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La sucesión de Griñán · Elecciones, el 29 de julio
SI el presidente andaluz fuese el de Cataluña, José Antonio Griñán contaría con una fórmula apropiada para guiar su sucesión: nombraría a Susana Díaz su conseller en cap, una suerte de primera ministra en un Gobierno presidencialista. Lo hizo Pujol con Mas. Eso, si fuese catalán y si Griñán no gobernase en coalición con IU, lo que le obliga a seguir manteniendo a Diego Valderas como vicepresidente. Pero ésa es la idea; quédense con ella: una vez que Díaz, de 39 años, salga elegida el próximo 29 de julio candidata del PSOE para las elecciones autonómicas, Griñán se dedicará a las labores de mayor altura, todo los focos y el protagonismo serán para su actual consejera de Presidencia, una sevillana de Triana que hace sólo cuatro años ocupaba un puesto en la dirección provincial del PSOE de Sevilla y que ya hoy es una presidenta in péctore.
Griñán sería como una suerte de Mitterrand -así se lo dijo a su grupo parlamentario, citando al desaparecido presidente de Francia, al que se le comparaba con un emperador socialista, y así lo ha comentado en otras ocasiones en tono de broma-: un presidente muy presidencialista al que la gestión del Gobierno se la llevan otros.
Presidenta in péctore, sí. Y ello por dos razones: porque, posiblemente, los críticos con Griñán, de 67 años, y los detractores de Susana Díaz, que pueden ser más, no encuentran un candidato alternativo para presentarlo a las primarias, con lo que ella saldrá elegida por aclamación sin necesidad de acudir a las urnas y, segundo, porque el presidente andaluz va de retirada.
Los críticos, que intentan seducir a Micaela Navarro para que dé el paso, aunque ella se niega, sólo tendrían alguna opción si las primarias, en vez de en julio, se retrasasen a otoño. Luis Planas no se ha descartado -tampoco lo contrario- y una consejera, a la que se lo propusieron, no quiso ni oírlo.
En declaraciones a este medio, el presidente aseguró que no va a marcharse para dejar el puesto a Susana Díaz antes de las elecciones, aunque no puede descartar un adelanto electoral. Su opinión es que en los tres años que quedarían para la cita autonómica nadie sabe qué puede ocurrir, pero lo cierto es que el pacto con IU se puede malograr.
La cita de los comicios europeos de mayo podría llevar a los socios de la federación de izquierdas a salir del Gobierno andaluz si logran un buen resultado, y quieren medir después sus fuerzas en Andalucía. Podrían probar una nueva coalición con más poder y más consejeros. Ahora son tres. Pero ésa no es su intención; es más, es como si fuera el PSOE el que estuviera buscando motivos para romper con IU.
El nuevo líder de IU, Antonio Maíllo, ya ha declarado que él no ve motivos para un adelanto. Primero, porque, ciertamente, no hay causas objetivas y, además, porque él, que se configura como el candidato con mejor cartel, necesita un elemento más además de discurso, apariencia y motivación: tiempo. IU va a resistir, no desea romper una coalición para, un mes después, volver tener que convencer a sus bases de la necesidad de retornar al Gobierno de la Junta con los socialistas. Es la negación del primer principio de la termodinámica, pero en política: escoger el camino más largo para llegar al mismo punto.
Por ello, la mayoría del Grupo parlamentario Socialista cree algo que Griñán niega. Que pasado unos meses, cuando Díaz ya sea la protagonista del Gobierno, la conseller en cap, ya sea como vicepresidenta segunda o como el presidente estime, éste se retiraría. A su casa. "Lo normal es que Susana Díaz tenga uno o dos años de rodaje como presidenta antes de las elecciones", explicó a este diario un parlamentario socialista cercano a la hoy consejera de Presidencia.
Lo sucedido esta semana, con el anuncio de Griñán de no seguir después de las próximas elecciones y el supuesto ejemplo que él le ha querido dar a Alfredo Pérez Rubalcaba -otro de su generación, aunque algo más joven- necesitan de un relato, que está más cerca de la novela psicológica, del comportamiento de los personajes, que del tactismo político. O para ser más exactos: una convicción personal (Griñán) sobre un momento vital ha confluido con la ambición de otra personal (Susana Díaz) en una sucesión pactada, un dedazo o un griñanazo, pero ejecutada con todos sus perejiles democráticos. Chaves, por ejemplo, se fue al año y medio de ganar por mayoría absoluta mediante un acuerdo con su dirección y el grupo parlamentario.
