Perfil: Rubalcaba, ¿puente o puerto?
38º congreso del psoe
Tras ser elegido nuevo secretario general del PSOE, la duda es si será sólo un líder de transición o un dirigente con nombre propio.
El rostro de Alfredo Pérez Rubalcaba era este sábado bien distinto del que lució la noche del pasado 20 de noviembre. Y tenía motivos para ello. Si hace dos meses y medio encabezó una candidatura con la que los socialistas tocaron suelo, este sábado ha salido triunfante su apuesta de futuro pese a que la acusación principal de sus detractores y, sin embargo, compañeros de partido, era que representaba el pasado. Es su sino a lo largo de su trayectoria política. Cuando la sombra de que puede haber llegado su hora de quedar relegado a un segundo plano, Rubalcaba se repone, saca pecho y vuelve a la portada de los periódicos.
Este cántabro que va camino de los 61 años, velocista de éxito en su juventud y que se doctoró en químicas, ha dado sobradas muestras de supervivencia. El Gobierno de Felipe González dijo adiós con él de portavoz, apostó por Joaquín Almunia en las primarias que le ganó Josep Borrell, dio su apoyo a José Bono cuando fue derrotado por José Luis Rodríguez Zapatero... y siempre ha salido a flote. Ésta es una prueba más de que está hecho de otra pasta. Si muchos le daban por amortizado, ha dado batalla al discurso de que los abuelos no deben suceder a los nietos y se ha convertido en el cuarto secretario general socialista en la etapa democrática.
Apasionado del Real Madrid, confía en que este sea el año en el que reciba un mensaje de felicitación de un confeso barcelonista como Zapatero por acabar la liga en cabeza. O por ganar la Champions. Puestos a soñar, la incógnita que desde ahora queda abierta es si soñará con ser el candidato a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales o tendrá la intención de entregar el testigo a otra persona. Nadie en las filas socialistas se atreve a pronosticar si será un puente de transición entre Zapatero y otro dirigente aún sin nombre propio, o, una vez tocado el puerto de la Secretaría General socialista, será él quien dé de nuevo la replica a Mariano Rajoy en la campaña de las próximas elecciones generales.
El velocista que se ha transformado en un corredor de fondo en la vida política tendrá sobre sus espaldas la retahíla de por qué no hizo durante su etapa en el Gobierno lo que ahora propondrá en la oposición. Pero él esta orgulloso de su labor como ministro de Educación, como portavoz del Ejecutivo y del grupo socialista del Congreso, como vicepresidente y como titular de Interior, donde asegura haber vivido el momento más emotivo de su trayectoria al anunciar ETA que abandonaba la violencia. Incluso se le escapó alguna lágrima cuando acudió por vez primera al País Vasco después de esa comunicación de la banda terrorista.
Rubalcaba coge el timón del PSOE en uno de sus momentos más difíciles, y si parece complicado que sea la que le ha disputado el liderazgo, Carme Chacón, quien vuelva a protagonizar los mimos con que le obsequió en la última campaña, deberá buscar el cariño de otros compañeros. No le van a faltar de sus fieles ni de los que, sin haberlo sido en los últimos tiempos, van a volcarse en elogios con él. Es una copia de su propia estrategia y en la que muchos ven detrás la mano de Maquiavelo.
Se dice de él que es muy amigo de sus amigos, y de la muerte de uno de ellos (Enrique Ruano, fallecido tras ser detenido por la brigada político-social del régimen franquista) asegura que se disparó su inclinación por la política.
Buen negociador, será en breve cuando Rajoy le recibirá en La Moncloa y trascenderá si hay posibilidad de acuerdos entre dos dirigentes que, en polos políticos opuestos, comparten, además de barba, su gusto por los puros o su aversión al avión. El presidente del Gobierno tiene motivos tras el accidente de helicóptero que sufrió. Rubalcaba, hijo de piloto, ha de recurrir a otros argumentos.
El nuevo líder socialista quiere recuperar las tasas de valoración que los ciudadanos le otorgaban cuando estaba al frente de Interior y buscará que, de corazón, sus compañeros le repitan la canción de Amaral con la que le recibían tras sus debates con los diputados del PP que le acusaban estar detrás del caso Faisán: "Sin ti no soy nada". En eso tendrá mucho que ver la ilusión que genere. Ilusión por el bien de su partido y de él mismo. Ilusión propia si no descarta ser de nuevo el cartel electoral. Rajoy, González y Aznar ganaron a la tercera. El sólo lleva una.
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