La primera tarea de Rubalcaba se llama Andalucía
El nuevo líder de los socialistas tiene una prioridad inmediata: intentar parar el 'tsunami' del PP el próximo 25-M
La victoria de Alfredo Pérez Rubalcaba en el 38º Congreso Federal del PSOE significa el triunfo del "cambio seguro" en el socialismo democrático español. Su contrincante, Carme Chacón, que se ha quedado a 22 votos, no ha convencido con un discurso más mitinero y sobreactuado dirigido para la mayoría de los 956 delegados pese a contar teóricamente con el respaldo de las principales agrupaciones regionales, con Andalucía y Cataluña a la cabeza, mientras el nuevo secretario general, con un relato más pedagógico y sólido, sí lo ha hecho.
La cita que utilizó de "cambiar el PSOE para que siga siendo el PSOE", parafraseando a Lampedusa, significa que Pérez Rubalcaba está dispuesto a rescatar al partido de Pablo Iglesias del modelo más federalista que promovió José Luis Rodríguez Zapatero durante sus doce años de mandato para devolverlo a las esencias felipistas, mucho más centralista.
En su discurso, el ya nuevo secretario general socialista dejó claro que el PSOE es el partido que "vertebra España, el Estado de las autonomías". "Tenemos que reivindicarlo. Nuestro código genético no debemos cambiarlo.", añadió Pérez Rubalcaba. Pero, sobre todo, advirtió que "no podemos jugar con el PSOE", y rechazó las tentaciones confederales que anidan en una parte de los socialistas catalanes. Rubalcabapuso un límite al PSC sin mencionarlo: "No podemos traspasar la línea que separa un partido federal de una confederación de partidos. Si soy elegido, habrá personas de todas las federaciones y edades. Pero no estarán para defender ni a los territorios ni a las federaciones. Serán parte de un equipo único y reconocible del Partido-Socialista-Obrero-Español", dijo haciendo hincapié en esas cuatro palabras.
Para afinar el PSOE, el político cántabro-madrileño se comprometió ayer mismo también en organizar antes del verano una Conferencia Política que lo rearme ideológicamente tras dos severas derrotas electorales provocadas por su incapacidad para hacer frente a la crisis económica. En este cónclave, además, los socialistas tendrán que revisar las alianzas políticas, sociales y mediáticas, y están obligados a conectarse a las nuevas corrientes del pensamiento socialdemócrata que fluyen principalmente en el Partido Socialista Francés y el SPD alemán.
Aunque nadie duda de que su victoria le deja las manos libres para conforman la nueva dirección a su antojo, el nuevo jefe de filas de los socialistas tendrá que llevar mañana al Plenario del Congreso una Ejecutiva federal de unidad.Carme Chacón le pidió anoche que integrara al chaconismo, y pese a estar a disposición del partido, dijo que que no contara con ella ni para estar en la dirección federal ni del grupo parlamentario. No está de más recordar que él, miembro activo del equipo de José Bono en el 35º Congreso, entró en la dirección de José Luis Rodríguez Zapatero en el proceso de integración que el leonés llevó a cabo con el equipo del político manchego. Además, el compromiso de no actuar de forma sectaria le obliga a demostrarlo desde el primer momento. Una primera piedra de toque en su puesto al frente de la nave socialista será para Rubalcaba ver qué hace con el líder del PSOE andaluz, José Antonio Griñán, a quien Chacón ya lo había situado como presidente del partido si el resultado del congreso la hubiera convertido en secretaria general.
Precisamente con Griñán, o, mejor dicho, en compañía de Griñán, tendrá uno de los principales retos de su mandato y está a la vuelta de la esquina: parar el tsunami del Partido Popular el próximo 25 marzo en las elecciones autonómicas andaluzas. Para ello, ambos dos deberán restañar las heridas abiertas tras el apoyo de líder del PSOE-A a Chacón, a través de una neutralidad activa que no evitó el posicionamiento de los que aquí, en Andalucía, se hacen llamar griñanistas.
En esta recomposición de relaciones, parece obligado el sacrificar de no pocos peones, algunos de ellos con un papel esencial en el actual socialismo andaluz. En el bando del presidente de la Junta, la secretaria de Organización del PSOE-A, Susana Díaz, tiene todas las papeletas, a tenor del rechazo que ha concentrado, sobre todo en la agrupación provincial de Sevilla, en este proceso congresual. Y en la infantería de Pérez Rubalcaba, a todos aquellos que cuestionan públicamente al propio Griñán, rozando continuamente el amotinamiento político y dando por perdidos los comicios andaluces en una estrategia de tierra quemada ciertamente cainita. En ello les va mantener el poder en el principal granero de voto socialista desde la restauración democrática.
En esa tarea de poner orden en sus filas, el nuevo secretario general de los socialistas españoles también tendrá que meter mano en los congresos locales, provinciales y regionales en aquellos territorios que pierden por costumbre. Si quiere acortar la duración de la travesía del desierto que inició de forma interina hasta ahora, deberá aplicar lo del mérito y la competencia por encima de afinidades personales y políticas clientelistas.
Pero además de apuntalar el PSOE y dar la batalla, crucial, de Andalucía, Pérez Rubalcaba necesita reinventarse a sí mismo. Que haya recibido el respaldo de la mayoría de los delegados socialistas en el 38º Congreso Federal, sólo significa que sus compañeros de partido lo quieren algo más que a Chacón. Pero no puede olvidar que el pasado 20 de noviembre cuatro millones de ciudadanos españoles dejaron de votar al PSOE con él como cabeza de cartel, como candidato a la presidencia del Gobierno. Esos no lo querían.
El nuevo perfil que necesita para este nuevo tiempo tendrá mucho que ver con el tipo de oposición que finalmente practique el PSOE. Todo hace indicar que buscará acuerdos con el PP en asuntos de Estado -si este se los reclama- y combatirá las políticas de ajuste económico y las reformas legislativas del Gobierno de Mariano Rajoy en asuntos sensibles política y socialmente -aborto, Educación para la Ciudadanía, justicia, medio ambiente, etc.-. Por lo demás, la denuncia del Concordato, esgrimida como arma arrojadiza contra el furor contrarreformista de los populares, quedará solo como el mejor golpe de efecto del 38º Congreso.
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