En las tripas de un curso de Ojeda
"Hubo quien hizo el curso de instalación de placas solares y acabó sacando escombros para una empresa de reparaciones vinculada a un seguro". Ésta no deja de ser otra muestra de la forma en la que los cursos del ex consejero Ángel Ojeda funcionaban en el colegio Mundo Nuevo de Jerez.
Javier, nombre ficticio del joven, desentraña las particularidades de unos cursos que terminaron por provocar el sonrojo a los propios alumnos, tal era el nivel que se impartía. Quien más, quien menos, llegó al curso de instalación de placas solares ilusionado con la posibilidad de meter la cabeza en alguna empresa y poder empezar a ganarse la vida por sus propias manos. La ilusión duró bastante poco.
En las aulas eran 15 alumnos, un grupo inquieto que se ponía más nervioso cuando comenzaron a percatarse de que había cosas que no se ajustaban a lo que esperaban de un curso subvencionado con dinero público. "Estaba dotado con unos 72.000 euros", refiere el joven. "Hicimos tres grupos de trabajo. Teníamos un docente, que lo que hacía era velar por los intereses de la empresa que le contrataba, y una coordinadora que se puso como loca el día que comprobó que en las evaluaciones que hacíamos los alumnos había muchos ceros". Se refiere a los test de satisfacción que se rellenaban de forma anónima todos los meses. "Dichas valoraciones fueron a la papelera", apunta Javier. Con posterioridad ha contactado con inspectores que le han confirmado que esos ceros jamás llegaron a su destino. Las prácticas, esenciales en un curso de estas características, se realizaban "con material ya utilizado de años anteriores. Nos decían que el 55% del dinero era para materiales, pero lo que se nos ponía por delante no llegaba ni al 5% del importe total".
Los 15 alumnos recibieron como material unas botas, un pantalón, dos camisetas, unas gafas de seguridad, unos guantes, un bloc, un bolígrafo, un lápiz y una goma de borrar. El gran problema estribaba en las herramientas. "Su escasez llegó a provocar que la gente hasta se las guardara. No había tantos juegos como grupos... Y todo ello disparaba la tensión".
Javier destaca que lo que aprendió y realmente le valió fue "todo aquello que compartían los compañeros que tenían conocimientos de electricidad y de fontanería". La falta de medios era tal que se dieron casos en los que "al no tener nada que hacer nos dedicábamos a jugar a la brisca en la azotea de Mundo Nuevo. La verdad es que deberíamos de habernos plantado. Se lo dijimos a la coordinadora y todo lo que nos dijo fue más o menos que eso era lo que había".
El colmo de estos cursos de formación llegó cuando hubo que hacer prácticas. "Ya resultó raro que algunos alumnos con las peores notas se llevaban las mejores empresas. Después hubo a quienes les tocó hacer prácticas en instalaciones de aire acondicionado cuando lo que habían estudiado era montaje de placas solares y energía térmica". Pero el asombro aún fue a mayores cuando tuvieron conocimiento de que había quienes realizaban las prácticas "quitando escombros a la empresa de mantenimiento de aseguradora".
La experiencia le ha valido a Javier para meter cabeza en una empresa de instalación de placas, "pero por lo que he aprendido por mi cuenta, allí no se aprende nada".
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