María Jesús Montero sale de su silencio: "apoya y avala" el pacto con ERC

La ministra de Hacienda y anterior consejera de la Junta respalda una financiación singular, cuya negociación había negado

Juan Espadas tendrá que liderar la posición de Andalucía dentro del debate que el PSOE abrirá sobre el cupo catalán

Las claves del acuerdo entre el PSC y ERC

María Jesús Montero en la toma de posesión de Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña / Quique García / EFE

Máxima prudencia, silencio extremo. Esta es la actitud que el PSOE de Andalucía había mantenido ante la apertura de la negociación entre el Gobierno central y el de la Generalitat para la concesión de un concierto económico a Cataluña que pasa por su soberanía fiscal. Hasta ayer, cuando la ministra de Hacienda y vicesecretaria general de este partido, su número dos a nivel nacional, María Jesús Montero, respaldó sin matices el acuerdo firmado por ERC y el PSC. Un pacto, según la también ex consejera de Hacienda de la Junta, cuya seña de identidad es la "solidaridad" y que ella misma había negado hace sólo unas semanas, cuando fue preguntada por ello en la ultima reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Quien fuese adalid de la igualdad de recursos entre las comunidades autónomas da este giro copernicano que permitirá a Cataluña recaudar los impuestos estatales y pagar una parte al resto en concepto de cohesión. Montero no ha tenido ningún acto público desde que en julio se alcanzara el acuerdo para la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, se le suponía algunas reticenscias, pero este sábado estuvo en Barcelona para la toma de posesión del socialista, y no sólo respaldó la ruptura del modelo de caja común, sino que aseguró que la relación del Gobierno con Junts es de "absoluta normalidad institucional", a pesar de que su líder, Carles Puigdemont, burló el jueves a las fuerzas de Seguridad y a los jueces para regresar a su refugio de Waterloo. Esto es algo más que un giro copernicano, es la asunción por parte del PSOE de la tesis de los independentistas sobre el supuesto déficit fiscal catalán.

El líder de los socialistas andaluces, Juan Espadas, había saludado la investidura de Salvador Illa, pero en privado todos los dirigentes consultados admitían una gran preocupación por el período que se abrirá tanto en el Congreso como a nivel interno, porque el debate dentro del PSOE es inevitable. A modo de ejemplo sirva la escueta reflexión de Mario Jiménez, tantos años portavoz del grupo socialista en el Parlamento andaluz, y ahora voz independiente dentro del partido: "Por fin, Salvador Illa, presidente. Ahora, Andalucía. Financiación: equidad más igualdad e inversiones".

Hay que leer entre líneas a Jiménez, sí, nadie se atreve a romper con los dictados marcados desde Ferraz y Moncloa, pero el PSOE de Andalucía afronta la próxima estapa con ese sentido: hay satisfacción por la investidura de Salvador Illa, pero preocupación por una negociación que corresponde, según lo pactado por ERC, al Gobierno central y a la Generalitat, aunque el resutado final terminará en el Congreso de los Diputados. En este contexto, va a ser Juan Espadas quien se encargue de liderar la posición andaluz. El sevillano tiene la voluntad de volver a presentarse a las autonómicas de 2026, no va a dejar la secretaría general por un Ministerio y está dispuesto " a dar la batalla por Andalucía", según un miembro de su Ejecutiva. Quien pudiese haber sido su sucesora, María Jesús Montero, estará más que comprometida en la negociación con ERC, su hipotética candidatura a la Presidencia de la Junta es ahora un improbable.

"Con la investidura de Illa se ha acabado una etapa que el PSOE necesitaba terminar con éxito para justificar todo lo que Pedro Sánchez ha intentado en Cataluña, desde los indultos a la amnistía, hemos cerrado ese frente, y ahora vamos a abrir otro que puede ser aún más duro", confiesa un dirigente provincial. Otras voces críticas son muchos más pesimistas sobre el futuro del partido, y auguran un "erial" en el sur si, finalmente, la Generalitat consigue salir de la caja común de los impuestos.

La duda que muchos socialistas andaluces tienen, y que también existe en Cataluña, es si realmente Sánchez querrá o podrá llevar a cabo lo pactado con ERC sobre la financiación singular. El documento indica que a lo largo de 2025 habría que poner números a la cantidad de dinero que se quedará la Generalitat y cuánto pagará como cupo y cuota de solidaridad -son dos conceptos distintos- al Gobierno central. En 2026 deberían estar transferidas las competencias de la Agencia Tributaria a la catalana para comenzar con la recaudación del primero impuesto, el IRPF. El preacuerdo es, como poco, bastante optimista, porque eso conllevará una ardua negociación con los técnicos de Hacienda y unas consecuencias legales que pasan por la reforma de la Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas (Lofca), de cuyo régimen común debería salir Cataluña. Poco tiempo es eso.

Además de que esa reforma necesitaría el apoyo de Junts, que no se contentará con lo suscrito con ERC, un cambio de modelo de tal categoría terminará en el Tribunal Constitucional. Hay quien opina en el PSOE que lo que Pedro Sánchez ha hecho es darle una patada para adelante al asunto con el objetivo de desbloquear la investidura de Illa para situarse en una posición muy distinta, y más favorable, a la hora de negociar con Salvador Illa. En su saludo al nuevo president, Juan Espadas destaca que su "personalidad y carácter" serán fundamentales para fortalecer el "gran proyecto común".

El último acuerdo de financiación autonómica, firmado durante una de las legislatura de Zapatero, fue liderada también por un presidente socialista en la Generalitat, José Montilla, aunque contó con el contrapeso de Manuel Chaves. Ése fue siempre el equilibrio interno que se mantuvo dentro del PSOE, donde Cataluña y Andalucía contaban en los mismos términos. Aquel acuerdo se sacó adelante, precisamente, con el apoyo de ERC. El esquema de ahora es similar pero con una diferencia sustancial, el PSOE andaluz, sin el poder de la Junta, ya no cuenta tanto dentro de la organización federal. A Espadas se le respeta, pero no es Chaves, al que acompañaban sus prolongadas victorias.

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