La mayor laguna de Doñana se seca por tercer año consecutivo

Científicos de la Estación Biológica confirman que es la primera vez que ocurre en los últimos cincuenta años

Era la única que mantenía agua durante todo el año

La laguna más grande de Doñana se seca por la sequía y sobreexplotación

Imagen aérea de la laguna de Santa Olalla difundida por la Estación Biológica de Doñana.
Imagen aérea de la laguna de Santa Olalla difundida por la Estación Biológica de Doñana.

09 de octubre 2024 - 11:21

La laguna de Santa Olalla, la mayor de todo el espacio natural de Doñana ha cerrado el verano "prácticamente seca y con solo una lámina superficial de humedad residual y barro" según ha confirmado un equipo de la Estación Biológica (EBD) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Esta laguna se secó por completo dos años consecutivos, en los veranos de 2022 y 2023, algo que "no se había registrado nunca" desde que se comenzó a tomar datos hace 50 años. "Doñana está atravesando años muy duros. La combinación de una intensa y prolongada sequía y la sobreexplotación del acuífero están teniendo un gran efecto sobre el sistema de lagunas del espacio protegido", ha explicado el director de la EBD, Eloy Revilla.

La laguna de Santa Olalla era casi la única de las más de 3.000 de Doñana que solía mantener agua durante todo el año. La gran variedad de lagunas, tanto temporales como permanentes, permite conservar especies con ciclos de reproducción y desarrollo diferentes, más cortos o más largos, lo que convierte a Doñana en un refugio incomparable para la biodiversidad acuática.

En el verano de 2022, se secaba por completo justo al final del ciclo hidrológico anual, que se mide de septiembre a agosto. La situación se repitió al año siguiente y, en la segunda semana de agosto del año pasado, ya no tenía agua. "El ciclo hidrológico que se acaba de cerrar, el de 2023-2024, comenzó por tanto con una Santa Olalla totalmente seca. La situación se mantuvo durante dos meses continuados hasta que las primeras lluvias caídas a mitad de octubre ayudaron a que el nivel del acuífero subiera y el agua comenzara a inundar la cubeta de la laguna. El máximo de inundación se alcanzó finalmente a finales de febrero", ha detallado Javier Bustamante, también de la EBD.

A partir de abril, los sensores de la ICTS-Doñana detectaron "una gran proliferación de algas filamentosas debido a una proporción elevada de nutrientes, favorecida por las altas temperaturas y la poca movilidad del agua". Las imágenes de satélite analizadas por el equipo del Laboratorio de Sistemas e Información Geográfica y Teledetección de la EBD confirmaron que se situaban en torno a la orilla de las lagunas. El pico más alto se detectó a finales de junio, con más de 280.000 células de cianobacterias por mililitro. Aunque no todas son tóxicas, se consideran excesivas cifras superiores a 100.000 células por mililitro, ya que puede aumentar la probabilidad de toxicidad sobre otros organismos como aves o peces.

Durante julio, debido al aumento de temperaturas y a la progresiva disminución de la superficie inundada, hubo una gran proliferación de fitoplancton que se extendió por toda la superficie de la laguna. Los valores más altos se detectaron el 31 de julio, con algo más de 140.000 células por mililitro. Se observó también, como cada año, cómo los valores de salinidad de la laguna aumentaban según avanzaba el verano por efecto de la evaporación del agua y la pérdida de superficie inundada, pasando de 6,6 gramos por litro a principios de junio a 13,6 a finales de julio.

Desde hace algunos días, el equipo de Monitorización Ambiental de la ICTS-Doñana, que se encarga del seguimiento de la biodiversidad y los procesos naturales del espacio protegido, ya no puede tomar muestras representativas de agua para analizar, ya que "solo queda humedad residual y barro".

Por su parte, la laguna Dulce, situada muy próxima a Santa Olalla y considerada hasta hace algunos años también una laguna permanente, "se ha secado por completo durante la segunda semana de septiembre, algo más de un mes después que el año pasado, cuando se secó a primeros de agosto". Por otro lado, la laguna del Hondón sí ha mantenido agua a lo largo del verano.

Un complejo sistema

La laguna de Santa Olalla, así como todas las del Parque Nacional, que se sitúan en la zona próxima a las dunas, se inundan gracias a las descargas del acuífero, por lo que sus ciclos de inundación dependen de los niveles de las aguas subterráneas. Cuando llueve, el agua se filtra hacia el acuífero, haciendo que su capa freática ascienda e incluso aflore al exterior inundando las cubetas de las lagunas. Además, Santa Olalla también recibe agua procedente de las dunas.

Estudios recientes de la EBD han constatado que un 60% de las lagunas que existían en los años ochenta del siglo pasado ya han desaparecido. Además, gran parte de las que aún permanecen se inundan mucho menos y por un periodo de tiempo más corto de lo que se espera por el clima, lo que indica que la acción humana directa está interfiriendo en su ciclo natural. "Esto se confirmó cuando se observó que este fenómeno afectaba más a las lagunas más cercanas a los cultivos de regadío intensivo y a la localidad turística de Matalascañas. Además, gran parte de las lagunas que aún existen tienen parte de su cubeta invadida por vegetación terrestre, lo que indica un cambio sin retorno", señala Revilla.

La ICTS-Doñana dispone de piezómetros distribuidos por todo el espacio natural con los que es posible medir el nivel freático del acuífero. Concretamente, el piezómetro situado más cerca de Matalascañas, el del carril de El Corte, apenas a unos 300 metros de la desaparecida laguna del Charco del Toro y a unos tres kilómetros de Santa Olalla, muestra un descenso muy acusado desde hace algunos años. "Hace unos cuatro años, en 2020, la altura de la capa freática en este punto se encontraba a unos 7,5 metros. En 2024, ha descendido hasta los nueve metros de profundidad, algo que no se había visto nunca hasta ahora", indica Revilla.

El personal científico advierte de que esta situación "se está agravando en los últimos años debido a la sequía", ya que Doñana "lleva más de diez años con precipitaciones por debajo de la media". Los ciclos 2021-2022 y 2022-2023 fueron catalogados como "muy secos", con precipitaciones acumuladas de tan solo 282,5 milímetros en el primer caso y 330,4 milímetros en el segundo. Este ciclo que se acaba de cerrar ha terminado con 434,4 milímetros de precipitaciones acumuladas, por lo que tampoco se ha llegado a la media, que se sitúa en torno a los 500 milímetros.

Estudios de la EBD-CSIC muestran que el deterioro del sistema de lagunas está teniendo "un gran impacto" sobre la fauna y flora de Doñana, en particular, sobre su comunidad de anfibios y reptiles acuáticos, especialmente vulnerables.

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