Al final, y a pesar de las dudas fundamentadas de los críticos sobre la claridad del sistema, las urnas de los socialistas están abiertas, y a ella puede confluir quien le plazca, aunque para ello deba reunir unas 7.000 firmas de avalistas en el PSOE antes del 17 de julio. ¿Precipitado? Sí, pero si Susana Díaz no encuentra su alternativa, no será achacable a ella, sino al PSOE andaluz, la federación más importante del país, que se mostraría incapaz de hallar a una persona distinta a quienes muchos de ellos critican.
Díaz se sumaría a una nómina de grandes políticos: Plácido Fernández Viagas, Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves y José Antonio Griñán. ¿Que el nivel ha bajado? Sí, pero no será por culpa de Díaz, una mujer que, por otra parte, es una auténtica esponja, escucha y procesa todo, es trabajadora y ha sabido aprender mucho durante estos cuatro años. Admite, o busca, rodearse de gente más inteligente que ella o más preparada, siempre -claro está- que no tengan mayores ambiciones. Si el PSOE andaluz presenta a Susana Díaz de candidata a la Junta es porque ésa es la medida del partido.
Pepe Griñán, el hombre. Hace ya varios meses, este diario mantuvo una conversación informal con el presidente de la Junta en su despacho del Parlamento andaluz. Era tarde, y Griñán estaba relajado, pero preocupado. Dio la sensación, o al menos así lo percibió quien esto escribe, que se dolía por perder estos últimos años de su vida. Le apasiona la política, pero la gestión le había consumido el tiempo que necesitaba para dedicarse a su hermana enferma, a su sobrinos, a su esposa, a sus hijos y a sus nietos; a la literatura, al cine y a la música. Con 67 años, Griñán ya no quería ser el "Pepe Griñán" que todos conocemos.
Eso fue una tarde sombría de invierno; de mañana, era otra persona: Griñán aspiraba a otros puestos en Madrid, o eso parecía, oía a gente que le pedía que sustituyera a Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general del PSOE e, incluso, que fuese candidato a unas primarias. Poco a poco, según cuenta uno de sus más estrechos colaboradores, el Griñán cansado, pero a la vez más vital, le fue ganando la partida al ambicioso, hasta que, al final, alrededor de hace varias semanas, decidió dar el paso: anunciaría que no se presentaría a la reelección, y abriría la sucesión sobre la base de unas elecciones primarias.
Para él, esto ha supuesto una liberación: ya sabe que antes de las próximas elecciones autonómicas, nadie le presionará para que siga. Sueña con tener libre los fines de semana a partir de octubre, sin actos de partido, porque piensa delegar en el candidato. Casi todo. En la reunión que mantuvo el miércoles con su grupo parlamentario les dijo: "Tenéis que matar al padre". Es decir, piscológicamente, debéis romper con la generación de la Transición. "Yo me iré, y los pájaros seguirán cantando", les soltó. Se va.
Algunos que bien le conocen, no sólo apuntan a estos factores personales, también a otros más políticos, como el caso de los ERE o el de Invercaria. Griñán enferma cuando le llaman "el presidente de los ERE". Juan Ignacio Zoido, el líder del PP, mantiene que la juez instructora, Mercedes Alaya, terminará por imputar al presidente por su pasado como consejero de Economía. En cualquier caso, de ser así, y Zoido sabe bastante de los designios de Ayala, la juez debería solicitar el suplicatorio al Tribunal Supremo. Es difícil que Griñán sea imputado; otra cosa es que su colaboradora en Economía, Carmen Martínez Aguayo, hoy consejera de Hacienda, sea llamada al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Ese hecho sería un duro golpe para Griñán, porque Martínez Aguayo declaró que ella no informaba a su jefe de entonces de los informes que el interventor de la Junta le envió con serios reparos al sistema de ayudas de los ERE. Ésta es la tesis del PP. Pero sí es posible que a Griñán le pese este asunto con independencia del curso que vaya a llevar la instrucción judicial.
