿PP y PSOE juntos? Suena muy marciano hoy por hoy.
-En todos los territorios de España hay personas solventes que saben de política y economía, y que tienen cuerpo, prestancia y responsabilidad, además del respeto ajeno, para servir de interlocutores en Europa o el G-20. Los actuales, cuando salen fuera y hablan con sus iguales, van pidiendo perdón. A Alemania hay que decirle lo que está haciendo mal.
-En un artículo para La Vanguardia propuso al trío Felipe-Fainé-Mario Fernández para gobernar.
-Era una manera de provocar, de decir que hace falta gente que tenga ascendiente y no piense en clave electoral.
-Fainé sería un buen ministro.
-Sería un ministrazo. Y Mario Fernández me parece una de las personas que mejor podrían servir a los intereses de España.
-¿Le decepciona la evolución del Estado autonómico?
-La Constitución del 78 estuvo bien diseñada. Logró el consenso de todos menos de los nacionalistas vascos, que van siempre a lo suyo. Tenía unos desarrollos posibles y se llegó a un Estado prácticamente federal. La Carta Magna prevé dos asimetrías: la de la identidad y la historia de cada territorio; y la de la solidaridad. El Estado español ya es por tanto doblemente asimétrico, porque la solidaridad es que alguien ponga más para que otros puedan llegar a un sitio. Desde Cataluña, con la reforma del Estatut, lo que se ha pretendido es cambiar las reglas del juego. Eso es trampa. ¿La Constitución se puede reformar? Evidentemente. ¿Con acuerdo? Necesariamente. La diferencia respecto a 1978 es que entonces pactaron los partidos nacionales y nacionalistas y ahora se requiere el acuerdo de ellos y de los territorios organizados en autonomías. La Constitución no se puede reformar si no están de acuerdo Cataluña y Andalucía. Y Andalucía no debe ni puede estar de acuerdo en una reforma acometida mediante subterfugios como el pacto fiscal, que va en contra de la igualdad de los ciudadanos en todo el Estado.
-¿Va de farol CiU con la amenaza de la independencia?
-Parece como si estuvieran jugando a las casitas. El nacionalismo catalán, ya desde antes de la República, ha intentado siempre el doble juego de mandar mucho en Madrid y escaparse desde Cataluña. Irán midiendo hasta dónde llega su rupturismo dependiendo del día a día.
-Una opción es retocar el sistema de financiación para acomodar las aspiraciones catalanas.
-Ahora habría que seguir los consejos de san Ignacio de Loyola: en tiempos de consternación, no hacer mudanza. Convendría un gran pacto entre el Gobierno y las autonomías para garantizar por un periodo transitorio la financiación de los servicios públicos básicos. Hoy no se puede modificar el sistema de financiación. Además, hay que negociar acuerdos para redimensionar las instituciones del Estado, todas, no sólo las autonómicas. Hay que aligerar los procedimientos administrativos. Y hay que establecer mecanismos de cooperación solventes y transparentes, no en clave bilateral sino plural. Aunque duela a algunos, todas las comunidades tienen el mismo rango.
-¿Y desintegrar el Estado de las autonomías como sugería indirectamente Esperanza Aguirre?
-Madrid no es ya la corte de los milagros, coño, hay otras voces en España. Echo en falta, y lo digo con todo mi cariño y disponibilidad, una actitud más proactiva tanto del Gobierno andaluz como del PSOE-A. Desde aquí no hay que estar sólo vigilante con lo que se negocia, no sólo informado de lo que se dice, no sólo en defensa del Estatuto andaluz. Aquí hay que ser protagonistas en el conflicto español actual, porque somos el otro platillo de la balanza.
-¿Por qué Andalucía no activa ese poder de presión?
-Yo añoro la tripleta Chaves-Zarrías-Pizarro. Chaves planteó la reforma del Estatuto no sólo como una operación para Andalucía sino para España, para contrapesar los impulsos de otros territorios. Y mira que yo no creía en esa reforma. Hay que hacer propuestas para España. Tenemos que decir cómo creemos que podría ser el país, cuál es nuestra opinión como andaluces.
-La Junta no está pues a la altura de las circunstancias.
-Creo que no. El Gobierno andaluz podía haber sido de serenidad en la gestión de los servicios y de alegría en la disponibilidad financiera. Le falta la conciencia de la importancia que tiene ser representante de Andalucía en un momento en el que está en juego el equilibrio de los territorios. Le falta un poquito de imaginación, conocimiento y coraje.
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