Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
De camino a la sede del PSOE en la céntrica calle de San Vicente, a Susana Díaz la pararon ayer más de una vez y más de dos para darle la enhorabuena por la victoria. No eran votantes suyos, pero se alegraban del triunfo y le daban la oportunidad de que demuestre que lo de "abrir los mejores años de Andalucía" no es un eslogan y que su palabra, su honestidad y su compromiso es real. Que demuestra si de verdad es una política "distinta" y si realmente hay una forma diferente de gobernar a la de Rajoy que permita una recuperación justa y solidaria.
Las felicitaciones llegaron de sus adversarios, de destacados dirigentes de otras comunidades autónomas, de la Ejecutiva federal de Madrid y hasta de Europa. Todo el socialismo ha hecho suyo el resultado del 22-M. Pero seguro que las palabras que más valoró la candidata del PSOE-A, y que más la habrán condicionado, son las de gente. Ya lo dijo en el cierre de la campaña: no tiene miedo a nada ni a nadie, pero no soportaría que dentro de cuatro años alguien la mire a los ojos y le diga "me has fallado".
La singularidad de Andalucía es histórica, pero también es electoral. No hay muchos partidos en Europa que, después de 33 años en el Gobierno, hayan revalidado libre y democráticamente la confianza de los ciudadanos. Lo ha hecho Susana Díaz situando su marca por encima de la del partido, convirtiéndose en la primera mujer que es elegida presidenta de la Junta, desafiando la irrupción de los partidos emergentes y derrotando en las urnas la política de austeridad y recortes del Partido Popular. La reunión que ayer mantuvo la Ejecutiva regional para analizar los resultados electorales del 22-M fue casi protocolaria. Certificar que había sido una buena campaña y que se habían alcanzado los objetivos. La mayoría "suficiente" para garantizar un gobierno estable que "dé confianza y seguridad" a los ciudadanos.
Así lo entiende la ganadora de los comicios aunque pueda discutirse. La aritmética dice que es posible que todos se unan en contra del partido más votado e, incluso, que PP y Podemos ensayaran una nueva pinza contra los socialistas. La factura de todo ello sería, sin embargo, claramente inasumible. Más aún con unas elecciones municipales en menos de dos meses y unas generales fijadas para noviembre.
Ese es el plazo en que Susana Díaz tendrá que innovar al frente del Gobierno con mucho "diálogo" y "transparencia" y deberá poner a prueba su capacidad de llegar a acuerdos puntuales. Lo de "unir", "coser" y "contar con todos" que ya anticipó la noche electoral. Aprobadas las cuentas públicas, no se enfrentará a un momento realmente conflictivo hasta que a final de año haya que resolver la aprobación del siguiente presupuesto. Entonces Griñán y Chaves estarán fuera del debate y el PSOE podrá realizar un acercamiento serio a Ciudadanos. Mientras tanto, ¿alguien cuestionaría que se uniera a Podemos para frenar desahucios? ¿Que acordara con el PP medidas de apoyo a las pymes? ¿Que retomara su rota relación con IU para poner en marcha el Instituto de Crédito?
El Parlamento pentacolor exige una nueva forma de gobernar que tiene mucho que ver con la mano izquierda. Los primeros contactos, aunque protocolarios, comenzaron la misma noche electoral y ayer mismo la líder socialista ya dio instrucciones a Juan Cornejo y Mario Jiménez para que se pongan "manos a la obra", inicien una ronda de contactos oficial y "no pierdan ni un minuto" para constituir el Parlamento "cuanto antes" y para establecer alianzas no sólo con los 4 partidos que han logrado o representación parlamentaria, sino también con las organizaciones y colectivos de la "sociedad civil". Recordemos que el propio PP es el primero que debería apoyar la investidura de Susana Díaz si cumple lo prometido en los últimos días de "facilitar el gobierno de la lista más votada".
En todo caso, si de lo que se trataba era de "ganar un año" para afianzar la recuperación económica en Andalucía, es evidente que no se entendería que ahora los socialistas se "distraigan" precisamente en los tacticismos que tanto ha criticado Díaz durante la campaña: "Saben que no me gustan los líos de partido, voy a gobernar en solitario para tener la cabeza y la energía en los problemas de la gente. Pero eso no significa que no sea consciente de que los ciudadanos demandan unidad, menos ruido y más acuerdo".
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