Sigamos: Griñán no quiso relevar a Manuel Chaves hace cuatro años, se resistió a ser presidente de la Junta, pero aceptó aunque las razones de entonces se han vuelto más fuerte ahora. La cara de alegría de su esposa, María Teresa Caravaca, el miércoles pasado en la cafetería del Parlamento daba buena cuenta de que era una decisión muy bien acogida en su familia.
Una persona que ha estado muy cerca de ambos hizo esta reflexión: "¿Por qué ahora? Mi opinión es que si es una operación a corto plazo, y deja de presidenta a Susana, esto no es una decisión política para plantarse ante Rubalcaba, es cansancio personal, es el asunto de los ERE, la familia..."
Rubalcaba, ¿una excusa? La lectura que se realizó el miércoles de la salida de Griñán era que, harto de Rubalcaba, le había incitado a marcharse con su propia inmolación. El secretario general del PSOE, instalado en Ferraz, habló con Griñán el día antes, no le gustó su decisión, la comprendió, pero en ningún momento la interpretó como un empujón para que él se marchase ya o convocase, cuanto antes, las elecciones primarias a nivel nacional.
A esas alturas, las conversaciones entre políticos son muy parecidas a la de la diplomacia vaticana. Nunca se sabe si lo que entra a través de la palabra es la daga o el halago. "Para pegarme un empujón, a mí me bastaba con decírmelo, no necesita irse él", explican que fue la reacción de Rubalcaba cuando alguien le informó de esta lectura. Desde el entorno del presidente andaluz se negó, con bastante vehemencia, que Griñán hubiese criticado a Alfredo Pérez Rubalcaba por aguantar sus primarias o por no retirarse. "Falso de toda falsedad, quien haya dicho eso en mi nombre miente", comentó el presidente andaluz a este medio en una conversación informal en los pasillos del Parlamento andaluz.
No obstante, la decisión del presidente movió los cimientos de la sede socialista de la calle Ferraz. Griñán y Rubalcaba habían suscrito un pacto de estabilidad por la que el PSOE convocaría elecciones primarias en una fecha cercana a las generales, y nunca antes de las europeas de mayo. Ambos se están reuniendo con los secretarios regionales del PSOE para llegar a un consenso en la Conferencia Territorial del próximo fin de semana en Granada, donde los socialistas deben salir con su mapa de España; es decir, con su propuesta de modelo federal ante la deriva secesionista de CiU y el seguidismo del PSC. Griñán se había convertido en el principal apoyo de Rubalcaba, y el anuncio cayó como una bomba.
Hay que considerar que el argumento empleado por el presidente andaluz es que es necesario una amplia renovación, que llegue "savia nueva" a la cúpula del partido y que, además, esto se debe conseguir con la inmediatez de unas primarias en julio. Ya. Bueno, vale, la decisión de Griñán no es un dedazo en el ojo de Rubalcaba, pero es como si hubiera estado pensando en él en cada momento que lanzaba esos mensajes.
Griñán y su segundo en el partido, Mario Jiménez, han concluido que el adelanto de las primarias al mes de julio no condiciona a Rubalcaba. "Esto se circunscribe y se agota en Andalucía", dijo Jiménez el jueves pasado.
Es más, tanto la gente de Griñán en Andalucía como los antiguos rubalcabistas discuten sobre quiénes son los que están erosionando a Rubalcaba. Es curioso. Mario Jiménez sostiene que son "otros" los que le perjudican, los mismos que desean que Patxi López, el ex lehendakari, sea el candidato a las elecciones a la Presidencia del Gobierno.
Un sociólogo con cierta ascendencia en el PSOE andaluz mantiene que es posible, al menos como eso, como posibilidad, que los socialistas puedan ganar unas generales a Mariano Rajoy si llegan con un buen candidato: joven, por supuesto. Según esta misma teoría, los socialistas andaluces estarían deseando, aunque Griñán lo niega, que Rubalcaba ejecute también un relevo generacional.
