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La rosa deshojada

Rosa Aguilar y Griñán, el viernes pasado con dos linces de peluche.

11 de septiembre 2011 - 05:04

CARMEN Calvo desaprovechó la oportunidad de medirse con Rosa Aguilar allá por el año 2003. Fue entonces cuando el ex presidente de la Junta Manuel Chaves quiso que su consejera de Cultura se presentase a las elecciones municipales por Córdoba para competir con la alcaldesa de IU, la mentada Rosa Aguilar. Pero Carmen Calvo no aceptó el envite, así que Manuel Chaves, con motivo de las elecciones generales de 2004, la colocó en la lista del Congreso de los Diputados. Fue una operación extraña, que necesitaría de otras explicaciones más extensas, pero es verdad que en el Gobierno andaluz andaban un tanto hartos de las disputas de despachos entre Carmen Calvo y la otra aguerrida consejera, Magdalena Álvarez, que tampoco quiso arriesgarse en las elecciones locales de Málaga. Ambas fueron mandadas a Madrid con tal suerte que José Luis Rodríguez Zapatero ganó los comicios, contra todo pronóstico, y las nombró ministras. De Madrid al cielo. Chaves ya había logrado revestir la salida de aquellas dos consejeras con el elegante manto de una suerte de promoción interna porque ambas iban a formar parte del comité de diez notables que asesoró a Zapatero antes y durante la campaña electoral.

Así, que Carmen Calvo, aquella profesora de Constitucional que llamó la atención de Chaves por la pasión que gastaba en los debates de Canal Sur, entró en la política por la puerta grande con su marchamo de mujer progresista, culta e independiente: primero, titular de una consejería y, después, de un ministerio. Ya lo dijo ella en una ocasión: "Yo he sido cocinera antes que fraila". Después, Zapatero se cansó de ella a la vez que todos se fueron hartando de él, y salió del Gobierno para quedarse de diputada y de presidenta de la Comisión de Igualdad de la Cámara. Hasta ahora. En la entrevista que Francisco Javier Domínguez publicó en estas mismas páginas el viernes pasado, Calvo se quejó de la "ingratitud" que el PSOE había mostrado con ella ahora que se ha visto obligada a rechazar su inclusión en la lista del Congreso por Córdoba porque Rosa Aguilar la va a encabezar. Ingratitud. Conozco, al menos, a cinco socialistas de antes de la Transición que también pensaron lo mismo cuando Chaves la nombró consejera de Cultura.

Un asunto distinto, y esgrimido por Carmen Calvo, es el de la coherencia, el factor que le ha llevado a su exclusión. Es cierto que ella mantuvo muchas disputas con Rosa Aguilar cuando ésta fue alcaldesa; que otros cargos públicos socialistas de Córdoba se indignaron cuando Griñán fichó como consejera de Obras Públicas, precisamente, a la regidora que quiso buscarle a Sandokán una salida aceptable a sus desmanes urbanísticos, y que personalidades históricas del PSOE nunca olvidarán las graves acusaciones que lanzó contra Felipe González cuando fue la portavoz de IU en el Congreso. Es cierto: la popularidad de Rosa Aguilar en el PSOE es directamente proporcional a la distancia que separa al cargo o al militante de la ciudad de Córdoba. En Vigo mueren con ella. José Blanco, que es de Lugo, delira. Pero Calvo se equivoca porque la coherencia, o la falta de ella, es imputable a Rosa Aguilar. No a ella. Aunque también es conocido que hace mucho tiempo que la ex alcaldesa de Córdoba no estaba en IU ni siquiera de oyente, y que uno de los asuntos que le separó de la formación fue su posición respecto al terrorismo y la participación de los nacionalistas radicales en las instituciones.

Pero, vaya, no había que ser un analista del Mossad para prever el choque de trenes que se iba a producir en Córdoba con la elaboración de la lista al Congreso; por eso a alguien se le ocurrió -el verbo es éste, el primo hermano de la ocurrencia- que la ministra fuera por Almería. O por Madrid, como más bien opinaban en Córdoba e, incluso, en Sevilla. "Se valoró", explicó una fuente de la dirección andaluza del PSOE el viernes pasado, aunque ya en julio alguien había explorado esta opción. Pero no se llegó a más. Rubalcaba -sobre todo él, el candidato- quiere que Rosa Aguilar esté en su grupo parlamentario a partir del 20 de noviembre. Le gusta su capacidad dialéctica, su grado de conocimiento y popularidad y su compromiso casi somático con la política, pero él no estaba dispuesto a meterse en la faena interna del PSOE andaluz para resolver la ubicación.

El presidente de la Junta, José Antonio Griñán, se la entregó el jueves pasado, al final de un desayuno público celebrado en Sevilla. "¿Pero es que alguien, de verdad, se cree que Rosa no va a ir por Córdoba?", aseguran algunas fuentes que se le oyó exclamar al presidente minutos antes de anunciar ante Alfredo Pérez Rubalcaba y el auditorio que sí, que Aguilar se presentaría por la provincia cuya capital dirigió durante una década.

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