En cualquier caso, el anuncio de la marcha de Griñán estaría más relacionada, pues, con su convencimiento personal de dejar el cargo que con el factor Rubalcaba.
Susana, en escena. Griñán y su consejera de Presidencia son dos personas con orígenes y formación muy distinta, aunque entre ambos ha ido creciendo una complicidad que no ha pasado desapercibida ni al círculo de San Telmo ni al grupo parlamentario socialista. Del mismo modo que Griñán ha necesitado meses para madurar su salida, también ha empleado mucho tiempo en decantarse por Susana Díaz. A Griñán y a Díaz no les separa sólo la edad. El primero procede de una familia conservadora, de magistrados, es muy culto, inspector de Trabajo y nunca estuvo en la maquinaria interna del PSOE. La segunda se crió en la escuela de cachorros de Juventudes Socialista, donde, según dicen sus mayores, no se aprende nada bueno; vive en El Tardón, más allá de Triana; adora a su familia de fontaneros municipales, y tardó muchos en años en licenciarse en Derecho porque dedicó todo su tiempo a la política. Y no es que sea una mujer de aparato, sino que ha estado en sus entrañas.
Susana Díaz ha acompañado a Griñán en dos momentos muy difíciles del presidente. En el congreso federal del que salió Rubalcaba, Susana Díaz apoyó a Carme Chacón de modo público, aunque antes nunca fue partidaria de ella. Sí Griñán. Y segundo: el presidente andaluz se sintió muy solo durante la campaña electoral de 2012, y Díaz estuvo siempre a su lado. Cuando ella fue nombrada consejera de Presidencia, actuó como los de la vieja guardia: no se desligó del poder interno del PSOE. Ganó la secretaría general de Sevilla a Antonio Gutiérrez Limones y, después, inventaron un cargo para que se incorporase a la Ejecutiva.
Griñán se mantendrá, oficialmente, neutral durante las primarias, pero es su candidata y todo el PSOE lo sabe. Ya tiene controlada a todas las provincias, excepto Jaén, y los equipos preparados para comenzar a conseguir un abrumado número de avales. Aunque le basta con 7.000, desea tener tantas firmas como votos porque, si no hay contrincante, no habrá votación, pero cada aval la legitimará.
Además de Jaén, sólo Cádiz está dividida, aunque sus partidarios creen que pueden obtener un 60% de avales entre la militancia. Si esto no es una sucesión dirigida, alguien debería echar del trabajo a quien esto escribe por contar mentiras.
Sin bicefalias. Después del relato, llega el desenlace, pero éste es incierto. Griñán y su entorno mantienen que el presidente de la Junta agotará toda la legislatura -eso sí, dure lo que dure, y puede que no se llegue a 2016- porque Susana Díaz no generará problemas de bicefalia. ¿Por qué? Porque ambos tienen intereses distintos: Griñán se está yendo y Díaz quiere llegar.
Es difícil imaginarse la imagen, pero, en las sesiones de control, Juan Ignacio Zoido, o quien le suceda, se dirigirá a Díaz y no a Griñán. Cuentan que eso no traerá problemas, que no es el caso de Chaves y Griñán. Este futuro es imprevisible. Una persona de la dirección socialista sostiene, sin embargo, que Griñán cederá el puesto, finalmente, a Susana Díaz antes de las elecciones autonómicas, que la dejará correr ante las cámaras para que gane popularidad. Esto es lo que opina la mayoría de parlamentarios con los que este diario ha hablado: que Díaz será presidenta antes de los comicios. Sólo hay una dificultad para ello: necesitaría los votos de los parlamentarios de IU para ser nombrada presidenta en el Parlamento en caso de una dimisión de Griñán. La otra salida es la de las elecciones autonómicas anticipadas: es una opción contemplada, incluso, por el círculo del presidente. Las elecciones europeas de 2014, la aprobación de los Presupuestos, una votación que se pierda en el Parlamento puede ser un motivo para un adelanto electoral. Hay que considerar que el PSOE no cuenta con mayoría absoluta. Si es así, si Griñán, siendo presidente, decidiese convocar elecciones, a Susana Díaz aun le quedaría un último esfuerzo para ser presidenta, ya no in péctore: ganar los comicios.
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